El SAS pilota en Málaga una iniciativa para frenar el aumento del consumo de ansiolíticos
El incremento comenzó antes de la pandemia y desde 2019 ha sido de media del 4% anual
Sanitarios advierten que su uso continuado entraña riesgo de deterioro cognitivo y caídas
Málaga/Hay medicamentos que son útiles para tratar la ansiedad o el insomnio grave. Pero durante un tiempo. Porque cuando su uso se prolonga de forma indebida causan más perjuicio que beneficio ya que entrañan mayor riesgo de deterioro cognitivo, caídas y accidentes de tráfico porque disminuyen los reflejos.
Ante el aumento de su consumo de un 4% anual de media desde 2019, el Servicio Andaluz de Salud (SAS) ha iniciado el pilotaje de una iniciativa para reducir el uso de las benzodiacepinas, fármacos de efecto sedante o calmante que se prescriben para la ansiedad y el insomnio.
De 2018 a 2019 su consumo creció un 2,03%, al año siguiente –el primero de la pandemia– aumentó un 6,7% y de 2020 a 2021, un 3,92%. De media, en torno al 4% anual. El primer año del Covid registró un crecimiento más alto, pero ya antes de que apareciera el coronavirus había comenzado a subir su consumo.
Hasta ahora había iniciativas inconexas para frenarlo, pero por primera vez el SAS pilota en un centro de salud de cada provincia andaluza una iniciativa para concienciar a los consumidores de benzodiacepinas que prolongarlas en el tiempo supone un “uso inapropiado”. En el caso de Málaga, el pilotaje de la iniciativa Benzostopjuntos se realiza en el centro de salud Trinidad-Jesús Cautivo y en las 18 farmacias de su entorno.
La campaña cuenta con el respaldo de una quincena de organizaciones de médicos, enfermeros, farmacéuticos, consumidores y pacientes. Consiste en que los sanitarios que asistan a un consumidor prolongado de benzodiacepinas le hagan un breve cuestionario y le den material informativo sobre lo efectos negativos de su uso sostenido en el tiempo. “Es una intervención sencilla y económica, parecida a la que se hace con el tabaco”, explica Inmaculada Moraga, farmacéutica de la Unidad de Farmacia del Distrito Sanitario Málaga. “Va dirigida a pacientes para que de forma proactiva demanden la retirada de estos medicamentos. El paciente tiene que estar convencido de dejarlos y debe querer dejarlos; como el que quiere dejar de fumar”, agrega la sanitaria.
Dado que son fármacos que sólo se venden con receta, si se consumen más es porque los médicos los prescriben más. Los facultativos son conscientes de que su uso prolongado genera dependencia y que el balance riesgo/beneficio a largo plazo es desfavorable. El problema es que los pacientes no siempre están dispuestos a prescindir del fármaco. De hecho, más de una vez se generan momentos de tensión entre el facultativo y el usuario –y en algún caso hasta agresiones– cuando el profesional decide no recetarle más benzodiacepinas.
En el pilotaje participan médicos, enfermeros, residentes, boticarios, trabajadores sociales, el Distrito Málaga y el Colegio de Farmacéuticos. La campaña –que comenzó en un centro de salud de Sevilla– arrojó resultados positivos: uno de cada tres consumidores de benzodiacepinas de larga duración las dejaron y se mantuvieron en el tiempo sin consumirlas.
La meta del SAS es extender Benzostopjuntos a más ambulatorios. Según Moraga, aunque el incremento en el consumo de estos medicamentos se traduce luego en la factura que tiene abonar el SAS a las farmacias, el objetivo no es tanto el ahorro sino la salud de las personas. “No son fármacos caros. Es más por la seguridad del paciente que por el ahorro; para que los pacientes sepan que su uso prolongado no es bueno”, explica Moraga.
Cristina González es farmacéutica de la botica de Armengual de la Mota, 13. Participa en Benzostopjuntos. “Me lo propusieron y me pareció importante. Mucha gente hace un uso crónico [de las benzodiacepinas] y eso no trae ningún beneficio”, explica. Recuerda que pasadas cuatro o seis semanas, “hay más riesgo que beneficio y el efecto es placebo”. Cree que la gente no es consciente de que transcurrido un tiempo, estos fármacos ya no son beneficiosos, sino que generan síndrome de abstinencia y efectos secundarios.
Cuenta que a diario ve en su farmacia el aumento del consumo, sobre todo tras la pandemia. Y relata como se hacen tolerantes a la medicación, cada vez necesitan más dosis; así que ellos, por su cuenta, la incrementan. “Ellos mismos la duplican. Nos damos cuenta porque a fin de mes les falta medicación antes de tiempo”, acota esta farmacéutica que ya ha captado algunos pacientes para incorporarlos al proyecto Benzostopjuntos.
Dos de cada tres consumidores prolongados son mujeres
El perfil del consumidor prolongado de benzodiacepinas es el de una mujer algo entrada en años. Según los datos de la Unidad de Farmacia del Distrito Sanitario Málaga, el 71% son pacientes de sexo femenino, en torno al 50% tiene más de 65 años y el 82% está aún en edad de conducir. Este último dato es importante ya que son fármacos con los que no se recomienda coger el coche. Los profesionales que intervienen en esta iniciativa dan a los consumidores prolongados de tranquilizantes material informativo sobre su uso adecuado.
Además, les realizan un cuestionario de cuatro preguntas sobre qué creen verdadero o falso en torno a estos fármacos. Luego, las respuestas les permiten descubrir a los pacientes que el consumo prolongado entraña cinco veces más riesgo de padecer problemas de memoria, dos veces más de caídas y fracturas y otras tantas de tener un accidente mientras conducen. También, que son medicamentos que empeoran el rendimiento cerebral y disminuyen los reflejos. Pero los profesionales no sólo se quedan en esta intervención.
Además les facilitan alternativas, como guías contra la ansiedad o el insomnio, consejos de hábitos saludables para combatirlos o la entrada en grupos de autoayuda dirigidos por los trabajadores sociales. Benzostopjuntos no incluye a aquellos consumidores de benzodiacepinas que padecen trastornos mentales o neurológicos graves. Los sanitarios explican que aunque puntualmente son útiles contra la ansiedad o el insomnio grave, es bueno dejar de tomarlas pasadas en torno a cuatro semanas porque sin ellas se estará más alerta y consciente, con más capacidad de concentración. Pero no se pueden dejar de cualquier manera. El abandono debe ser mediante una pauta descendente, nunca de golpe, porque puede haber un efecto de abstinencia.
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