Repatrían en un avión militar a un malagueño de vacaciones en Israel con otros 200 españoles
"Hasta que el vuelo no tome cinco o seis metros de altura y sintamos que nada puede alcanzarnos, el temor de que te toque está ahí", reconocía el informático de la Junta momentos antes de partir
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Era la segunda vez que Juan Pablo pisaba tierra israelita. Lo hacía por turismo, pero también para visitar a la familia hebrea de su mujer. Jerusalén y Tel Aviv, las dos caras de la moneda -la primera reconocida por su naturaleza espiritual y la segunda por su carácter libertario- eran los destinos de la pareja. Un viaje apasionante que se truncó el pasado sábado después de que las sirenas antiaéreas comenzaron a sonar y se desatara la masacre. No ha sido hasta este martes cuando el malagueño y su pareja, acompañados también por una hermana de ella y su hijo, han sido repatriados a España en un avión militar junto con otros 200 españoles.
Este malagueño, informático de la Junta de Andalucía, aterrizó el 1 de octubre en en el aeropuerto internacional Ben Gurion de Tel Aviv. Tenía previsto regresar el siguiente domingo 8 de octubre. Pero, tan solo un día antes, con los primeros rayos de luz del día y justo en el momento en el que se preparaba un café, los planes de regreso en esa fecha se esfumaron.
Las sirenas antiaéreas comenzaron a sonar. Escuchó también un estruendo, aunque algo lejano. Un tío de su mujer, residente a unos diez kilómetros de la Franja de Gaza y a unos dos o tres de los poblados donde las milicias islamistas de Hamás han asesinado a decenas de civiles, los llamó para advertirles de que "nunca había visto algo igual. Explicaba que habían entrado por tierra y que veía volar cohetes".
Juan Pablo, junto con su mujer, su cuñada y su sobrino Moisés -que residía desde hacía algún tiempo en una localidad a unos 40 minutos de Tel Aviv por motivos escolares y se había desplazado para pasar esa semana con su familia-, se resguardaron entonces en una habitación que tenía su apartamento, ubicado en el barrio de Jaffa, con contraventanas y una puerta de acero, además de un respiradero. "En ese momento nos empezamos ya a asustar", confiesa el malagueño.
Aunque su intención era volver ese mismo sábado, Moisés no llevó consigo su pasaporte a Tel Aviv, por lo que Juan Pablo decidió aventurarse a conducir por las solitarias carreteras israelitas para hacerse con el documento de su sobrino y que este pudiese volar también con ellos a España en el vuelo que tenían previsto para el domingo. Finalmente, este fue cancelado.
Desde la misma compañía aérea aseguraron que el siguiente vuelo que operaría a España sería el viernes 13. Si bien, la sorpresa de Juan Pablo y su familia llegó cuando conocieron que el trafico aéreo no se había cerrado desde que comenzó el conflicto armado y que las aerolíneas israelitas seguían haciendo sus trayectos casi con normalidad. Aunque intentaron viajar el lunes, los billetes por pasajero ascendían a más de 700 euros. "Desesperados" decidieron acarrear con este gasto. Si bien, la página web ya no ofrecía disponibilidad para cuatro pasajes.
Juan Pablo asegura que desde la embajada les han explicado que varias compañías habían volado a Madrid sin cubrir todas las plazas porque, aunque estén vendidas, "mucha gente encuentra otra forma de salir más rápido". Tras esta odisea por escapar del horror y ponerse a salvo, este martes, les han ofrecido la posibilidad de regresar en un avión militar el mismo día.
Sin dudarlo y con más de dos horas de antelación de la hora recomendada, el informático y sus familiares se han desplazado hasta el aeropuerto Ben Gurion. Aunque estaba previsto que el avión partiera sobre las 20:00, no ha sido hasta las 23:40 cuando lo ha hecho. "Estamos todos intranquilos porque hasta que el vuelo no tome cinco o seis metros de altura y sintamos que nada puede alcanzarnos, el temor de que te toque está ahí", confesaba Juan Pablo momentos antes de partir.
Su mayor deseado nada más tocar tierra "abrazar" a su madre que cumplió 90 años hace unos días. También a su hija Martina y "a su perrito Tequila". Otros 205 españoles más también pondrán fin a la pesadilla.
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