Negociadores de la Policía Nacional, la palabra como arma: "No somos magos ni tenemos una varita mágica"
Isabel Espejo, inspectora jefa de la UFAM, trató de disuadir al hombre que se atrincheró armado y con su compañero de piso como rehén hace unos días en Marbella
Un hombre armado con un cuchillo se atrinchera con su compañero de piso como rehén en Marbella
Sin armas y sin violencia. Con la palabra como única arma. Así actúan los negociadores de la Policía Nacional ante incidentes críticos en los que alguna vida humana corre peligro; al más puro estilo Danny Roman y Chris Sabian en el Chicago de los años 90, aunque sin olvidar que, a diferencia de la ficción, en la realidad no hay técnica infalible para doblegar a un atrincherado o a un secuestrador. “No somos magos ni tenemos una varita mágica”, explica a Málaga Hoy la inspectora que conversó con el joven de 32 años que se parapetó armado y con su compañero de piso como rehén en una vivienda en Marbella hace tan solo unos días.
Cualquier día, a cualquier hora suena el teléfono y los negociadores de la Policía Nacional se colocan el chaleco antibalas con su distintivo. Tras examinar la situación y ratificar que su presencia en el lugar de los hechos es precisa, salen corriendo. Para poder entablar una conversación fluida con la persona que se encuentra en peligro o está causándolo, lo ideal es colocarse lo más cerca posible tras un perímetro de seguridad previamente establecido por agentes de otras unidades. El resto, además de “trabajo en equipo”: escucha activa, asertividad y mucha empatía.
De eso, Isabel Espejo, que trata desde hace más de dos años con víctimas de violencia de género, sabe un rato. La también jefa de la Unidad de Atención a la Familia y Mujer (UFAM) de la Comisaría Provincial de Málaga detalla que el propósito inicial es conectar con el individuo para crear un vínculo y tranquilizarlo, aunque “sin hacerle promesas que no se pueden cumplir”, apostilla. “Hay que saber decir no cuando toca porque a veces solicitan drogas o alcohol. Lo contrario puede ser un arma de doble filo. Si te pillan en algún renuncio toda esa confianza que han depositado se pierde”. Si bien la situación se minimiza, no se oculta. “Siempre que se pueda, incluso se les avisa de lo que va a ir pasando para no se asusten”.
En el incidente del pasado 6 de julio, la inspectora Espejo lamenta que el protagonista -ya conocido de la Policía por constarle distintos antecedentes y desatar en en el vecindario episodios violentos con lanzamientos de objetos desde la terraza, además de amenazas- “no tenía un relato coherente”, lo que dificultó la negociación. “Tenía delirios; a veces quería hablar conmigo y otras no”. Al principio, el rehén consiguió comunicarse con los agentes, asegurando así que se encontraba en buen estado; unas tres horas y media después, se decidió precipitar la entrada en la vivienda al no tener noticias de él durante un tiempo.
Eran las 10:00 cuando la Sala del 091 recibía la alerta de que una persona tenía retenida a otra contra su voluntad. La Brigada Local de Seguridad Ciudadana de la Comisaría de Marbella activó los primeros recursos con varias patrullas. Los primeros intervinientes, incluida la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), se toparon con la resistencia del presunto agresor, que presentaba las facultades mentales mermadas. Y es que, a juicio de la líder de la UFAM en Málaga, la crisis sanitaria originada por el Covid-19 agravó, en algunos casos, estos trastornos. “Observamos que a veces los causantes de estos incidentes dejaron de tomar la medicación durante la pandemia y se les perdió el seguimiento”.
Tan solo diez días después de que comenzara el confinamiento más estricto por el coronavirus, en las inmediaciones del Parque de la Paloma, en Benalmádena, un hombre se atrincheró en su domicilio y amenazó con volar el edificio mediante una deflagración de gas. Isabel Espejo, al otro lado de la puerta, trató de disuadir al individuo a lo largo de cuatro horas de conversación. Sus manifestaciones tampoco eran racionales y la alternativa fue “entretenerlo para que no se autolesionara ni provocara ninguna explosión mientras el equipo táctico lograba acceder al interior del inmueble”.
En lo que va de 2024, la negociadora de la Policía Nacional en la provincia de Málaga -que desempeña esta función junto a otro compañero- ha asistido a tres intervenciones. Si bien, desde 2016, cuando llevó a cabo el curso de especialización y obtuvo el título habilitante, Espejo confiesa que hay algunos servicios que le han dejado huella. Recuerda especialmente el caso de un hombre (superaba los 40 años) que se encaramó a la cornisa de una planta 16 de un hotel en Fuengirola. Su intención, lanzarse al vacío. “Le hablaba una y otra vez sin obtener respuesta hasta que decidí cambiar de instrumento y utilizar el silencio”. “Le pregunté si prefería que no le hablase en dos minutos y le dejara pensar, me contestó que sí y a la vuelta pudimos rescatarlo”, relata.
En el pulso contra el intento de quitarse la vida no hay palabra clave, pero “hablar del tema es bueno”, defiende. Al contrario de la creencia mayoritaria, la negociadora aboga por que “la persona, siempre que quiera, cuente su situación para intentar llegar al punto de fuga”, es decir, al motivo que le ha llevado a esa determinación. “Cuando uno atraviesa ese momento está totalmente desesperanzado y sentirse escuchado a veces es un alivio”.
De cada incidente, Espejo destaca la enseñanza personal y profesional aprendida. A pesar de que la disponibilidad es absoluta y cumple con su función por “amor al arte”, pues no está remunerado, la inspectora reconoce que “es una labor muy gratificante”. No hay una guía de actuación ni tampoco una fórmula común. Cada caso es único y particular; una nueva oportunidad para salvar una vida.
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