"A Málaga le cuesta reconocer su talento, pero no más que a otras ciudades"

macarena pérez bravo. actriz y productora

La fundadora de Pata Teatro, una de las compañías malagueñas con mayor proyección en toda España y con dos décadas de oficio, brinda su particular análisis de la vida cultural en la ciudad

Pablo Bujalance

11 de septiembre 2016 - 01:00

HACE ya 18 años que Macarena Pérez Bravo fundó junto a Josemi Rodríguez Pata Teatro, una de las compañías de mayor proyección en toda España, con una línea que abarca desde las producciones dirigidas al público infantil y juvenil (su obra El árbol de mi vida, que sigue en la carretera varios años después de su estreno, ganó el premio al mejor espectáculo en la feria Fetén de Gijón, el primer escaparate nacional de la escena para los más pequeños) hasta los clásicos (su ciclo Clásicos en verano, que ha celebrado este año su quinta edición en el instituto Gaona con Mucho ruido y pocas nueces de Shakespeare y un éxito incontestable de público y crítica, constituye uno de los episodios más felices del teatro malagueño reciente). Pata Teatro ha forjado esta trayectoria desde la más estricta independencia, con pasos firmes y sin atajos, asumiendo riesgos y recogiendo los frutos. Así que pocos poseen la autoridad de Pérez Bravo cuando se trata de dilucidar de qué hablamos cuando hablamos de cultura en Málaga. Mientras, la compañía se dispone a seguir con sus representaciones y a preparar nuevos proyectos: el próximo calendario navideño del Teatro Echegaray, otra de sus plazas fuertes y habituales, volverá a ser suyo este año con numerosas funciones de su delicioso Frankenstein familiar, estrenado el año pasado en el Teatro Cánovas.

-Después de casi dos décadas de oficio, ¿qué ventajas y qué inconvenientes ofrece Málaga a una compañía de teatro?

-Lo bueno de dedicarte al teatro en Málaga es que tú decides lo que quieres hacer. Puedes ser tu propio jefe, tomar tus decisiones y hacerlo todo a tu manera. Nosotros optamos en su momento por poner todos los huevos en la misma cesta: atender únicamente al trabajo de la compañía y canalizar todos los esfuerzos en nuestros espectáculos, sin esperar que nos llamara nadie para ofrecernos algo. Y, con mucho trabajo y mucha paciencia, nuestra apuesta ha empezado a dar sus frutos. Aquí tenemos muy buenos profesionales a nivel interpretativo y cuando decides poner en marcha un proyecto puedes surtirte de mucha gente. Lo malo es que vivimos en una punta de España y esto te obliga a hacer muchos quilómetros cuando hay que salir de gira. Subir más allá de Despeñaperros es bastante complicado.

-Sus primeros éxitos y reconocimientos se produjeron sin embargo fuera de Málaga. ¿Le cuesta a esta ciudad reconocer el talento que ella misma genera?

-Sí, a Málaga le cuesta, pero lo mismo que a otras ciudades. Las dificultades para reconocer como algo bueno lo que nosotros mismos generamos es bastante habitual en toda España, y así nos lo confirman muchas compañías que conocemos de otros sitios. En este país nadie es profeta en su tierra: se tiende a menospreciar lo más cercano, con la excepción tal vez del País Vasco y Cataluña, donde las compañías y la cultura en general están muy protegidas por sus gobiernos. Además, allí tienen más facilidades para exportar su trabajo al resto de España. Sin embargo, que las compañías de otros sitios actúen allí es mucho más difícil. Nosotros hemos hecho funciones en Cataluña con cuentagotas y en el País Vasco no hemos trabajado nunca. Hay barreras lingüísticas y políticas que lo convierten en un mercado muy difícil.

-¿Barreras políticas?

-Sí, por la política de preservación del idioma, que es la que determina que no puedas ir allí a actuar, por ejemplo, con un espectáculo infantil o familiar. Únicamente aceptan propuestas de este tipo en catalán o en euskera, respectivamente. Hace poco, de hecho, nos interesamos por una campaña de teatro para niños que se llevó a cabo en Cataluña y los mismos organizadores nos contaron que no podían hacer nada, que por una parte las instituciones culturales así lo exigían mientras que por otra los mismos profesores de los centros educativos únicamente reclamaban obras en catalán para sus alumnos. La verdad, es algo que me parece muy triste. A cambio de una determinada política lingüística se pierden experiencias artísticas muy interesantes.

-¿Cómo valora la dependencia del ejercicio de la cultura en Málaga respecto a las ayudas de las instituciones públicas?

