Málaga sin agua: retos y previsiones
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La sequía, que venía siendo frecuente con distintos periodos desde mediados del siglo XX, se ha hecho estacional en los últimos años, lo que exige actuaciones inmediatas
Málaga podrá llenar sus piscinas privadas a partir del 1 de junio
La gran sequía de 1995 en Málaga: el año en que se cortó el grifo del agua en la capital
LOS periodos de sequía no constituyen una anomalía, ni mucho menos, en la capital malagueña. La Academia Malagueña de Ciencias identifica la escasez hídrica decretada desde el año pasado como la duodécima desde 1962. La frecuencia, eso sí, tiende a agravarse: ya la sequía que afectó al territorio a mediados de los 90 resultó especialmente adversa, ya que se prolongó durante casi cuatro años. En consecuencia, en el siglo XXI no podemos hablar tanto de periodos distintos de sequía como de una estacionalidad seca con contadas precipitaciones, en correspondencia con la situación prefigurada por el cambio climático. En el resto de la provincia los balances son similares, aunque ninguna de las sequías decretadas posteriormente ha resultado ser tan drástica como la de los 90: con respecto a la Axarquía, por ejemplo, en Vélez-Málaga desde los años 60 se han vivido diez episodios secos entre los que destacan por su intensidad el que se inició en 2021 y que solo es comparable con el de mediados de los 90. Algo más arriba de la presa de la Viñuela, en Periana, se han registrado 11 episodios secos, si bien en la década de los 80 hubo que decretar un estado de sequía que se prolongó durante ocho años. En sus informes, la Academia Malagueña de Ciencias es tajante: “Prácticamente desde el año 2000 se mantiene una situación anómala de sequía”. Y lo hace con todos los datos a favor: antes de las últimas lluvias, el mismo pantano de la Viñuela llegó a estar a un 7,4% de su capacidad.
En este sentido, los expertos sostienen que las condiciones de sequía prolongadas o en episodios repetidos pueden contribuir a “la desertificación, afectando a la calidad del suelo y disminuyendo la capacidad de la tierra para sostener la vegetación y la agricultura”. Asimismo, inciden en que los procesos de desertificación y pérdida de biodiversidad impactan en la vegetación, la humedad del suelo y los ciclos hidrológicos, cuyas consecuencias también pueden intensificarse por la actividad humana y el cambio climático.
De igual forma, sostienen que actualmente se deben de tomar medidas para garantizar el abastecimiento de ahora y del futuro, ya que las previsiones de crecimiento urbano estiman que para el 2050 la demanda de agua podría aumentar en más del 50%. Además, también se ha de tener en cuenta la calidad del agua, ya que puede derivar en diferentes problemas de salud como un aumento del riesgo de enfermedades infecciosas, diarreas, malnutrición, aumento de las enfermedades cardiovasculares y de enfermedades mentales, así como de la mortalidad.
Especialmente sonadas resultaron, precisamente, las medidas para garantizar el abastecimiento de agua este año, sobre todo antes de que las lluvias que hicieron acto de presencia en Semana Santa, y que garantizaron el consumo de agua durante al menos un año, vinieran a paliar una situación que ya parecía agónica. La decisión por parte de la Junta de Andalucía de prohibir en un principio el llenado de piscinas en viviendas y urbanizaciones, pero no en hoteles ni recintos turísticos, tuvo una fuerte contestación pública.
Finalmente, y tras las lluvias, el Gobierno andaluz confirmó que no habría restricciones de cara al verano, aunque las pruebas realizadas en distintos municipios de la Costa del Sol confirmaron que el agua consumida era de mala calidad. Distintas autoridades académicas, científicas y sociales conminan a las instituciones a que desarrollen igualmente las actuaciones previstas, especialmente la puesta en marcha de desaladoras.
Así, desde la Academia Malagueña de Ciencias sostienen que se han de emplear estudios hidrogeológicos para garantizar “la gestión sostenible de los recursos hídricos, proteger la calidad del agua, y asegurar que se satisfagan las necesidades de las comunidades, la agricultura, la industria y los ecosistemas”. Asimismo, también inciden en que al ser el agua un sector estratégico en el desarrollo provincial, se ha de proporcionar “teniendo en cuenta tanto a las poblaciones y sus diferentes demandas, como a las necesidades del Medio Natural”.
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