Medio ambiente desde las alturas
Desde las alturas el medio ambiente también necesita conservación. Nidos de especies en riesgo que tienen que ser protegidos a más de 30 metros de altura en paredes verticales de vértigo, semillas de pinsapos centenarios de entre 15 y 20 metros que deben ser recogidas para posteriores repoblaciones o incendios forestales a investigar cuyo origen no está a ras de suelo. Hace apenas siete meses que la llamada unidad vertical de conservación ambiental, formada por agentes de medio ambiente, funciona de forma oficial y sus siete componentes se han hecho en tan poco tiempo imprescindibles para la protección de la naturaleza en toda Andalucía. Abarcan un territorio muy amplio en el que ya han intervenido en este tiempo en 30 ocasiones y se ha visto tan necesaria su labor que tienen incluso lista de espera.
Lo que empezó siendo una afición de algunos agentes de medio ambiente por la escalada y la espeleología se ha convertido en una tarea crucial que la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio terminó por incorporar a su estructura el pasado mes de mayo. Pero fueron los propios agentes los que ya desde el año 2009 se han hecho valer en algunas actuaciones para demostrar que también hay que velar por el medio ambiente desde las alturas.
Todo empezó en el parque nacional de Sierra Nevada. Las particulares condiciones orográficas y ambientales de ese espacio hacían continuamente necesaria la intervención en lugares de difícil acceso a prueba de vértigo. Carmen Pulido, más conocida como Mentxu por sus compañeros, es una de las agentes de medio ambiente del parque granadino, una de las artífices de la unidad vertical y su coordinadora, que recordó que cuando empezaron en 2009 a actuar puntualmente "lo hicimos porque nos gustaba y usábamos nuestro propio material".
Conocedores como nadie de los espacios naturales y de sus necesidades, aseguró que "lo que intentamos fue buscar una utilidad a una afición y la unidad empezó a funcionar por voluntad propia, porque algo que nos gustaba fuera de nuestro trabajo resulta que vimos la necesidad de aplicarlo en nuestro día a día".
Cuatro agentes de medio ambiente de Sierra Nevada, otros dos de la provincia de Granada y un malagueño fueron los pioneros y valientes en apostar por la unidad hasta que consiguieron oficializarla hace siete meses, si bien lo siguen compaginando con su actividad diaria como agente de medio ambiente en sus respectivos destinos. Hasta ese momento, la Junta de Andalucía tenía que subcontratar con empresas externas algunos de estos servicios no al alcance de cualquiera.
La Consejería de Medio Ambiente se ha dado cuenta de que la unidad es una herramienta útil y no paran de salir trabajos en todas las provincias. Tanto es así que ya hay otros diez agentes de medio ambiente en fase de formación, con lo que se prevé que en el plazo máximo de un año y medio la unidad vertical de conservación ambiental crezca y pueda atender las numerosas peticiones que ha despertado su profesionalidad y buenhacer.
No tienen reconocida una especialidad específica ni ganan más dinero por hacer lo que hacen, pero su pasión por la naturaleza y la escalada a partes iguales compensa todo lo demás. Los siete intrépidos, convertidos en ángeles de la guarda de las aves amenazadas que anidan en lugares de casi imposible acceso para la mayoría de los mortales y de árboles de gran porte a los que subir implica toda una aventura, se han enfrentado en estos pocos meses a todo tipo de situaciones.
La conservación de la fauna viva es uno de sus fuertes. Este periódico tuvo la oportunidad de ver in situ cómo trabajan estos agentes en condiciones difíciles solamente salvables con la enorme vocación con la que lo afrontan. Equipados con todo tipo de material a sus espaldas y después de caminar por un sendero de más de un kilómetro en plena Sierra de Mijas en la provincia de Málaga, Cristina Debén y Emilio Prieto -ambos agentes del parque nacional de Sierra Nevada- tenían como misión en esa ocasión eliminar una vía de escalada instalada por algún grupo de aficionados hace años en un tajo de unos 30 metros de altura, en el que casualmente se encuentra el nido de la única pareja de águila perdicera que anida en la zona y de la que se tiene constancia desde hace mucho tiempo.
A apenas 50 metros de la vía de escalada se encuentra el nido de esta ave protegida, catalogada como vulnerable, que con una sola visita de escaladores a la zona "puede poner en riesgo toda la reproducción", contó Emilio. Con ayuda de Cristina preparan todo el material para descender por el tajo y eliminarla para garantizar la conservación de esta especie.
Lo primero es cumplir con todas las garantías de seguridad. No hay prisa, lo importante es que ninguno de estos agentes corra peligro en una de sus arriesgadas peripecias. "Nunca ha habido ningún accidente", dijo Cristina, que explicó que "siempre se queda uno de nosotros arriba por si hubiera que iniciar una maniobra de rescate".
Cuando todo está listo, Emilio inicia su descenso por la pared con la atenta supervisión de su compañera. Esta vez se trataba de un trabajo relativamente fácil y solamente tuvo que bajar él. pero ambos recuerdan algunas de las intervenciones en las que han participado en las que realmente lo pasaron mal.
Fue el caso de una actuación que realizaron en sierra Nevada y que consistió en subir a los nidos históricos de quebrantahuesos para tomar muestras y así poder controlar las zonas de cría. "Estaban en tajos vírgenes y en lugares muy complicados para acceder", aseguró Cristina, a la que Emilio añadió que "a nivel logístico fue una historia por el traslado del material".
Por el revuelo que se formó entre los aficionados a la escalada también recuerdan la intervención del pasado verano en una zona de escalada de Loja, donde tuvieron que deshabilitar numerosos vías de escalada que amenazaban a zonas de cría del águila perdicera.
Pero su carta de la unidad vertical es mucho más amplia y en muchos casos determinante como agentes de la autoridad. Su trabajo, por ejemplo, resultó crucial en la investigación de la causa del incendio forestal que el pasado mes de julio arrasó unas 2.000 hectáreas en la Sierra de Lújar (Granada). Tuvieron que subir al árbol que se cree que empezó el fuego por no cumplirse la distancia de seguridad de dos metros exigidas con respecto a la línea eléctrica.
En el parque natural de Grazalema, en la sima de Villaluenga del Rosario, en cambio, descendieron 138 metros bajo tierra para tomar muestras de un presunto vertido procedente de una quesería cercana y que había afectado a todo el entorno.
Su labor como agentes de medio ambiente también permitió a esta unidad confirmar que un milano negro encontrado muerto en su nido en Aznalcázar (Sevilla) había sido como consecuencia de la ingesta de cebos envenenados.
Pero su trabajo, aunque no exento de peligros, es en muchas ocasiones más amable. En estos meses de intensa actividad, han participado en la reconstrucción de nidos para el buitre negro en el parque natural de la Sierra Norte de Sevilla y para el águila calzada en el parque nacional de Sierra Nevada. En Coín también colocaron hace unos meses un nido de águila perdicera en un tajo para evitar el acceso a carnívoros.
El calendario de reproducción de estas especies es el que marca sus actuaciones y la coordinadora dijo que en época de cría, de abril a julio aproximadamente, "no paramos porque si las crías se caen de los nidos también tenemos que intervenir".
El pinsapo es otro de sus grandes protegidos. Hace un mes, recogieron 40 kilos de piñas en cuatro rodales de esta especie de los parques naturales de Grazalema y Sierra de las Nieves, en las provincias. Para ello, tuvieron que subir a árboles de entre 15 y 20 metros de altura porque las piñas salen en la copa. Toda una proeza para estos amantes de su trabajo y férreos defensores del medio ambiente.
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