Rubén Castro y Fran Sol, la imagen de la impotencia
Nada queda de esos dos jugadores que llegaron en verano, predestinados a dar al Málaga varios saltos cualitativos en ataque
Una pareja incompatible, desahuciada y para la colmo la poca producción de juego para que luzcan
El desastre ya está aquí
Hay una ley no escrita en el fútbol que dice que los jugadores buenos siempre pueden jugar juntos. Se relamía el malaguismo el pasado verano con el aterrizaje de Rubén Castro y Fran Sol, cogidos de la mano, como siameses, una dupla que puso la ciudad prácticamente patas arriba, con aquella imagen icónica en la plaza de la Constitución; con el aura de superhéroes, salvadores de la patria, para llevar al Málaga CF de nuevo a la élite. Desde la etapa de Champions no se sentía un cosquilleo similar, de rozar un descenso a la tercera categoría del fútbol español, a contar con uno de los mejores goleadores nacionales en la historia, y un complemento que parecía el ideal en ese frente de ataque. El subidón fue enorme y la ilusión, irracional, estaba justificada. Pero no queda nada de aquello.
Ni con Guede en su día, eso que se enrocó, tampoco Mel supo sacarle partido, y ahora Pellicer vuelve a estrellarse con la misma pared. Es una pareja incompatible, dos polos iguales en un imán, mucha culpa la tiene el pobre bagaje ofensivo y lo que le cuesta al conjunto blanquiazul conectar para que estos jugadores ofensivos aparezcan. Con el Oviedo fue una de las últimas oportunidades de ver esa dupla en ataque, no sonaba mal por ser un rival que te invita a generar fútbol, pero mismo resultado. Fran Sol era un oasis en el desierto, desorientado, se perdía riqueza cuando el balón pasaba por sus botas, y nuevamente de vacío. Está cerca La Rosaleda de ponerle la cruz, más con el ruido que se generó en invierno por su posible salida, por mucho cable de Manolo Gaspar y Pellicer. Solo dos goles hasta ahora, en Anduva y frente a la Peña Deportiva en Copa. Cero impacto y un jugador, salvo milagro, que se marchará de Martiricos sin pena ni gloria; no devaluado porque seguro que encontrará un buen acomodo, como otros muchos integrantes del plantel que dirán adiós.
Rubén Castro ha dado chispazos, aquel maravilloso gol ante el Granada, frente al Tenerife que le valida el VAR, pero se le sigue esperando un paso adelante, como un jugador que debería estar preparado en este tipo de momentos, pero va decreciendo. Es de los que menos carga de responsabilidad tiene en la plantilla porque sí trata de buscarse sus situaciones, en estado de soledad y desubicado por momentos. "Es el año que más me está costando hacer goles", decía el canario hace una semanas, un tipo con más de dos décadas a sus espaldas. Lleva cinco, muy pocos, alguien que está acostumbrado a rozar la veintena en junio. El mejor Rubén Castro en el Málaga coincide con la aparición de Pablo Chavarría, al que se le está echando de menos por su inteligencia en el juego y da un poco más de luz. Si su físico se lo permite, debería recuperar su sitio, un sello de Pepe Mel, y que salió mejor de lo que uno se podía esperar.
En la ecuación asoma también Loren Zúñiga, que genera, pelea, da un soplo de aire fresco al ataque cada vez que entra en ese rol de revulsivo, pero carece de lo que no puede faltarle: el gol. Es el constante "casi" y se le mira de forma condescendiente, por su edad (20 recién cumplidos) y porque lleva poco tiempo con los mayores, pero no está dando el nivel. Ha jugado 387 minutos.
Son solo 19 goles a favor, imposible concebir una salvación con esos registros, y ya no queda margen de error. Las carencias futbolísticas son enormes, la causa es lo poco cohesionado que está este Málaga como grupo. La respuesta de por qué no se carbura sobre el césped es evidente, el problema es jugar cada fin de semana casi en estado de extremaunción, que lo que espera hasta final de temporada. Muy difícil que Pellicer encuentre soluciones.
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