El diagnóstico de los nómadas digitales: "Málaga tiene muy pocos competidores"
Los teletrabajadores se establecen por el clima o la gastronomía, pero temen un encarecimiento del coste de la vida
"Los nómadas digitales son positivos a nivel macro, pero en los barrios gentrifican"
¿Qué dicen los nómadas digitales de Málaga?
Málaga/Málaga es vista cada vez con mejores ojos por los teletrabajadores. Los motivos son muchos: el buen clima, la hospitalidad de la gente, la gastronomía… El caso es que la capital, cuyo principal encanto hasta hace no mucho se circunscribía al turismo de sol y playa, resalta ya sobre otros destinos a modo de paraíso para los nómadas digitales. Tanto es así que el último ranking Executive Nomad Index, realizado por Savills Plc y que escoge las 20 mejores ciudades del mundo para trabajar en remoto, coloca a la ciudad en el segundo escalafón, sólo por detrás de Dubai.
Eso mismo, qué si no, debió pensar Marcos Vázquez, madrileño de 31 años que lleva más de dos viviendo en Málaga. Y, aunque la empresa a la que pertenece, una multinacional tecnológica cuyo nombre no se puede publicar (ya se sabe: los gigantes de la innovación son también gigantes de la burocracia), tiene sede en el PTA, él está destinado a la oficina de su ciudad natal, por lo que trabaja desde casa.
Tras unos minutos de charla, los motivos de su mudanza salen sin mucha dificultad: “Madrid es estrés. Málaga es una de las ciudades con más horas de sol y, pese a que en comparación es más pequeña, tiene un espíritu grande", explica este ingeniero de la construcción. “Todo lo que necesitas está a media hora, eso te da mucha facilidad para trazar una rutina”, añade.
Al ser preguntado por la efervescencia del sector tecnológico en la capital, se muestra muy atento a los movimientos que se están produciendo de un tiempo a esta parte. Le interesa particularmente el sector de desarrollo de proyectos en la nube (a ello se dedica). Aunque también le merece una opinión positiva el nicho de la innovación en términos generales, del que recalca el "aumento del número de negocios y la facturación”, y, claro, el "incremento de nuevas ofertas de trabajo", que no dejan de tocar a su puerta.
Por contra, no le merecen tan buenos halagos las contrapartidas que genera esta situación, sobre todo en cuanto a encarecimiento de la vivienda se refiere. “Vengo de Madrid, conozco bien lo que es un sector inmobiliario inflado. A mí me afecta un poco menos porque tengo una casa en propiedad, pero sí que se nota”, explica. Con todo, cree que las bondades de Málaga prevalecen sobre los efectos negativos y que tiene “pocos competidores” en eso de atraer nómadas digitales. “Ni Amsterdan ni Londres, quizá el único equiparable sea Lisboa”. No obstante, reconoce, sentirse muy a gusto aquí. “Me gusta mucho la ciudad, poder pasear por la playa en invierno sólo con un jersey no tiene precio”.
Comparte la misma opinión Emili Daykin (28 años), ingeniera de sofware de Blinkist, una scale-up alemana que ofrece resúmenes de libros y podcasts, que, pese a haber vivido en distintas ciudades del mundo (hasta sus orígenes son un tanto cosmopolitas: es "mitad inglesa, mitad tailandesa), reconoce que le "encanta" Málaga.
A la que llegó, quién lo diría, gracias al covid. "Me mudé aquí en 2020, el primer verano de la pandemia. Hasta entonces, trabajaba en Londres para una empresa de Nueva York, pero la situación me dio la oportunidad de preguntar a mi jefe si podía hacerlo desde el extranjero. Un año después, cuando tuvimos que volver a la oficina, no quería irme de Málaga, así que... ¡renuncié!".
Una elección que se fundamenta en factores como "la comida, la cultura, la gente y el escenario tecnológico en auge". Motivos más que suficientes para que se plantee quedarse aquí definitivamente. "Es una ciudad habitable y bonita, su tamaño es perfecto y es muy fácil hacer nuevas amistades", destaca. Algo que, opina, potencia que cada vez más personas vengan a vivir aquí. Eso sí, cree que habría que tener cierto cuidado para evitar desequilibrios. "Me emociona ver el futuro de Málaga, no obstante, espero que no llegue a ser tan internacional como Barcelona".
Daykin, además, cree que este escenario "aporta más ventajas que desventajas"; con todo, le preocupa que la ciudad pueda "perder parte de su esencia" y que la población "no sea capaz" de hacer frente al incremento del coste de la vida.
Distinta es la historia de Adrián López, ingeniero industrial madrileño de 32 años dedicado al suministro y la logística aplicada al sector aeroespacial en la misma empresa que Marcos Vázquez, por lo que el nombre sigue siendo igual de confidencial que varios párrafos más arriba. Coincide con él, asimismo, en estar en plantilla en la oficina de la capital, por lo que su estancia en Málaga es completamente deliberada. Sin embargo, su caso tiene un matiz particular. Vino a Málaga "por amor".
Al principio, optó por alquilar un piso en Airbnb junto a su pareja, "cuando aquello todavía era barato", aunque acabaría transladándose varias veces en poco tiempo. “En Madrid vivíamos en un piso caro, y de una habitación, además los dos teletrabajábamos y pasaba lo que pasaba: que tu toses, que tu haces ruidos, que mejor me voy a otra habitación pero no hay sitio…”. Lo que a todos durante el covid, pero para ellos todos los días.
De Málaga le gusta, fundamentalmente, su clima, dado que "hace menos calor en verano y menos frío en invierno” respecto a Madrid, pero también sus conexiones por tierra y aire: la llegada del Iryo le parece un "gran avance", sobre todo por cuanto a reducción del costo del billete se refiere; mientras que del aeropuerto destaca su "gran capacidad", e indica que al ser de la capital es algo que daba por hecho, hasta que vio a amigos suyos de Cádiz y Sevilla "desplazarse aquí para coger un vuelo".
Para López, la parte negativa radica en el costo de la vida que "poco a poco se va igualando" al de su ciudad. "Tengo amigos de la universidad que han intentado venirse aquí y siguen viviendo en otro sitio porque no pueden permitírselo", explica a modo de ejemplo. Asimismo, echa de menos una oferta cultural más potente y variada. "A la hora de ver un monólogo, por ejemplo, es complicado porque muchas veces no contemplan actuar aquí", lamenta.
En resumidas cuentas, estos tres nómadas digitales entienden, igual que cualquier otro malagueño, la cara más positiva de la ciudad, que les aporta lo que demandan, pero también deslizan que es necesario controlar lo que funciona peor.
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