-Esa dependencia existe, claro. A ver, es cierto que el derecho a la cultura está amparado por la Constitución y que las instituciones deben preocuparse por garantizarlo. Pero también es verdad que no hace mucho el riesgo que podía asumir una compañía al poner en marcha un proyecto se minimizaba porque siempre se podía esperar que saliera un circuito provincial o autonómico con el que conseguir actuaciones, mientras que ahora la crisis ha eliminado gran parte de estos recursos. Lo que pasa es que, por otra parte, la crisis ha permitido abrir otras vías de exploración más allá de lo público y, poco a poco, parece que los artistas están perdiendo el miedo. Ahí está el caso de Eduardo Velasco, que con su compañía Avanti, fundada en Málaga, está creando producciones cada vez más ambiciosas con el apoyo del público. O el de Salva Reina con la Cochera Cabaret, o la compañía Urte Teatro y la sala que acaba de abrir en la Victoria, o profesionales como Ángel Calvente, Juan Hurtado o Acuario Teatro, que llevan toda la vida trabajando y que si antes lo hacían más con las instituciones públicas ahora están investigando nuevas oportunidades.

-¿La cultura del patrocinio es algo aún por hacer en Málaga?

-Eso está por hacer en toda España. Nos pintaron una Ley de Mecenazgo que se quedó sin desarrollar. Me temo que no se podrá hacer mucho hasta que las empresas comprueben que invertir en cultura puede ser beneficioso, especialmente por lo que pueden aportar a la sociedad. Pero si Coca-Cola y El Corte Inglés invierten en cultura, ¿por qué no podrían hacerlo empresas más pequeñas, atendiendo a sus posibilidades? Es importante extender la idea de que lo que es bueno para la ciudad es bueno para tu negocio. En nuestro caso, por ejemplo, encontramos el patrocinio del Grupo ASV para nuestra obra El árbol de mi vida, que está especialmente dirigida al público infantil. Con esta obra ganamos el primer premio de Fetén en Gijón y esto nos ha permitido llevarla por muchas ciudades de toda España, por lo que nuestro patrocinador alcanzó un posicionamiento cultural notable. Todos salimos ganando.

-A tenor de su experiencia, ¿recomienda entonces a las compañías que empiezan que llamen a la puerta del sector privado?

-Sí, por supuesto, pero sin perder de vista que es muy complicado. Ahora precisamente empezaremos a buscar patrocinios para la edición del año que viene de los Clásicos en verano, y es un proceso muy lento. Las empresas tienen que conocerte, saber bien qué haces y cómo lo haces, y una vez que se quedan convencidos de tu trabajo entonces tienes que convencerles de que inviertan en él. Y esto, claro, es lo más difícil, porque casi nadie ve que una inversión en un proyecto cultural vaya a ser útil para ellos. Al final, para proyectos como los Clásicos en verano contamos con diversos patrocinios y cada uno pone su granito de arena. Esto también tiene una consecuencia positiva, que es la independencia que ganamos: si el patrocinio viniera de una sola empresa o de una sola institución, habría que atender mucho más a intereses ajenos. Pero con muchas aportaciones, aunque sean pequeñas, las injerencias son escasas.

-Sus Clásicos en verano han ido creciendo en cada edición y cuentan con el respaldo del público. ¿Cuál es la clave, más aún en una ciudad como Málaga, donde se da por sentado que el teatro gusta más bien a poca gente?

-No hay una clave, y si la hay no la conozco. Es verdad que tanto con los Clásicos de verano como con los ciclos navideños la gente ha ido respondiendo, y creo que hay varios motivos. Uno de ellos es la continuidad: cuando sabes que vas a encontrar algo durante un tiempo determinado en un sitio concreto, por una parte las compañías se ahorran trabajo en publicidad y por otra el público lo tiene más fácil para adoptar el ir al teatro como costumbre. Pero también es muy importante que se ofrezcan trabajos de calidad, que si el espectador va a ver una función de una compañía malagueña encuentre un nivel artístico por lo menos aceptable. A veces las propias compañías hemos ido contra el público ofreciendo algo que no debíamos. Cuando esto pasa, es normal que cierta gente diga que no le gusta el teatro. Y, pensándolo bien, ¿cómo puede decir alguien que no le gusta el teatro? ¿Podría decir alguien que no le gusta comer sólo porque un día probó un plato que no está bien cocinado? Hay que ser muy exigentes. Creo que al final, si hay una clave, es el trabajo. Trabajo y más trabajo. No dejar nada a la casualidad, llevar a límites muy concienzudos todo lo relativo a la preproducción y la producción; y, a partir de aquí, ir caminando y creciendo, con la premisa de que el camino se puede borrar una vez andado. Lo que se consigue en este negocio se puede perder fácilmente, no hay que dar nunca nada por hecho. Hay gente que nos dice que con los Clásicos en verano podemos quedarnos tranquilos, que siempre vamos a poder contar con eso. Pero qué va, no estoy tranquila en absoluto.

