Paisaje después del páramo: una Málaga ilustrada

El legado cultural de Pedro Aparicio comprende la Fundación Picasso, la OFM y la recuperación del Teatro Cervantes entre otros hitos de altura

Consultando un programa con el joven actor Antonio Banderas.
Pablo Bujalance Málaga

26 de septiembre 2014 - 01:00

Si el legado de Pedro Aparicio en cuanto a la transformación de Málaga se cuenta en términos absolutos, de la nada al todo, de la villa provinciana a la capital del sur de Europa en todos los ámbitos (aunque convendría no olvidar, ni siquiera hoy, la gama de grises), lo cierto es que en lo que a cultura se refiere Málaga experimentó durante su periodo en la Alcaldía una transformación de muy difícil parangón en el resto de España. En los años 80, Málaga defendía su posición cultural en virtud de su tradición literaria e impresora, sostenida desde la Generación del 27 y la posterior actividad casi clandestina de Caracola, así como desde los festivales grecolatinos que Miguel Romero Esteo organizaba en el Teatro Romano como herencia de la divulgación promulgada por Ángeles Rubio-Argüelles. Con Pedro Aparicio, Málaga recuperó el Teatro Cervantes, recuperó a Picasso a través de la Fundación Casa Natal, ganó para el futuro a la Orquesta Ciudad de Málaga (posteriormente rebautizada como Orquesta Filarmónica) y vivió un esplendor marcado por una actividad y una agenda que poco tenía que envidiar a otras capitales de mayor volumen. Desde un páramo en que lo cultural se había quedado en lo anecdótico, Málaga aprendió a aceptar la cultura como definición propia. Tanto, que este legado es el que hoy, en 2014, sigue marcando la pauta.

Cuando se le insinúa a quien fue su concejal de Cultura durante más tiempo, Francisco Flores, que tal vez la única gran aportación cultural del Ayuntamiento a la cultura malagueña tras la salida de Aparicio fue el Festival de Cine Español, el ex edil puntualiza: "Pero el festival también empezó con nosotros. Carlos Taillefer me presentó a Salomón Castiel y ahí empezó todo. Lo que pasa es que con el cambio de Gobierno se empezó a contar las ediciones desde mucho más tarde". Flores explicó ayer que Aparicio era "un lujo para los concejales de Cultura. Durante un tiempo fui presidente de los ediles del ramo de la Federación de Municipios, y ahí conocí cómo se cocía el asunto a nivel nacional. Los alcaldes marcaban sus pautas y los concejales se cuidaban mucho de estorbar. Recuerdo cuando Pasqual Maragall fichó al arquitecto Oriol Bohigas como concejal de Cultura: se dijo que gracias a aquella medida se iba a transformar la vida cultural de Barcelona, pero Bohigas dimitió apenas dos años después y la vida cultural de Barcelona la siguió dictando La Caixa. Pero con Pedro Aparicio era muy distinto. Él escogía a personas de su confianza y delegaba en ellos tal y como uno esperaba. Siempre ejercía de alcalde, pero nunca se inmiscuía más de lo necesario".

E ilustra Flores esta postura con la siguiente anécdota: "El origen de las Serenatas de la Luna Joven fue una carambola. Teníamos la oportunidad de traer a Luis Eduardo Aute, pero entonces sólo se hacían conciertos en la Feria y Aute únicamente tenía fechas disponibles después de la edición de aquel verano. Había que inventarse algo para promocionar aquel concierto, y se nos ocurrió lo de las Serenatas de la Luna Joven. Se organizó todo muy rápido y al alcalde, que estuvo fuera esos días, no se le comunicó nada. Yo asumí la responsabilidad y seguimos adelante. Aparicio regresó el mismo día del concierto y se encontró con aquello ya montado. Yo me esperaba una bronca, claro, pero cuando vio toda la gente que asistió a la actuación y lo bien que salió todo, me dijo que había que repetirlo. Y así se hizo. Eso sí, eran otros tiempos. Entonces, te podías traer a Radio Futura a la Plaza de Toros por 300.000 pesetas y ganarle un millón". Aquellos fueron los años de grandes conciertos en la Rosaleda a cargo de músicos como Genesis, Queen y Paul Simon, que llegó a Málaga en julio de 1989 dentro de su gira Graceland "y salió encantado. Tanto, que se quedó una semana con Carrie Fisher, con quien estaba casado entonces. Hasta vieron los fuegos de la Feria", recuerda Flores, que glosa así la impronta cultural de Pedro Aparicio: "Era muy atento. Siempre indagaba, siempre buscaba, siempre quería saber más. Era otra cosa".

Junto a la recuperación para la ciudad del Teatro Cervantes (que absorbió como nueva sede el Festival de Teatro procedente del Teatro Romano, y para el que siguió contando ediciones de relevancia internacional en sus primeros años, también bajo la dirección de Miguel Romero Esteo), el proyecto cultural en el que Aparicio mostró más ambición fue la constitución de la Orquesta Ciudad de Málaga. El actual gerente de la OFM, Juan Carlos Ramírez, era entonces administrador de la gerencia y sólo coincidió con Aparicio, entonces presidente del Consorcio, en un consejo de Administración: "Pero él mismo contó no hace mucho, con ocasión del 20 aniversario de la OFM, que hubo dos momentos en los que puso su dimisión sobre la mesa, y uno fue a cuenta de la orquesta. Dijo que si no salía adelante, se iba. A finales de los 80, la Junta de Andalucía quería organizar una orquesta a nivel andaluz, pero Aparicio fue a Sevilla y preguntó cuánto costaría poner algo así en marcha. Cuando se lo comunicaron, propuso que se partiera la cantidad en dos partidas, una para invertir en una orquesta en Sevilla y otra para hacerlo en Málaga. Y le hicieron caso. Rojas Marcos, que era entonces alcalde de Sevilla, se hizo evidentemente muy amigo suyo".

Otro gran bastión cultural de Aparicio fue la Fundación Picasso, cuyo primer director fue Eugenio Chicano. El pintor, que llevaba viviendo en Verona desde 1970, recibió el encargo de su puesta en marcha en 1986 y se trasladó a Málaga. "Mucho antes, en los 60, cuando se constituyó el Ateneo y yo era vocal de artes plásticas, se habló de comprar la casa natal de Picasso, pero nos resultó imposible. Cuando Aparicio me propuso lo mismo, lo vi claro y acepté. Yo le sugerí que, dado que no disponíamos de fondos de arte, lo que teníamos que hacer era un centro de documentación. Por entonces, la informatización de los museos estaba en pañales, y ahí podíamos obtener ventaja. La Fundación se inauguró en septiembre de 1988, y poco después ganamos el Premio Nacional de Fundaciones y la adhesión de la Unesco, que nos dio mucha proyección. Nuestra agenda de actos, con Los lunes con Picasso y el Aula Picasso, era importante: trajimos a Luis Rosales, Octavio Paz, Dámaso Alonso, Fernando Arrabal y Severo Ochoa". A comienzos de los 90, las exposiciones Picasso Clásico y Picasso: Primera Mirada, organizadas por la Junta en el Episcopal, constituyeron el germen del Museo Picasso.

Hasta la Feria del Sur de Europa, con su variante del Centro, ganó sabor cultural. Quién lo diría.

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