"¡Profe! Nunca había visto cómo recolectar las patatas"
Medio centenar de niños y niñas participan estos días en el campamento de verano de Málaga Acoge, que este año se celebra en la Granja Escuela Parapanda
Marvin ha elegido cantar Ai Se Eu Te Pego, mientras que Fátima ha cantado de carrerilla A quién le importa. Cuando acaban, Diego vuelve a agarrar el micro y pide un aplauso para ellos. Segundos después, también se arranca: aunque él es el presentador de esta gala musical, se ha lanzado a mostrar su calidad ante el micrófono. A unos metros, bajo el escenario, dos compañeros se intentan abstraer de tanto alboroto para concentrarse en su partida de ajedrez y varias chicas se entretienen haciendo pulseras de cuentas. Alrededor, un enjambre de niños y niñas juega, corre y derrocha energías sin parar. Es la hora de la siesta en el campamento de verano de Málaga Acoge pero los pequeños no paran ni un segundo. "Tienen una energía increíble", cuenta Isabel Pineda, coordinadora del campamento de verano de Málaga Acoge y técnica del Área de Educación de la entidad, que está acompañada por otros cuatro técnicos del departamento y media docena de personas voluntarias.
La escena se repite a diario en el campamento, que se celebra desde el pasado lunes y hasta mañana en la Granja Escuela Parapanda, en el término municipal de Alomartes, cerca de Huétor Tajar, en Granada. Y la energía viene muy bien al medio centenar de niños y niñas de entre 6 y 16 años que participan en él porque durante esta semana tienen una apretada agenda de actividades que arranca tras el desayuno a las diez de la mañana. Entonces, cada día, divididos por grupos, realizan diferentes talleres en los que aprovechan los recursos de la granja escuela y aprenden algo más sobre el entorno natural. Unos, por ejemplo, se acercan al huerto, donde conocen los distintos alimentos que allí tienen y recogen los de temporada: patatas, berenjenas, calabacines o tomates, entre otros. "¡Profe! Nunca había visto cómo recolectar las patatas", reconocen a otra de las técnicas de Málaga Acoge, Flor Almeida, varios de los niños, que más tarde se acercan al maizal que se levanta hasta casi dos metros de altura, mucho más allá de sus cabezas. Allí recogen mazorcas que, que recién recolectadas, dan de comer a Princesa, una preciosa yegua blanca.
Allí, el grupo se encuentra con el que da de comer al resto de animales. "Mirad, si no hacen nada", explica Willy, uno de los monitores de la granja escuela a los hermanos Tawfik y Jawad, que se acercan con cierto recelo a cuatro ovejas con unas cuantas plantas recién recogidas en la mano. El miedo dura poco: "¡Qué suave es!", cuentan a sus compañeros al tocarlos mientras les dan de comer. Así, cogen confianza para continuar alimentando al resto del ganado de la granja: a la vaca Blanquita y su hija Luna, al cerdo Motitas, el cerdo alvino Porky, la burra Castaña -sobre la que los más pequeños se dan un divertido paseo- y sus hijos Noviembre y Reyes, las gallinas…
Otros grupos trabajan con diversas manualidades o realizan actividades de expresión corporal hasta que, cerca del mediodía, cuando el calor aprieta, llega el turno del baño. Varios monitores no les quitan ojo en ningún momento mientras pequeños y mayores disfrutan en una piscina convertida en un mar de manguitos y flotadores. Hanna, voluntaria del Área de Educación, es una de las que tiene turno de vigilancia. "Estar aquí es duro, no se para ni un momento. Pero es una experiencia increíble", explica la joven, que ya acompañó a los técnicos del departamento educativo en el campamento el año pasado. "No es mi obligación, pero me ayuda sentirme útil", subraya, mientras cuenta que el secreto para llevarse bien con los pequeños y, también, que te respeten, es la empatía: "a veces hay que ponerse en su lugar, pensar como ellos, escucharlos. Así nos entenderemos mejor", afirma.
Y tras el almuerzo y la tranquila hora de la siesta y un nuevo remojón en la piscina, llega el momento de continuar con diversas actividades: desde una visita a la almazara de las instalaciones y un posterior taller para la creación de jabón con aceite usado hasta un excitante paseo en tirolina o la subida a un rocódromo. Sin olvidar las denominadas Naturpiadas, una pequeña competición de juegos en equipo con los que los niños y niñas se divierten cada tarde hasta la hora de la cena y la posterior velada. "Aquí no hay descanso apenas, pero la diversión está asegurada", concluyen Almudena y Rocío, también voluntarias y que pasarán toda la semana con los pequeños, que se van a dormir después de anochecer… Para recargar baterías de cara a un nuevo día.
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