-En cuanto a la marca de la Málaga cultural, acuñada con especial énfasis desde la candidatura a la Capitalidad Cultural de Europa a pesar del fracaso, ¿qué falta, en su opinión, para que la ciudad la merezca realmente?

-En esto de la cultura cada uno ve lo que quiere ver. Es verdad que la oferta escénica, por ejemplo, ha aumentado mucho en los últimos años. Pero si yo pudiera la aumentaría mucho más, sin dudarlo. Para obtener una fidelización del público, sin embargo, habría que mantener además una línea de actuación en la ciudad que no fuese improvisada. Un plan duradero, con objetivos y procedimientos claros que perduren en el tiempo. Es cierto que en casi todas las ciudades la política cultural está improvisada y parcheada, porque abundan los personalismos y los cambios de titulares en las instituciones son frecuentes. Pero para ampliar la oferta, y para hacerla más arriesgada y menos previsible, que es algo que muchos deseamos, es imprescindible que exista la certeza de lo que se lleva a cabo hoy no se va a terminar mañana porque alguien así lo decida.

-¿Echa de menos una mayor descentralización, más actividad cultural en los barrios?

-Sí, eso es importante también. La experiencia del teatro en los distritos que impulsó el Ayuntamiento fue interesante. Nosotros coordinamos las actividades en Churriana y pudimos hacer algunas cosas con muy buenos resultados a veces hasta que, de nuevo, eliminaron el presupuesto y terminó todo. Quisimos seguir por nuestra cuenta pero no hubo manera. Y sin dar su tiempo a las cosas no se puede sacar provecho. Una iniciativa interesante es el Teatro del Barrio que se ha puesto en marcha recientemente en Madrid, abierto no sólo a artistas de allí sino a los de toda España. Creo que un proyecto así funcionaría bien en Málaga.

-¿Y qué opina del crecimiento de la ciudad? ¿Se está dando en la dirección correcta?

-Es verdad que Málaga ha cambiado mucho en estos diez últimos años. Se han conseguido cosas muy positivas, pero la excesiva dependencia turística me parece peligrosa, por no hablar del hecho de no poder disfrutar de la ciudad porque siempre está tomada por cruceristas. Lo que está sucediendo en Barcelona debería servirnos de advertencia. En cuanto a lo cultural, los nuevos museos han contribuido a un posicionamiento en el mapa pero falta mucho más por hacer. Málaga tiene muchos recursos que quedan aún por explotar, pero la desconexión entre las distintas áreas es un obstáculo importante. Si los organismos responsables de cultura y turismo trabajaran de manera más coordinada se podrían aprovechar más recursos para, por una parte, atraer un turismo diferente y, por otra, desarrollar una oferta cultural que pudiera satisfacer tanto al turista como al malagueño. Teniendo en cuenta siempre que la fidelización del público es una cuestión de ciudadanía, de actuación local.

-¿Cómo valoraría el uso del teatro como herramienta para la divulgación de la historia de Málaga, entre turistas y malagueños?

-Muy poca gente conoce la historia de Málaga, así que imagínate la historia de nuestro teatro. Haciendo los Clásicos en verano, por ejemplo, vimos que había malagueños que desconocían la existencia del Instituto Gaona, donde hacemos las funciones, y esto nos sorprendió muchísimo. Málaga tuvo un corral de comedias y esto también lo desconoce mucha gente. Se podría tirar de historia y de memoria para hacer una propuesta cultural más ambiciosa, por supuesto, pero para eso hay que tenerlo claro. Almagro lo tiene claro, Mérida también, igual que otras ciudades. Málaga, no. Pero igual que ha funcionado en otros sitios podría funcionar aquí, eso seguro.

-Por último, ¿qué objetivos le gustaría ver cumplidos en Pata Teatro dentro de otros 18 años?

-Pues nos gustaría que el público nos recordara con cariño. Que alguien se acordara de lo bien que lo pasó viendo aquella vez a los Pata. Y seguir trabajando en esto, con gente de aquí. Por supuesto.

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