"Habría sido difícil defender el rellenado de piscinas para turistas y dejar a los ciudadanos de Málaga sin ellas"
MARIANO SIDRACH DE CARDONA | CATEDRÁTICO DE FÍSICA APLICADA
El experto asegura que los visitantes gastan unos 160 litros de agua más al día que la población local
Señala el acople entre oferta y demanda como solución a la sequía: a través de la construcción de desaladoras y la planificación de los sectores productivos
Málaga podrá llenar sus piscinas privadas a partir del 1 de junio
Málaga/La falta de recursos hídricos es un tema que ocupa y preocupa a todos los niveles. Muestra de ello son las propuestas, cada vez más recurrentes, esbozadas por los expertos en un contexto en que toda ayuda es poca. Categorización a la que pertenece Mariano Sidrach de Cardona (Albacete, 1954), catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Málaga, vicepresidente de la Fundación Renovables (a través de la cual ha impulsado estudios sobre gestión del agua y el abaratamiento de la desalación gracias a la energía fotovoltaica) y, en definitiva, una voz a tener en cuenta en lo que al análisis de estas dos fuentes se refiere.
A partir del 1 de junio, la piscinas privadas podrán rellenarse en Málaga si los ayuntamientos así lo permiten. La Junta anunció que el levantamiento de la prohibición se fundamentaba en "el liderazgo en materia turística". Con los datos en la mano, ¿cómo lo ve?
Creo que se debe más a una medida para que la gente no proteste. Seguimos en una situación de sequía. Las últimas precipitaciones la han aliviado un poco, pero el problema no está resuelto. Habría sido complicado defender que en un momento así pudieran rellenarse las piscinas para los turistas y que los ciudadanos de Málaga no puedan disfrutar de las suyas. Lanzar el mensaje a la ciudadanía de que como el nivel de los embalses ha subido un poco el verano está salvado me parece una temeridad. No sabemos cuándo va a volver a llover. Si no lo hace, en unos meses nos vamos a encontrar en las mismas.
¿Cree entonces que se deberían haber mantenido medidas más restrictivas?
Pienso que sí. Y para todo el mundo.
Sin embargo, los cambios hasta la fecha están yendo en la dirección contraria. La cantidad de agua disponible por habitante y día ha pasado de 200 a 225 litros en diez municipios de la Costa del Sol Occidental.
Sí. Y, si se sigue trabajando por aumentar el número de visitantes, la presión sobre los recursos va a ser aún mayor. Sobre todo porque sabemos que de media un turista gasta más de 300 litros diarios mientras que la población local consume unos 137. Además, se da la particularidad de que las zonas más turísticas se corresponden con las cuencas que tienen menos disponibilidad hídrica.
¿Qué cifra se correspondería con un consumo responsable?
La Organización Mundial de la Salud estipula que un consumo sostenible está alrededor de los 100 litros con lo cual no estamos muy lejos. Al menos a nivel doméstico.
Por otra parte, el impacto de la sequía preocupa a muchas empresas (jardinería, viveros, apartamentos turísticos, socorristas) que han salido a la calle varias veces para pedir mayor permisividad en el uso de agua. ¿Es posible equilibrar esto?
El equilibrio es complicado. Porque la demanda de agua está aumentando en todos los sectores a la vez que las reservas van disminuyendo. Son curvas que divergen. El problema añadido aquí es que tampoco existe una política hídrica racional que contemple todas las necesidades. Se ponen parches acorde a lo que sucede. Tenemos que sentarnos en una mesa y decidir qué sector necesita más agua, qué sector precisa menos y cuál priorizamos acorde a los recursos disponibles. Repartir un bien escaso siempre es difícil. Pero debemos saber que lo que ocurre ahora no es algo pasajero. Al mirar las estadísticas se aprecia que nos encontramos en un ciclo muy seco sin perspectivas de que vaya a mejorar en los próximos años. Por ejemplo, la Cuenca Mediterránea Andaluza, a la que pertenecemos, tenía hace una década una media de agua embalsada del 55,5%; ahora mismo se encuentra al 31,8%. Aunque hemos mejorado respecto a los años previos seguimos en una situación muy mala.
¿Por dónde pasaría la solución?
La solución depende de acoplar la oferta y la demanda. También por ver cómo gestionamos dos de los grandes motores económicos de Málaga: el turismo y la agricultura. Lo que no se puede hacer es intentar solucionarlo tocando mayormente el consumo doméstico. Ahí poco vamos a poder ahorrar.
