Volver al cole, cruzar los dedos
Málaga
Una visita a dos centros de Málaga invita a contrastar los sentimientos de ilusión, confianza, nervios e incertidumbre que comparten padres y docentes
Entre los alumnos se impone la alegría del reencuentro
Málaga/El Jardín de los Monos ejerce en Málaga de particular isla para la confluencia de dos centros educativos de idearios distintos pero comunes en el empeño de hacer de sus alumnos los ciudadanos que el futuro inmediato necesita. En el Colegio Nuestra Señora de la Victoria (Maristas), en la calle Victoria; y en el CEIP Nuestra Señora de Gracia, en la calle Ferrándiz, a escasos pasos uno del otro, comenzaron este jueves las clases de Educación Primaria, al igual que en otros 467 centros de la provincia. Concertado el primero, público el segundo, cada uno desplegó los protocolos de seguridad necesarios pero las emociones fueron visiblemente coincidentes: entre padres y docentes, la ilusión, la confianza y el empeño en la mejor resolución para el nuevo curso se mezclaba con razonables incertidumbres y dudas y nervios expresados principalmente entre los progenitores respecto a lo que habrá que contar en los próximos días. Los pequeños compartían álgidas expectativas, curiosos ante los procedimientos a seguir para acceder a cada centro de forma individual y con marcados protocolos sanitarios; pero se hacía más evidente la alegría del reencuentro, tanto con los compañeros en muchos casos como con los mismos centros, a los que no habían vuelto desde marzo. Sin ocultar su emoción, hubo quien lo vivió como una vuelta a casa. De eso se trataba.
En Maristas el acceso a las aulas es bien complicado, sin más opción que la estrecha acera de la calle Victoria frente al mismo Jardín de los Monos. La entrada para este primer día se ha organizado de manera escalonada a partir de las 9:00 en distintos grupos, y a las 8:30 ya se dejan ver padres guardando cola con sus hijos a lo largo de la acera a la espera del gran momento. Hay una conciencia unánime de que corresponde hacerlo bien y atenerse a las medidas conocidas por todos: así, cada familia guarda la distancia de seguridad correspondiente en la cola y muy a pesar de las tentaciones de fundirse en abrazos que acuden a los alumnos se evita el contacto físico. Las conversaciones, claro, cunden por doquier para el intercambio de impresiones, pero niños y mayores llevan sus mascarillas y todo se resuelve en el orden deseado. A las 8:55 el centro abre sus puertas: los alumnos van pasando de uno en uno al recibidor del centro, donde frotan sus zapatos en alfombrillas desinfectantes y reciben un chorro de gel hidroalcohólico desde un dispensador estratégicamente situado a su derecha. "Lo más importante es que lo disfruten, que aprovechen bien este día. Llevamos esperando este momento muchos meses", afirma un padre al que le cuesta camuflar su emoción. En la puerta, un maestro llama la atención a los padres para que no se aglomeren en la entrada y sigan su camino una vez que sus hijos han entrado al colegio: "Vamos a dar ejemplo y a no hacer precisamente lo que no queremos que hagan ellos", espeta, aunque a los progenitores les cuesta resistirse a un último vistazo desde la distancia. "Sabemos que la situación es difícil, pero hemos hecho lo que había que hacer. No hay otra. Tenemos la mejor disposición posible. En las aulas, los espacios están bien acotados, hay dispensadores de gel, se ha desinfectado todo a conciencia y lo seguiremos haciendo", explica el maestro. Apenas diez minutos después, la operación ha terminado: los niños del primer turno están ya en el centro, en sus aulas. El maestro se dirige a un trío de madres del AMPA que ha seguido la operación a cierta distancia: "Ya está, ha salido todo bien", afirman, de forma unánime, dando buena cuenta de un suspiro de alivio. El reto, eso sí, no ha hecho más que empezar.
En Nuestra Señora de Gracia los alumnos de cuarto, quinto y sexto de Primaria componen el primer turno, cuyo acceso está previsto para las 9:30. Pero desde las 8:30 hay niños del aula matinal jugando en el patio. El mismo está surcado por cordones que acotan los espacios en los que pueden jugar los niños para evitar que se mezclen alumnos de distintos grupos. Pero no siempre es fácil: el personal de apoyo del aula matinal reparte dosis de gel hidroalcohólico a diestro y a siniestro para garantizar la máxima seguridad sanitaria. En el pasillo que conduce al centro a través del patio, dos maestros colocan carteles que recuerdan la obligación de llevar puestas las mascarillas antes de que llegue el primer grupo. El conserje del centro, Francisco Moreno, ultima los detalles: "Hemos implantado todas las medidas, pero al final todas son pocas, así que seguimos trabajando hasta el final. Nuestro centro es pequeño, no tenemos muchos alumnos, así que para nosotros es más sencillo distribuir los espacios para garantizar las distancias de seguridad. También hay dispensadores de gel en toda las aulas y todo lo necesario", explica. El acceso desde la calle aquí dispone de una acera más ancha, lo que podría favorecer las aglomeraciones, pero las familias guardan igualmente la distancia prudencial. "Una no sabe qué pensar, pero creo que hay demasiado alarmismo. Al final, es casi mejor ver menos el telediario y hacer lo que hay que hacer. Yo sí tengo claro que hay que traer a los niños al colegio. Y ahora se trata de confiar en que todo saldrá bien", afirma una madre cargada de razones, a la que contesta otra: "Eso, si no cierran el colegio dentro de cuatro días".
En este caso los niños entran directamente al patio y de ahí a las aulas, si bien previamente cumplen con el protocolo de seguridad y reciben el gel desinfectante de manera individual: entre los mayores de Primaria se percibe cierto ímpetu y muchas ganas por hacerlo como siempre, pero dos maestras imponen su autoridad para que el acceso sea lo más fluido posible. Y lo consiguen. En el patio, las ganas de fundirse en abrazos que comparten maestros y alumnos, todos con sus mascarillas puestas, se queda en brazos extendidos y manos alzadas para la demostración del mayor afecto, a distancia. Ya en las aulas, queda demostrado que la preservación de las distancia de seguridad es un hecho, con pupitres vacíos y sin contacto entre los alumnos. La primera lección consiste, claro, en explicar al detalle todos los protocolos de seguridad a los que habrá que atenerse. Hay nervios, más emoción, dudas, dedos levantados en el turno de preguntas y mucha paciencia que invocar. En la puerta del centro, cuando todo ha terminado, tres madres siguen de tertulia: "Queremos que salga bien todo. Somos los primeros interesados", dice una de ellas mientras cruza los dedos. Y así los mantendremos, por si acaso.
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