Robots, los primeros en la catástrofe
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Robótica. El Grupo de Ingeniería de Sistemas y Automática de la UMA trabaja desde hace años en equipos mecanizados de búsqueda y rescate para minimizar el riesgo en humanos
Tras el desastre del Prestige, Alfonso García Cerezo, profesor e investigador de la Escuela de Ingeniería Industrial de la Universidad de Málaga y creador del primer robot fumigador de Europa, pensó en el tremendo esfuerzo que hacen los equipos humanos en los escenarios de catástrofe y en la poca ayuda que tienen. Entonces, junto a su Grupo de Ingeniería de Sistemas y Automática, Robótica y Mecatrónica, decidió poner la tecnología al servicio de la búsqueda y el rescate de víctimas. De esta manera, han creado vehículos robotizados terrestres y drones para ser los primeros en entrar en zonas de terremotos, incendios, inundaciones o cualquier tipo de desastre. El objetivo, minimizar los riesgos de los profesionales y sus compañeros caninos. Con aparatos cada vez más sofisticados, en lo último en lo que trabajan es en el deep learning, una técnica capaz de clasificar "objetos, personas, vehículos y aptitudes incluso". Con sensores de temperatura y pulsaciones también podrían determinar si se encuentra con vida o no el rescatado y establecer un orden de prioridades en la intervención.
"De lo que se trata con este trabajo es de meter a equipos automáticos antes de que ninguna persona tenga que jugarse la vida", explica el investigador principal del grupo, Alfonso García Cerezo. Un equipo robótico que puede hacer una primera valoración, una exploración y todo lo que ve está monitorizado desde un puesto de mando. "Así puedes tomar decisiones, llevarlo tú por dónde decidas con la función de teleoperación, aunque todos tienen igualmente funciones autónomas", explica García Cerezo, que comenta también que el prototipo llamado Alacrán tiene un brazo que puede levantar 400 kilos, reventar bloques de hormigón y perforar un forjado de unos 30 centímetros. La potencia de este robots le hace apto para sacar víctimas. "Las pruebas fueron muy satisfactorias", comenta el investigador.
El Rambler es el vehículo terrestre más actual concebido por este grupo de investigadores de la UMA. "Cumple las mismas misiones pero están ya actualizados con una serie de instrumentación que los hace muy singulares", dice García Cerezo. Son vehículos de gran autonomía, puede estar en funcionamiento un día completo, y tiene una velocidad punta de 80 kilómetros por hora, según destaca su creador. "La instrumentación que lleva está pensada para ver lo que debería de ver una persona y para sensorizar lo que una persona debería de hacer si llega a una zona de peligro", detalla el ingeniero. Tiene cámaras de vídeo, CCD y térmica (muy importante en los casos con víctimas y con fuegos), sensores de gases de distintos tipos para determinar las condiciones ambientales en las que está la zona y sensores para poderse posicionar en el espacio y saber dónde está.
"Todos estos sensores se han visto apoyados por técnicas de deeplearning para clasificar cosas, se puede identificar bastante bien una persona de otra incluso los gestos, si ríe, si llora, si tiene los ojos abiertos o se mueve", comenta el investigador. También prueban un sensor táctil, aunque es menos utilizado porque todavía hoy es una tecnología cara. Aún así, estos aparatos "pueden distinguir bastante bien por el tacto si tocamos una mano, un brazo o un codo y hay otros sensores de tipo óptico de pulsaciones y de temperatura", agrega. Pero antes de nada, el dron es el encargado de hacer una primera reconstrucción del terreno y elaborar mapas de la zona con programas de fotogravimetría. "Lo primero es saber la forma del terreno, cómo ha quedado, si hay zonas accesibles o no y así conocer por dónde se pueden mover los robots de tierra o valorar también si pueden pasar los vehículos de emergencias. Esa información es clave a la hora de actuar", considera el investigador.
Una vez que tienes un primer estudio de lo que hay, entrarían los equipos "desde los que pueden arriesgarse más a los que tienen que arriesgarse menos, con las cámaras se intenta hacer una primera identificación de posibles víctimas y con el brazo del dron una primera valoración de si está viva o está muerta, lo que se llama un triaje", dice García Cerezo y apunta que "el dron no puede aliviar a nadie, pero sí establecer el orden de prioridad, pasar las coordenadas de las víctimas localizadas al centro de control y crear un plan de trabajo". También desde su grupo se encargan de monitorizar tanto equipos humanos como perros, una cuestión bastante complicada en el caso canino porque "no siguen una pauta fija, cada perro es singular". Eso sí, " hay que tenerlos permanentemente conectado con el centro de control y saber lo que están haciendo y qué están localizando también para protegerlos", cuenta el ingeniero.
El proyecto de ámbito nacional en el que trabajan, Firs Rob, intenta que sea efectiva la coordinación de robots de tierra y aéreos en equipo con personas y perros. Un sistema de ingeniería complejo que ha de sortear constantemente dificultades como las interferencias o la caída de las comunicaciones. "Lo que pretendemos es conseguir integrar la tecnología con los equipos de rescate de una manera natural, si te encuentras con un equipamiento muy sofisticado la tendencia es a rechazarlo pero cuando entiendes a estos equipos los transformas en parte fundamental de tu trabajo", subraya Alfonso García Cerezo y concluye que "la tecnología cuando se diseña cercana al usuario se convierte en una herramienta muy importante, por lo que es fundamental saber qué necesitan estos equipos y cómo hacerlo accesible".
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