María Jesús Córdoba: "El campo es un mundo muy conservador, pero las mujeres estamos ahí"

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Dejó su trabajo en Sevilla para volver a su Archidona natal y dedicar su vida profesional al oleoturismo y la producción de aceite de oliva

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María Jesús Córdoba con una botella de su aceite La Samiaja. / Javier Albiñana

En la finca La Samiaja, en Archidona, María Jesús Córdoba disfruta enseñando sus olivos, explicando cómo se produce de forma ecológica ese aceite premium que luego disfrutan en el plato aquellos que eligen su cortijo para hacer una convivencia inmersiva, sin reloj, sin prisas, en contacto absoluto con la naturaleza. Esta empresaria malagueña, miembro de Amupema, dejó un contrato en una firma de la Junta de Andalucía para regresar a su pueblo y nutrirse de sus propias raíces. El oleoturismo y la producción de aceite es ahora su mundo y lo comparte con otras mujeres que, como ella, se han ganado su lugar en un sector muy masculinizado.

-¿Cómo ha terminado dedicando su vida profesional al mundo del oleoturismo y la producción de aceite ecológico? ¿Era un negocio familiar?

-La finca La Samiaja es familiar. A mi padre siempre le gustó el campo y la pudo comprar después de trabajar mucho en un restaurante. En la finca cultivaba en modalidad tradicional y producía aceituna que vendía a la cooperativa de aceite. Siempre fue muy emprendedor y le gusta mucho eso de abrir la casa al turismo. A veces hacía alguna visita, le enseñaba a los extranjeros cómo iba el tema del olivo, todo esto cuando el oleoturismo no existía. Siempre fue un pionero.

-Creo que su formación académica no tuvo nada que ver…

-No, yo mientras tanto estudié en Granada Biblioteconomía y Documentación, no tenía nada que ver. Después estuve 17 años trabajando en Sevilla, en una empresa de la Junta de Andalucía. Pero cada vez me tiraba más el pueblo, el origen. Cuando eres joven la ciudad te seduce, el ambiente cosmopolita, pero luego ganó el pueblo y dejé mi trabajo para regresar.

-¿Qué diferencia de trabajar entre libros y encerrada en salas a hacerlo al aire libre, no?

-Estoy ahora mismo como en el paraíso, mis ex compañeras me envidian. De estar casi sin ver la luz del día en invierno, a pasar la jornada al aire libre, sin jefes, con mucha libertad… es una gozada, aunque también tiene sus inconvenientes. El campo y la naturaleza me han tirado mucho desde pequeña, es mi entorno ideal. De joven lo rechazas porque quieres lo que no tienes, pero cuando maduras te das cuenta de las cosas. Yo tuve la oportunidad de volver y lo hice.

María Jesús Córdoba explica a un grupo las características de su olivar. / M. G.

-¿Y cómo enfocó el negocio?

-Vi la necesidad que había en el mercado de experiencias de inmersión en la cultura del aceite y eso es lo que yo ofrezco.

-¿Para poder dar una rentabilidad al campo más allá de la producción de aceituna?

-Exacto. Solo con la aceituna no se puede. Yo hago una edición limitada de aceite de oliva virgen extra ecológico premium, obtengo una cosecha temprana, lo molturo con temperaturas muy frías, tiene un nivel de polifenoles muy elevado y es un aceite que tiene poco rendimiento, por lo que es más caro, no es para un público general, cuesta mucho venderlo. Estoy adherida a la marca promocional de Sabor a Málaga y he tenido mucho contacto con el público en distintas ferias. He visto que la gente se interesaba por conocer, por saber qué hay detrás de la botella, cómo es el proceso… Veía la curiosidad y lo tuve claro, eso era lo que tenía que hacer, contar mi producto para poder venderlo.

-¿Cuál es su manera de dar a conocer la historia de su aceite?

-Abro las puertas de La Samiaja y ofrezco experiencias, tanto visitas de una hora u hora y media, como disfrutar del día entero o alojarte allí, porque tenemos también una casa rural en las dependencias donde antiguamente vivían los aceituneros durante la campaña. Y la verdad es que está funcionando muy bien, todo el que viene se queda contentísimo y eso es lo que más me anima. El dinero es necesario, las facturas hay que pagarlas, pero si además ves que lo que haces gusta y sirve te da una satisfacción personal que no tiene precio.

-¿Cómo son esas experiencias?

-Siempre tenemos a grupos pequeños y hacemos una visita muy personalizada. Les muestro el olivar, les explico la diferencia entre el cultivo ecológico y el convencional, el tipo de aceituna, lo que hacemos en el campo y luego vamos a la casa, un cortijo que tiene estancias originales de finales del XIX. Allí hacemos una cata de aceite, hablamos de sus características y maridaje con tapas o un almuerzo. Depende de lo que pidan, incluso cenas con flamenco. Tengo un convenio con un instituto de idiomas de Granada y me traen extranjeros para hacer experiencias del día entero y se ponen a trabajar. El otro día los tuve encalando… Siempre labores básicas y sencillas y a la medida del grupo.

