Psicólogos ven lógicos los temores a quitarse las mascarillas tras dos años

Sostienen que no se trata de un síndrome, sino de un proceso adaptativo que requiere tiempo y aconsejan que cada uno lo haga a su ritmo

Expertos señalan que personas con timidez e inseguridad pueden ser más reacias a dejarlas

Varias personas en el Museo Thyssen, tras la eliminación de las mascarillas en interiores.
Varias personas en el Museo Thyssen, tras la eliminación de las mascarillas en interiores. / Javier Albiñana

Málaga/Es normal que tras dos años de pandemia haya temores y reticencias a quitarse la mascarilla. Psicólogos lanzan ese mensaje para que los ciudadanos que por miedo o timidez sean reacios a dejar esta protección no sientan encima que tienen un trastorno.

Francisca Ruiz, psicóloga clínica, apunta que tras la eliminación de los cubrebocas en interiores, ahora “vivimos un periodo de adaptación a una situación que, aunque antes era normal, ahora es nueva. No hay que dramatizar. Hay que darle tiempo y cada uno tiene que quitársela cuando se sienta cómodo”.

Estos días atrás, tras la supresión de las mascarillas en interiores, algunos sanitarios y periodistas han etiquetado esos temores como el síndrome de la cara vacía. Pero profesionales consultadas por Málaga Hoy rechazan la etiqueta de síndrome.

“Es una cuestión adaptativa”, explica la psicóloga clínica Susana Ortigoso. “Al poner la etiqueta de síndrome, se deposita la responsabilidad en la persona, que acaba sintiéndose enferma, cuando en realidad es que las personas necesitamos tiempo para adaptarnos”, agrega. Ortigoso apunta que el modo de vida actual, y tras la pandemia más, es “un terreno abonado para angustias e incertidumbres”. En su opinión, es “irresponsable” hablar de síndrome porque las personas reacias a dejar la mascarilla entonces “se sienten enfermas sin estarlo”.

“A la población hay que lanzarle un mensaje de calma, tranquilidad, prudencia y confianza porque la Salud Mental ha empeorado [durante la pandemia] por esa angustia e incertidumbre”, esgrime. Y aclara: “No se dan las condiciones para hablar de síndrome. Es un proceso adaptativo”.

Las profesionales explican que puede haber muchas razones por las que haya personas reticentes a dejar la mascarilla. Desde la vergüenza que sienten algunos adolescentes por su imagen corporal, pasando por trastornos obsesivos compulsivos que se han agravado tras el Covid y los miedos lógicos de una persona vulnerable al temor prolongado por el que sí debería consultarse a un especialista si, por ejemplo, dentro de seis meses y con buenos datos epidemiológicos la persona sigue reticente a quitársela.

“Llevamos con un comportamiento dos años y ahora hace falta tiempo para volver a la normalidad; hace falta un periodo de deshabituación”, señala Ruiz. Su percepción es que los adultos “están locos por arreglarse y mostrarse” sin mascarilla. Cree que en cambio puede haber adolescentes con problemas de autoestima e inseguridad más reacios a abandonarla. “Un niño que tenía 11 años cuando empezó la pandemia se ha convertido en un adolescente de 13. Puede que prefiera seguir con mascarilla porque sienta vergüenza ya que ahora está más expuesto”, explica.

Ortigoso es muy crítica. Dice que tras dos años de bombardeo informativo, con la amenaza de muerte por el Covid, con las administraciones adoptando medidas de “17 maneras distintas” según cada autonomía, es lógico que haya ciudadanos que desconfíen del mensaje de las instituciones de que ahora toca quitarse la mascarilla. Entiende que eso también explica el comportamiento de esas personas que siguen con el cubrebocas en espacios en los que desde el miércoles ya no es obligatorio.

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