¿Qué propone para ponerle coto a la demanda?
Es complicado. En lo que respecta al turismo hay reticencias a establecer tasas turísticas que pudieran contenerla. En cuanto a la agricultura, habría que plantearse el tipo de cultivo: extensivo, intensivo, secano, regadío... Es reseñable el tema de los subtropicales, que se concentran sobre todo en la Axarquía, porque se adaptan muy bien al clima. Lo que no se ha pensado tanto es que esa adaptación ocurre porque tenemos un clima tropical en lo referido a temperaturas y radicación, pero no en el sentido de las precipitaciones. Habría que valorar cuántos de estos árboles son sostenibles para el agua de la que disponemos y para que el resto de economía no se resienta. La única posibilidad es una gestión sostenible.
¿Y en lo referido a la oferta en qué dirección hay que remar ahora? ¿Hacia las desaladoras?
Lo primero que hay que hacer es poner en pleno funcionamiento las más de 770 desaladoras que hay en España, que no lo están, ya que este agua es más cara y no queremos pagarla. Y construir más. Pero a eso llegamos tarde porque se tarda unos seis años en terminarlas.
Usted defiende las sinergias entre las energías renovables y la desalación. ¿Cuáles son los principales beneficios de esta correlación?
La mayor parte de los costes de las desaladoras están en el consumo eléctrico. Para producir un metro cúbico hacen falta 3,5 kilovatios-hora. Es mucho y esto repercute en su precio. El agua desalada cuesta entre 0,6 y 1 euros cada m3, mientras que los regantes aseguran que por encima del 0,4 no les salen las cuentas. Todo esto cambiaría si es emplea la energía fotovoltaica. Ahora mismo, es la que produce el kWh más barato. Por lo que si eres capaz de cubrir el 40% de todo el suministro con ella vas a tener una reducción muy significativa de los costes. Y una rentabilidad a largo plazo. Porque plantas desaladoras y fotovoltaicas se construyen para 15 o 20 años, y estarían amortizadas en seis o siete.
¿No le preocupan las contrapartidas medioambientales de la desalación?
Eso es algo que todavía tenemos que resolver. Verter la salmuera directamente al mar no es la solución. Menos aún de cara a la construcción de más plantas, porque se ocasionarían daños al fondo marino. Esto contribuiría también a que el este tipo de agua aumentara su coste. En otros países lo que se hace es aprovechar la salmuera para hacer minería de sal.
Más allá de la construcción de nuevas infraestructuras. ¿No cree que existe cierto problema en el mantenimiento? La Diputación lo va a volver a estudiar este año. Pero en 2022 ya cifró una pérdida de 7 hectómetros cúbicos anuales en 51 municipios entre fugas y enganches ilegales (equivalente a un costo de 3,5 millones de euros si el suministro se cobrase a 0,5 euros el m3).
Tradicionalmente, y hablo en términos globales, siempre se ha invertido muy poco en renovar la red. Por cada diez litros que entran en ella hay una pérdida aproximada del 25%. Las asociaciones de productores y consumidores de agua indican que en la última década solo se ha renovado un 17% de la red. Efectivamente, existe un problema de obsolescencia que hace que perdamos muchos recursos. Pero no solamente en Málaga, sino en toda España. Tenemos que actuar en todos los frentes.
Precisamente, otra asignatura pendiente parece ser la dejadez en cuanto a terminar las infraestructuras. Sobre todo cuando las perspectivas mejoran. Me refiero, por ejemplo, a las conexiones que se empezó a construir en el puerto a raíz de la sequía del 95 para traer agua en barco. Este año se ha vuelto a trabajar en ellas, esta vez en otro sitio. Pero finalmente la Junta no va a usar esa vía porque no hace falta.
Es un ejemplo claro de que no hay planificación. Cuando uno quiere impulsar una solución a largo plazo tiene que estudiar, planificar y poner el dinero. Y ya después hacer las infraestructuras necesarias. Si no tenemos desaladoras construidas, no llueve y además gastamos mucho no nos queda otra que traer agua de donde sea cuando la cosa va mal. La solución es cara, e igual llueve y no hace falta en cierto tiempo, pero está ahí para cuando sea necesario. Habla muy mal de la gestión. En este momento, si algo tenemos para poder anticiparnos a los hechos son datos. Hay que usarlos.
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