Málaga ultima su plan para poder visitar los restos romanos excavados bajo el Museo Thyssen
La intención del Ayuntamiento es que el recinto se abra a lo largo del año 2022
Quedan por determinar los aforos posibles y los tiempos de estancia
Málaga/Apenas una veintena de peldaños de escalera separan el siglo XXI, adornado de los cuadros que lucen en las paredes del Museo Thyssen, del siglo I, cuando los romanos campaban por Malaca y el mar tocaba casi la que hoy es la calle Cisneros. La frontera invisible entre ambos escenarios temporales se traspasa con un ligero descenso a los sótanos del edificio que se levanta en el Centro histórico de Málaga.
Aquí, el subsuelo está adornado de restos de una antigua vivienda romana, de piletas de salazones de pescado que tanto peso tuvieron en la economía de la época y, sobre todo, de un aún hermoso ninfeo (una fuente) decorado de peces (varios atunes, un voraz, entre otros) y paneles pintados.
"Este ninfeo es una pieza única en Málaga por el nivel de conservación que tiene", explica Pedro Sánchez Valdés, el arqueólogo que acompaña a un privilegiado grupo de visitantes en las entrañas del museo. El especialista valora el hecho de que esta fuente estuviese funcionando durante alrededor de 300 años. "Estuvo echando agua desde el siglo II hasta el siglo V", apunta durante la explicación.
El singular hallazgo, encontrado durante las excavaciones arqueológicas acometidas en el proyecto del museo, adquiere protagonismo evidente en la apuesta que desde hace años viene haciendo el Ayuntamiento por abrir este espacio ahora acotado y cerrado, oculto, a todos los ciudadanos y visitantes de la pinacoteca.
Tras años de tortuosa labor, los técnicos parecen haber encontrado el punto de equilibrio que hará posible, previsiblemente en 2022, cumplir con este propósito. De inicio, tal y como ha refrendado este miércoles el concejal de Ordenación del Territorio, Raúl López, los estudios elaborados concluyen que los sótanos del Thyssen podrán ser visitados. Y con ello queda resuelta la primera y esencial incógnita.
Resta por determinar cómo se formalizarán esos recorridos. "No tenemos claro cómo serán, pero parece que sí se podrán hacer con grupos reducidos y espaciando las visitas", ha señalado. Con esta premisa, Urbanismo ya cuenta con un proyecto de intervención física que incluirá la instalación de pasarelas peatonales y un sistema de iluminación especialmente pensado para este espacio.
El valor se estima en 300.000 euros y la pretensión municipal, ha indicado López, es que antes de final de año pueda ser adjudicado. A partir de ahí, los meses necesarios para su desarrollo, siendo factible pensar que en 2022 entrará ya sí los primeros visitantes.
No es la primera ocasión en la que el momento en que se abran los restos del Thyssen al común de los mortales está cerca. Pero siempre ha surgido alguna alteración que ha obligado a retrasar los planes. Ahora, sin embargo, parece que el camino queda expedito. Principalmente porque como relata la responsable del servicio de Conservación y Arqueología de Urbanismo, Aurora Zafra, desde hace ya algún tiempo se tiene control sobre los niveles freáticos. Para ello, han sido construidos cuatro pozos en el emplazamiento y se dispone de bombas de bombeo para actuar en caso de necesidad. Sobre una de las paredes del sótano se puede observar aún una ligera marca que permite medir hasta dónde llegó el agua en algunas de las ocasiones.
Una fase que ya se da por superada y que es esencial para avanzar el paso definitivo para hacer visitable el recinto, en el que se asienta lo que fue un complejo productivo romano dedicado a la manufactura de salazones de pescado. Según relata, el punto donde se ubicó, "era el equivalente a un polígono industrial". Es decir, era un sector externo al espacio urbano. Algo lógico si se tiene en cuenta la proximidad de la parcela al antiguo puerto.
Sánchez expone la existencia de varias líneas temporales. La más tardía, correspondiente al periodo entre finales del siglo I y finales del siglo III, corresponde a las piletas de salazones. Pero al mismo tiempo se observan restos de una domus romana construida en el siglo III y que funcionó hasta mediados del siglo IV. Esta construcción se levantó sobre una estructura anterior y coetanea con las primeras piletas.
"La casa se estructura en torno a un patio o varios patios", indica, señalando con el puntero lo que fue la primera habitación documentada, correspondiente a una especie de comedor abierto al patio. En este recorrido, hace hincapié en la fuente monumental encontrada. Según dice, tiene connotaciones religiosas, con elementos "que remiten al culto a las ninfas".
"Nos llamó la atención que mientras la casa estaba construida de elementos rudimentarios, en la fuente el dueño no escatimó en mármol y otros materiales", subraya el arqueólogo, para quien ello denota el interés del comerciante por utilizar incluso la fuente como elemento de ostentación.
Otro detalle de la antigua vivienda confirma esta idea. "El frontis de la casa estaba hecha de sillares; con ello se proyectaba a la sociedad como alguien importante", apostilla. La investigación arqueológica desarrollada durante años vincula la construcción del ninfeo el momento álgido de la fábrica de salazones.
Las particularidades del hallazgo no acaban aquí. El especialista señala otro punto del recinto, donde se cree que hubo una tienda de venta de los salazones. "Eso da un valor añadido a la investigación porque es difícil de encontrar eso en la arqueologia malagueña; casi siempre encuentras piletas, piletas, o la parte doméstica, pero tener a los dos elementos es muy interesante", destaca.
Todo este patrimonio de la historia de la ciudad permanece oculto desde hace casi una década bajo el suelo que a diario pisan cientos de visitantes que acuden deseosos de deleitarse con os cuadros de reconocidos artistas. Pero se abre de nuevo la oportunidad de que lo antiguo se dé la mano con lo moderno, conformando una doble oferta cultural al alcance de pocos espacios.
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