Cata de aceite en el cortijo de finales del XIX. / M. G.

-¿Luego compran aceite?

-Sí, todos compran. Se llevan una botellita de recuerdo. Y no compran más porque van en avión y no pueden, y el envío encarecería tanto el precio que pagarían más por el transporte que por el aceite. Mi negocio no es la exportación, por el momento. Aunque este año he vendido un palé de 500 botellas a México. Una empresa lo quería para regalar a sus clientes en Navidad, así que La Samiaja ya se está difundiendo por el mundo.

-Las virtudes del campo quedan claras, ¿cuáles son los principales inconvenientes?

-El frío y el calor extremo, el clima es lo más duro de trabajar al aire libre, cuando hay heladas en invierno o calor insoportable en verano… Por lo demás, una maravilla.

-¿Trabaja también en el campo?

-No. Tengo contratado a un agricultor y en la temporada de aceitunas viene una cuadrilla. Cuando eres empresaria te tienes que encargar de todo y no te puedes dedicar a una sola labor. Tienes que llevar la contabilidad, las redes, las compras, la gestión… La labor que más hago es coordinar, planificar, supervisar que esté todo listo y tomar decisiones económicas, lo más difícil de todo.

-¿Le mereció la pena dejar su trabajo en Sevilla?

-Esto es más pasión que otra cosa. En mi trabajo anterior tenía mi nómina fija, mis pagas extras, mi horario de 8:00 a 15:00 y el tema económico estaba resuelto, sabía lo que iba a ganar este mes y los próximos años. Ahora no tengo nada garantizado. La pandemia nos paralizó todo, por ejemplo, y las facturas seguían llegando. Cuando tienes una empresa te olvidas de la estabilidad económica, siempre hay imprevistos, no sabes si va a ir bien mañana, más aún en el campo. Una helada o la mosca puede acabar con la cosecha.

Córdoba muestra las variedades que cultiva en su finca, picual y hojiblanca. / M. G.

-¿Por qué optó por el cultivo ecológico?

-Pretendo que la finca sea sostenible medioambientalmente, pero también económicamente. Si no tendría que arrancar los olivos y convertirla en cultivo súper intensivo, quitar la cubierta vegetal, echar a los pájaros y cargarnos la tierra, y yo esa barbaridad no la voy a hacer, aunque no tenga para comer. La Samiaja limita con el paraje natural la Hoz de Marín y aquí viven conejos, zorros, vienen jabalíes... Además, al estar en ecológico la biodiversidad es muy grande. Y queremos que siga siendo así. Pero también hay que tener dinero para seguir, así que estas tres patas de oleoturismo, casa rural y aceite están funcionando bien.

-¿Ha visto dificultades en el sector por ser mujer?

-Nadie me ha puesto palos en la rueda por ser mujer, lo que sí he visto es cierta desconfianza. Aunque eso me ha servido como un reto para demostrarles que se equivocaba. Es verdad que el campo es un mundo muy conservador pero las mujeres ya estamos ahí. Ni yo ni mis compañeras hemos vivido mayores dificultades por ser mujeres. Y las que tienen hijos lo compatibilizan estupendamente, hay un cambio generacional importante en los hombres y comparten mucho más la carga. Eso sí, hubo un proveedor al que pedía presupuesto una y otra vez y no me lo daba. Así que le llamó mi técnico de mantenimiento y se lo dio al instante.

-¿Hay más mujeres emprendedoras y que llevan sus fincas en Archidona?

-Sí, las hay, aunque muchas son las titulares pero la finca la lleva el marido. Hay otros casos diferentes. Por ejemplo, en Villanueva de Tapia la presidenta de la cooperativa es una mujer, un logro muy importante en un mundo tan de hombres como es el agrario. En los consejos también hay mujeres. Esto está cambiando. El mundo del aceite, del vino... era muy de hombres y cada vez somos más mujeres las que nos hacemos cargo y estupendamente, además.

-¿Ve ese paso hacia adelante de la mujer en el mundo agrario?

-Sí, sí. Antes era todo muy manual y se necesitaba más fuerza física, pero es que ahora hay máquinas para todo y eso ayuda a que la mujer pueda realizar estos trabajos. El único inconveniente podría ser el físico, y no siempre. Por lo demás yo creo que las mujeres somos más eficientes y resueltas, en general. Los hombres suelen simplificar más, ser más directos, y nosotras le damos más vueltas a las cosas, que es bueno para prevenir fallos y problemas, pero también requiere más esfuerzo.

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