Ruta de Benarrabá a Benaluría por Genalguacil y Jubrique
Senderismo
La senda es sencilla en general, pero con algunas zonas complicadas y dificultosas
Nunca llueve a gusto de todos
La senda que conecta Benarrabá con Benaluría (y viceversa) tiene una longitud de algo más de 12 kilómetros y una duración de cinco horas (aunque, como siempre decimos, depende de nuestro ritmo y si en el grupo llevamos a un pisahuevos).
Ficha
Ruta: lineal.
Inicio: Benarrabá.
Meta: Benaluría.
Distancia: 12,3 kilómetros aprox.
Dificultad: media (con tramos complicados).
Tiempo: 5 horas aprox.
Hitos: Genalguacil y Jubrique.
Esta ruta parte de las cercanías del colegio Sierra del Espino de Benarrabá. Si algo caracteriza a este recorrido es que la vegetación está muy presente a lo largo de todo su trayecto: lentiscos, jaras, espliegos, madroños, retamas, pinos, quejigos y alcornoques, con sus formas retorcidas.
Hay carteles que nos informan del camino a seguir. Un camino que mientras avanzamos empieza a ascender hasta llegar a una explanada usada, cuando corresponde, como patio de corchas. Un patio de corchas zonas donde se almacena la corteza de los alcornoques tras su descorche. En ellas se apila y se pesa para después llevar a cabo su transporte definitivo.
Desde este punto surgen varios caminos: el nuestro es el central, que converge con el carril del Lavadero, proveniente de Benarrabá en dirección al prado de la Escribana y Genalguacil.
A partir de aquí comienza un descenso que nos lleva al amplio llano de la Escribana -a cerca de tres kilómetros desde que comenzamos a andar- y la alargada vega de la Tintorera en la orilla izquierda del río Genal. En ese enclave se pueden ver las ruinas del molino de la Cuna, de harina y aceite, además de vivienda. Su nombre se debe al artilugio que, con poleas y cuerdas, era usado en periodos de crecidas para transportar entre orillas la mercancía valiéndose de una canasta llamada cuna. Desde aquí podemos disfrutar de una evocadora imagen de Genalguacil.
Desde la vega de la Escribana, doblamos hacia el noreste en paralelo al río y deambulamos casi por la orilla hasta penetrar en una chopera y a continuación accedemos a la primera de las tres pasarelas que bordean el río.
Esta es una zona algo complicada, con riesgo de caída de piedras, espacios inundables y pasos estrechos en los que tendremos que emplear las manos para movernos. Al abandonarla, seguiremos un kilómetro por un camino de una vegetación muy frondosa. Tras alcanzar la segunda pasarela llegamos a la vega de la Huerta de Juan Ruiz.
Avanzamos por una acequia abandonada y conforme lo hacemos vemos el que fuera el molino de los Cipreses. En el transcurso de la marcha, tras vadear Arroyo Hondo, un subsidiario del Genal, dejamos atrás el término municipal de Genalguacil y entramos en el de Jubrique.
A menos de cien metros hallamos la tercera y última pasarela y aquí conectamos con el carril de acceso a la vega de los Tiritones. Nos alejamos del Genal y avanzamos hacia una planicie situada entre éste y el río Monardilla. Desde este punto, el horizonte nos ofrece una bonita postal de Algatocín.
El río delimita aquí los municipios de Jubrique y Algatocín. En el primero hallamos la venta San Juan, famosa en la comarca y muy concurrida, sobre todo en el periodo estival. Ya existía antes de la construcción de la carretera, pues fue parada obligatoria en el camino entre Algatocín y los pueblos de Jubrique y Genalguacil. Más abajo, unos alcornoques ofrecen sombra sabiendo que han sido catalogados como Arboleda Singular de Andalucía.
Cruzamos la carretera y subimos una gran pendiente. Esta pista se adentra en el monte de Algatocín: Coto y Vega del Río. La panorámica muestra la sobriedad del blanquecino monte Jarastepar frente al verdor del Valle del Genal.
La brecha del arroyo Benajamón nos obliga a dar un rodeo por el denominado carril de los Nogales, en busca del vado hasta llegar a El Arabí, a nueve kilómetros y medio de donde partimos. Aquí yacen los restos del molino de Villarta, de Enmedio o de Tomás, que durante un tiempo también fue una fábrica de pólvora.
De ahí comienza otra subida que se conecta con la vereda que de Benalauría se encamina a Jubrique por el charco Esteban. Instantes después, penetramos en el término municipal de Benalauría. Hay que tomarse con calma estas cuestas y, especialmente, los tramos más empinados si no queremos terminar derrengados.
La recompensa por la dura ascensión la encontramos al mirar hacia el oeste, y toparnos con la idílica presencia de Algatocín, dominada por la torre de la iglesia parroquial de la Virgen del Rosario.
Llegamos al perímetro de un castañar, en la única zona llana del entorno, llamado El Bailaero ya que se empleaba para celebrar bailes y otros festejos, de ahí su nombre.
Avanzamos por el carril del Castañar rodeados de una panorámica impresionante: Benalauría en lontananza; al norte, la sierra del Conio y el picudo cerro de los Frailes; virando al levante se desparrama el Alto Genal; y cierra el horizonte el Parque Natural Sierra de las Nieves, del que se vislumbra su macizo principal revestido por el pinsapar rondeño y la altanera cumbre del Torrecilla, ubicada en la sierra de Tolox.
Entre castaños, bancales cultivados y zumaques que cubren los bordes del camino, llegamos a la fuente del Chorruelo, ubicada poco antes de entrar en Benalauría donde, si hemos dejado instrucciones precisas para ello, nos estará esperando una comitiva de familiares y amigos para darnos abrazos y besos. Por otra parte, si no hemos dejado orden alguna, pues posiblemente no nos llevemos ningún abrazo (cosa de agradecer, porque oleremos a choto).
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