Málaga despide a María Teresa Campos con un funeral multitudinario
Las cenizas de la comunicadora han sido depositadas durante la tarde en la Hermandad de la Paloma en la más estricta intimidad
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Málaga/Albergó María Teresa Campos un ingobernable sentido de la libertad. Y, bajo ese idéntico principio, el mismo que la llevaría a convertirse en la reina de las mañanas y en una personalidad irradiadora de carisma, se rigió su despedida ante una Málaga volcada con una comunicadora que, pese a haber nacido al otro lado de la brecha del Mediterráneo, se reivindicó mil veces malagueña.
A la llegada de la familia, rayando la hora acordada, cientos de lugareños aguardaban prestos a mostrar sus respetos a la estrella televisiva por última vez al otro lado de las puertas de la parroquia de San Pablo, lugar en que, pese al halo de admonitorio respeto impuesto por la situación, tuvo momentos para todo: emoción contenida, anécdotas de un pasado añorado o alegrías de asuntos que se desligan del caso. Pero también para la transgresión de algunas normas no escritas, con la entrada en tropel de cientos de admiradores ávidos de dar el último adiós a la periodista y que, no obstante, no empañaron el acto.
La misa funeral, en cualquier caso, discurrió impregnada de un ambiente de veneración, con el pensamiento y las palabras de los congregados puestos, en más de una ocasión, en la circunstancia de hallarse en el interior del templo que acoge la sede canónica la hermandad de El Cautivo, imagen amada por miles de malagueños y no menos por la presentadora, quien, siempre que la salud se lo permitió, se desplazó hasta la capital para admirar el mecido de su paso.
La ceremonia, oficiada por el ex vicario general de la diócesis de Málaga, José Sánchez Herrera, quien la tenía en gran estima, estuvo marcada por la honda impronta que deja Mari Tere, como la denominaban sus más allegados y como él se refirió a ella en varias ocasiones, imponiendo una deferencia reverencial entre el respetable.
En los instantes más significativos del ritual se dejó ver alguna lágrima huidiza mejilla abajo que, sin embargo, fue rápidamente secada al contacto con las manos, arrojando una estampa de lo más humana.
También hubo lugar para las autoridades, que no faltaron a la cita para acompañar y dar el pésame a los familiares; de esta guisa acudieron, entre otros, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, o el presidente de la Diputación, Francisco Salado. A los que se sumaron las actuaciones de Juan Peña, a través de su canción Gracias, Luis Pacetti, o Diana Navarro, quien entonó un emotivo padrenuestro.
Por su parte, las cenizas de la comunicadora fueron depositadas a lo largo de la tarde, en la más estricta intimidad, en la cercana Hermandad de la Paloma, donde ya descansan sus hermanos y su madre.
Durante el funeral, varios miembros de la familia recordaron pasajes de la vida de la malagueña de adopción, que abarcaron en su haber desde su etapa escolar hasta el día en que, como detalló su hija Terelu Campos, recibió la Medalla de Oro de Andalucía, pasando además por cuando "cogía el magnetofón y se recorría toda la provincia" en clara referencia a su etapa en la ondas. Además de su lado más personal, en que salieron a relucir su buen hacer, su calidez en el trato y, en suma, la amplia gama de acciones positivas realizadas a en toda una vida larga y fecunda.
Aunque, si un fragmento hubiera de destacarse del emotivo acto, ese sería el primer verso del poema que una de sus nietas relató a Mari Tere en sus últimos instantes en este mundo, y que tuvo a bien recordar a todos los presentes: "Puedes llorar porque se ha ido o puedes sonreír porque ha vivido".
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