Paseando por Roma X: Desde Piazza Navona a la Fontana di Trevi
EL JARDÍN DE LOS MONOS
La Plaza Navona es uno de los puntos de mayor concentración turística de la ciudad y es prácticamente el centro geográfico de la Roma histórica. Desde ahí se puede callejear hasta Piazza di Pietra, que da a Vía del Corso y, por una callecita lateral a la Galeria Colonna, de bruces con la Fontana di Trevi
Paseando por Roma IX | De la Chiesa del Gesú al Panteón
Giorgio Vasarí, nuestro cicerone, declamó: -“Si por casualidad te topas, César, con mis libritos, deja de fruncir tu entrecejo, señor del mundo”. Así presentaba sus epigramas el poeta Marcial al emperador Domiciano en el “Certamen Capitolium” (una especie de juegos griegos con competiciones gimnásticas y literarias) del año 86 celebrado en el Estadio de Domiciano. Estadio que hoy ocupa la Piazza Navona.
Éste fue el comienzo de este ameno e ilustrado paseo por el centro histórico de Roma, acompañados por el arquitecto, historiador y biógrafo, Giorgio Vasari.
-Aunque la plaza tiene edificios de gran interés, los monumentos artísticos más importantes son las fuentes. Esta primera fuente en la que nos encontramos se llama la “Fontana del Moro”. Es obra del arquitecto Giacomo della Porta y se inauguró en 1575. En un principio tenía un delfín central y cuatro tritones. Posteriormente se le añadió el moro esculpido por Bellini. Hay que decir que las esculturas originales están en la Galería Borghese, así que aquí estamos viendo unas reproducciones. Acerquémonos a esta otra fuente del centro de la plaza llamada “Fontana dei Quattro Fiume” (Fuente de los cuatro ríos) que fue inaugurada en 1677. El papa Inocencio X, cuya residencia familiar, el “Palacio Pamphili”, da fachada a la plaza, se la encargó a Bernini después de ver su maqueta.
La fuente es una piscina ovalada con una mole de mármol en el centro en la que se apoya un obelisco egipcio (otro de los que se trajo Domiciano), coronado con el emblema de la familia Pamphili. Sobre la misma mole marmórea, a los cuatro lados, se encuentran las esculturas que representan a los cuatro dioses fluviales que le dan nombre a los ríos más grandes del mundo conocido a mediados del siglo XVII: el Danubio en Europa, el Nilo en África, el Ganges en Asia y el Rio de la Plata en América. Del agua manada entre las rocas sobresalen multitud de animales y plantas esculpidas que van apareciendo a la vista conforme el espectador se mueve en torno a la fuente. Es una de las obras cumbres de Bernini realizada en el momento de mayor plenitud creativa del artista. La tercera fuente, la “Fontana del Nettuno”, de la misma fecha que la del Moro, fue diseñada también por Della Porta, pero solo tenía el vaso, ya que era una fuente para ser utilizada por los caldereros que habían en la zona. Las esculturas, Neptuno luchando contra monstruos marinos y caballos en plena huida, mientras las nereidas reposan junto al dios, fueron colocadas a finales del s. XIX. Son obra de los escultores Antonio della Bitta y Gregorio Zappalá.
Continuó Vasari con su perorata: En el centro del lateral oeste de la Plaza se encuentra la iglesia de “Sant´Agnese in Agone” (Santa Inés en Agonía). Está justo donde se encontraban las gradas del Estadio de Domiciano y donde, parece ser, fue martirizada Santa Inés. Es barroca del s. XVII y obra, entre otros arquitectos, del suizo Francesco Borromini. La iglesia se hizo bajo el auspicio del papa Inocencio X, Pamphili.
La Plaza Navona es uno de los puntos de mayor concentración turística de Roma y es prácticamente el centro geográfico de la Roma histórica. Así que, siempre está de ambiente ¡a reventar!
Continuó Vasari como queriendo darle cierta intriga al desenlace de este paseo: -Terminado el itinerario que quería enseñaros, antes de despedirnos os acompañaré hasta esa gran obra del barroco romano que estáis deseando ver y que os estaréis preguntando… ¿dónde se habrá metido? Pues está muy cerca de vuestro hotel. Así que vamos.
Ya nos imaginamos que se estaba refiriendo a la famosísima Fontana de Trevi. Desde Piazza Navona nos llevó callejeando hasta la Piazza di Pietra para enseñarnos el “Templo de Adriano”: -Del templo se conservan once columnas de orden corintio, de 15 metros de altura, que forman parte de la fachada de un edificio construido en el siglo XVI y que, desde finales del siglo XIX, está destinado a contener el Palacio de la Bolsa. El templo, al que pertenecen las columnas, lo construyó el emperador Antonino Pío en honor a su padre adoptivo Adriano en el año 145.
