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Persecución por la A-7 con cuatro supuestos atracadores a la fuga tras robar en un estanco de Rincón de la Victoria y huir con el botín hasta el polígono Santa Bárbara, en Málaga. Una actuación conjunta entre la Policía Local del municipio, la de la capital malagueña y Policía Nacional permitió dar alcance a los ocupantes. Dos de ellos fueron detenidos mientras que el resto lograron escapar, según han explicado a este periódico fuentes municipales.
El asalto ocurrió la pasada noche. Un aviso hacía saltar las alarmas después de que un grupo de ladrones forzara la persiana del establecimiento y accedieran al interior. Se hicieron, presuntamente, con dinero en metálico, aunque la cantidad no ha sido precisada.
La Policía protagonizó una persecución de 20 kilómetros que dio comienzo en Benagalbón, pedanía de Rincón, y acabó en Málaga capital. Al percatarse de la presencia policial, los atracadores emprendieron la huida a bordo de un vehículo, desobedeciendo las señales de alto policial de los agentes, que activaron los dispositivos acústicos y luminosos del coche patrulla.
En un momento dado, un vehículo de la Policía Nacional pudo cortar el paso al coche fugado. Varios de los ocupantes escaparon a pie. Policías locales dieron alcance a uno de ellos. El automóvil en el que viajaban los implicados en el robo continuó la marcha y terminó golpeando a un coche de la Policía Local de Málaga. En ese momento, el conductor fue reducido por efectivos de ambos cuerpos policiales. Había ocasionado, presuntamente, daños en hasta tres vehículos oficiales.
La investigación continúa abierta para tratar de localizar a los otros dosatracadores que no pudieron ser atrapados. Los dos arrestados han sido puestos a disposición del juzgado para la adopción de las medidas cautelares correspondientes.
Hace unos días, la Policía Nacional detuvo al presunto autor del atraco a una cajera de un supermercado de Ciudad Jardín, con la que empleó la técnica del mataleón. Aún era de día cuando un joven irrumpió en la tienda, la estranguló y apuntó con un cuchillo para hacerse con el dinero de la recaudación. A los días, el sospechoso habría intentado hacer lo mismo con otra mujer en plena vía pública.
Ocurrió el pasado miércoles 24 de abril, sobre las 20:50, en el número cinco de la calle Juan Montes Hoyo. Elizabeth estaba sola en la tienda. Apenas quedaban diez minutos para que cerrara. Ya había hecho el arqueo de caja y dejado en su interior tan solo unos cuantos billetes para el cambio; el resto los guardó en una bolsa. Tenía la puerta del establecimiento abierta para que corriera algo de fresco. Estaba sentada, haciendo anotaciones en una libreta cuando un hombre -con una mascarilla transparente- irrumpió en la tienda, se abalanzó sobre ella por la espalda y le practicó la técnica del mataleón.
Aunque la mujer trató de zafarse empujándolo hacia atrás, cayeron al suelo y entonces el individuo la agarró del cuello para comenzar a presionar fuerte con su antebrazo mientras le decía: "¿Dónde caja?", recuerda la dependienta. Ella le indicó con la mano que debía pulsar en la pantalla que tenía frente a él para abrirla. "Él no lo entendía y seguía preguntándome, pero no podía hablar porque me hacía parar la respiración. Llegó un momento en el que cerré los ojos y me resigné", relata.
A los pocos segundos, tal y como se aprecia en la grabación de la cámara de seguridad - a la que este periódico ha tenido acceso-, el ladrón logró desbloquear la caja registradora y cogió unos cuantos billetes que sumaban alrededor de 130 euros, siempre según el relato de la víctima, que pensó que ahí había quedado todo. Pero, el ladrón tenía otros planes. El botín le pareció pobre y, sin dejar de presionar el cuello de la mujer, la levantó del suelo y la condujo hasta el baño. "¿Dónde otro dinero?", recuerda que le preguntaba mientras le pasaba un hilo de aire por la garganta.
Una vez en el aseo le advirtió -en inglés- de que tenía que hablar. La cajera trataba de comunicarle que allí no había dinero cuando el ladrón la apuntó, supuestamente, en el abdomen con un cuchillo que había en aquella estancia. "Ahí pensé que me iba a matar". Reconoce que en esos momentos le inundó la "desesperación" porque allí nadie la escucharía aunque pidiese auxilio.
Continuaba estrangulándola y Elizabeth no conseguía apenas articular palabra, aunque logró darle algunas indicaciones de dónde se encontraban las ganancias de aquel día. A los minutos, el ladrón desistió y soltó a su víctima. Se estaba marchando cuando observó una caja de cartón tras el mostrador en la que creyó que podría haber algo de dinero; no encontró nada y terminó abandonando finalmente el comercio.
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