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Opinión | Territorio Comanche

En el centro, donde ya hay una densidad importante de viviendas turísticas, el hecho de que los precios de alquiler se hayan disparado obedece al mismo proceso que están padeciendo en otras áreas turísticas

Explicaciones ¿de qué?

Turistas en el centro de Málaga.
Turistas en el centro de Málaga. / Javier Albiñana
José Damián Ruiz Sinoga - Catedrático de Geografía Física

03 de junio 2022 - 06:25

Málaga/Si usted se matricula en los estudios del Grado de Turismo que se imparten en la Universidad de Málaga, a las pocas clases que haya recibido sabrá que la estrategia óptima para un turismo sostenible consiste en aumentar la calidad de la visita y reducir la cantidad de visitantes, por lo que se trataría así de cumplir el deseo de los turistas de disfrutar del destino con poca masificación y con un turismo de excelencia. Esta no es tarea fácil, porque entre la totalidad de los intereses que confluyen en el desarrollo turístico de un lugar, el equilibrio se debe basar en alcanzar un sistema eficiente de gobernanza.

En un destino turístico como las Islas Baleares, el acceso a la vivienda se había complicado en los últimos tiempos, lo que suponía un obstáculo tanto para la población local como para los trabajadores que se trasladan en temporada turística, incapaces de hacer frente a los desorbitados precios que piden los propietarios en unas islas con una alta demanda de compra y alquiler por parte de extranjeros con mayor capacidad financiera, lo que a su vez explicaba la escasez de trabajadores.

Antes de ayer, este diario mostraba como el precio medio de la vivienda en Málaga se ha incrementado un 9% entre 2021 y 2020, hasta los 2.468 euros por metro cuadrado. Es el mayor incremento de todo el país y está lejos del comportamiento que ha habido en otras grandes urbes como Sevilla (0,3%), Barcelona (-0,4%), Alicante (2,1%), Valencia (-1,2%) o Madrid (2,1%).

En España solo hay ocho provincias donde el metro cuadrado supera los 2.000 euros y Málaga es una de ellas, derivado, por una parte, porque está siendo un foco para los inversores, que están comprando viviendas o edificios, tanto para la especulación como para la construcción de nuevas promociones.

Somos tierra de pelotazo fácil. No solo el Centro se está llenando de viviendas turísticas, sino que el proceso irradia al exterior. Por otra parte, la mano de obra que accede a trabajar en el sector servicios ya sea turismo o empresas tecnológicas necesitan viviendas para alojarse, y normalmente en alquiler. A eso debemos unir que la Costa del Sol es una de las provincias españolas donde se venden más casas a extranjeros y que la población sigue subiendo, con lo que al haber más demanda que oferta, el precio sube.

Esto podría tratarse de un buen indicador socioeconómico si los salarios fueran en la misma dirección, que no es el caso, puesto que el salario medio bruto anual en 2021 fue de 23.496 euros, un 3,9% menos del que había en el año 2020.

En Málaga capital el Índice de Precios de la Vivienda en Alquiler crece más que la media española (INE). Si desde 2011 en España ha subido un 5,9%, en Málaga ha subido un 10,6%, casi el doble. Sucedía igual con el precio de la vivienda como ya apuntamos el otro día en esta misma sección. Y sucede con el mismo patrón, puesto que los distritos Palma-Palmilla, Centro, Ciudad Jardín y Campanillas, son los que más han subido.

Puede entenderse en el caso de Campanillas, con el Parque Tecnológico de Andalucía y la ampliación del Campus de Teatinos, muy cercano. Pero en el centro, donde ya hay una densidad importante de viviendas turísticas, el hecho de que los precios de alquiler se hayan disparado ya obedece al mismo proceso que están padeciendo en otras áreas turísticas, como hemos reseñado en el caso de las Baleares, con el pequeño detallito de que aquí no estamos en una isla, no tenemos el suelo encorsetado, y, sin embargo, se padece una dinámica insular.

No solo afecta al centro, sino que este proceso en mancha de aceite se expande hacia los distritos de la periferia, esos barrios a los que el consistorio pretende inundar con el maná del turismo ruidoso de vomitera. El tema podría tener un carácter anecdótico si no fuera porque en esas zonas en las que se empieza a disparar el precio del alquiler, coincide con que poseen unas rentas muy bajas.

El diseño es de manual del buen segregador, puesto que sube el precio de alquiler debido a la proximidad de la zona más turística, pero como la renta es muy baja, los vecinos tendrán que hacinarse o buscar áreas más baratas en el extrarradio, y, por tanto, la zona pasa a tener un uso turístico en vez de residencial. Lo que viene siendo el pelotazo trifásico en diferido: anuncio turismo de periferia, pasan cosas, me forro.

Aunque debe ser más fácil ir con la manita por delante recibiendo “parabienes” o haciendo la ola a tiempo completo al repartidor de turno, conviene insistir en los riesgos derivados de la excesiva especialización en el sector turístico, y de los peligros que pueden derivarse de eso tan castizo como lo de poner todos los huevos en el mismo cesto.

Hay un problema social que tiende a expandirse de forma centrifuga desde el centro de la capital hacia los barrios de la periferia inmediata y que pone en riesgo zonas de rentas bajas, que sencillamente no podrán pagar los aumentos en los precios del alquiler, con lo que las viviendas pasarán a engrosar la nómina de los pisos turísticos. Este es un modelo caótico basado en la desegregación social de un ámbito urbano, se analice por donde se quiera.

Una buena muestra de ello es que faltan camareros, en esencia, porque hay unos criterios de selección hacia mejores trabajos dentro del sector, dado que se trata de un trabajo muy esclavo con sueldos muy bajos que con los precios de los alquileres actuales requiere o población local o guetos sociales. Es que nadie quiere trabajar 12 horas por el precio de 8, mientras cotiza solo 4, con lo que van a tener que cerrar los bares, aunque igual deberían probar a pagarles más.

Llegados a este punto y, considerando la linealidad del proceso, quizá habría que cuestionar seriamente la estrategia municipal de “chonificar” Málaga llevando a los barrios el turismo chungo de las muñecas inflables, litrona en mano, ruidos y vomiteras, para preservar el centro a los restaurantes de mantel de tela.

Este puede ser un buen momento para apostar por un futuro en el que Málaga sea menos dependiente del turismo masivo merdellón, lo que podría reportar beneficios para los residentes, que podríamos recuperar la ciudad y, para los visitantes que disfrutarían de un turismo cultural urbano de mayor calidad y no masificado, lo que redundaría en el crecimiento, mejora y calidad del mercado laboral del sector.

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