Desde la Piazza di Pietra salimos a Vía del Corso y, por una callecita lateral a la Galeria Colonna (o Galería Alberto Sordi), fuimos a dar de bruces con la “Fontana di Trevi”.
Corría el año 1960. No había hombre en el mundo que no soñara con ser él a quién aquella belleza de melena rubia que, empapada, desde dentro de la Fontana de Trevi, le gritara: “Come here” (“Ven aquí”). Ni había mujer que no soñara en ser ella quién, bañada en la Fontana, le gritara lo mismo a Marcelo. Esa escena de “La dolce vita” de Fellini, con Anita Ekberg y Marcelo Mastroianni, se convirtió en un icono para aquella generación. No hay turista en Roma, mujer u hombre, que no se acerque a la Fontana di Trevi soñando en ser protagonista de aquella voluptuosa escena, ni que no tire al agua, con la mano derecha sobre el hombro izquierdo, algunas monedas, ya que según el mito nacido en 1954 con la oscarizada película “Tres monedas en la fuente”, si se lanzaba una moneda se volvería a Roma, si se arrojaban dos se encontraría un amor italiano y, si tres, la boda estaba garantizada. Aunque, hoy día, la mayoría de los visitantes se conforman con tirar una moneda y hacerse un selfi. Lo cierto es que cada año se recogen del vaso de la fuente más de un millón de euros.
Vasari nos explicó que en la antigua Roma había costumbre de finalizar los acueductos que portaban agua a la ciudad en una fuente: -Ya lo vimos -nos dijo- en las ruinas de “Los trofeos de Mario” en la Piazza Vittorio Enmanuele II. En el siglo XV, se resucitó dicha costumbre perdida desde hacía siglos y, cuando el acueducto (destruido por los visigodos de Alarico en el s. V) se restauró, el papa Nicolás V mandó construir una fuente. Aquella no fue más que una pileta diseñada por el arquitecto renacentista León Battista Alberti. En el s. XVII, el papa Urbano VIII le encargó a Bernini que le hiciese una fuente más monumental, pero el proyecto fue abandonado a su fallecimiento, así que la única aportación de Bernini fue cambiarla de sitio. La puso enfrente del Palacio del Quirinal, por entonces sede papal, apoyada en una de las fachadas del Palacio Poli, para que el papa la pudiese ver desde sus aposentos. Al final la fuente se construyó entre el año 1730, en el que el papa Clemente XII sacó a concurso el proyecto, y el año 1762. Intervinieron sucesivamente varios escultores. De Pietro Bracci es el dios Océano del nicho central y de Filippo della Valle son las esculturas de la Abundancia y la Salubridad que están en los dos nichos laterales. El conjunto, que gira en torno al tema “Domando las aguas”, fue diseñado por Nicola Salvi y en él aparecen dos hipocampos llevados por sendos tritones, uno está calmado y el otro desbocado, haciendo referencia a un mar en calma y a un mar embravecido.
Giovanni Pannini acabó la fuente añadiéndole una escultura de Agrippa y otra de la benévola diosa romana de las encrucijadas, Trivia. Todo ello sobre un telón de fondo en el que destacan cuatro gigantescas columnas de orden corintio que enmarcan los tres nichos.
Después de tan detallada y larga explicación sobre la Fontana di Trevi nuestro cicerone se despidió: -Y aquí, queridos amigos, acabo. Ha sido un placer acompañaros. Y ya sabéis que Giorgio Vasari de Arezzo queda a vuestra disposición en su obra: “Le vite de´piú eccellenti pittori, scultori e architettori”. Dicho esto desapareció.
La jornada había sido intensa e interesantísima, especialmente por lo agradable que nos la había hecho nuestro cicerone Giorgio Vasari. A él le debemos el conocimiento de esa parte de la Historia del Arte que bautizó como el Renacimiento, y además de su obra arquitectónica nos dejó una buena muestra de obra pictórica y algunas esculturas, entre las que destaca el monumento funerario dedicado a Miguel Ángel que se encuentra en la Basílica de la Santa Cruz de Florencia. En el Museo del Prado tiene un óleo sobre tabla, “La oración en el huerto”, que no está expuesto, así como varios dibujos a tinta. A Vasari le debemos también el interés por el dibujo como arte, del que fue un gran coleccionista.
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