Sanitarios agredidos en Málaga: “Los profesionales denunciamos ahora más, pero con miedo a represalias”

Profesionales, este jueves ante el centro de salud de Churriana en protesta por las últimas agresiones. / M. H.

Málaga/Trabajar con miedo e incluso denunciar con miedo. Profesionales de centros sanitarios confiesan sus temores a sufrir ataques físicos o verbales mientras velan por la salud de los demás, pero también a que sus agresores vuelvan a por ellos cuando ponen los hechos en conocimiento de la Justicia “porque saben donde trabajamos”.

Es cierto que algo ha cambiado en la sanidad: ahora el personal denuncia más las agresiones que años atrás. Un giro por el que abogan sindicatos, colegios profesionales y los propios trabajadores para darle visibilidad al problema y tratar de que las condenas judiciales pongan coto a una realidad que sin embargo parece no tener fin.

El perfil de los agresores es muy variado: “Personas que simplemente no tienen respeto por nada”, usuarios que llegan “pasados de cocaína”, pacientes que “dicen al médico o al enfermero lo que tienen que hacer” y otros que estallan por las demoras o las listas de espera.

V. C. es enfermero. Trabaja en el centro de salud de Churriana. A finales de diciembre un usuario llego exigiéndole que le pinchara un psicofármaco. Lo atendió en la consulta de acogida. Le explicó que eso antes tenía que valorarlo un médico y lo derivó al facultativo de no demorable. Como no estaba de acuerdo con el circuito, se puso irascible y le espetó “me cago en tus muertos”. Denunció los hechos. A sus 32 años, ha sufrido “tres o cuatro” agresiones verbales. Es la segunda vez que pone incidentes de este tipo en conocimiento de la Policía para un procedimiento judicial. “Los profesionales ahora denunciamos más, pero con miedo a que vuelvan y tomen represalias; de que carguen contra nosotros porque hemos acudido a la Policía”, confiesa. Luego recuerda que la cultura de los profesionales de denunciar más es “reciente”, pero insiste en que “no se pueden tolerar las agresiones, ni físicas ni verbales”. Opina que después de la pandemia, con el incremento de las demoras y las listas de espera, “hay más frustración entre los usuarios” y eso actúa como detonante de muchas agresiones “porque cargan contra los que damos la cara”.

Unos días después, también en el centro de salud de Churriana, la acompañante de una paciente empezó a objetar la actuación de una enfermera que asistía a su hija. Y de ahí pasó a los “insultos físicos”, metiéndose con su apariencia. Incluso también con una usuaria que terció para defender a la trabajadora. Esta profesional –que ha denunciado– habló con Málaga Hoy, aunque prefirió preservar su anonimato. “No es la primera agresión que sufro, aunque sí la primera que denuncio. No tenemos por qué aguantar agresiones, ni físicas ni verbales. Claro que tenemos miedo porque saben donde trabajamos”, argumenta. Luego añade que no entiende por qué si en las oficinas de la Seguridad Social o del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE)hay vigilantes de seguridad, “nosotros pedimos y no nos lo ponen”.

Una enfermera del Servicio de Urgencias de Atención Primaria (SUAP) de Málaga cuenta que su marido, que es vigilante de seguridad, le ha comprado un espray de pimienta por si alguna vez intentan atacarle. Y lo lleva consigo en su trabajo. “Por una agresión verbal no lo emplearía, pero si veo que van a meterme un puñetazo a mí o a un compañero, sí que lo usaría”, admite. Al igual que otros profesionales reclama que por lo menos todos los centros con urgencias 24 horas cuenten con vigilante de seguridad. “No siempre evita que te agredan, pero por lo menos es un parapeto”, sostiene. Varios profesionales comentan que a veces, la Administración, tras una agresión, pone un vigilante, “pero después de un mes o dos, lo quita”. Ha trabajado en diferentes ambulatorios y confiesa que “hay ciertos centros de salud a los que acudimos a trabajar con miedo”. Aunque comienza la entrevista diciendo que no ha sido víctima de agresiones. Luego de un rato cae de que sí, de que una vez incluso tuvo un juicio por una agresión verbal a ella y a una compañera. “Ya se me había olvidado...”, agrega. Relata que hay pacientes que llegan con “un criterio predeterminado de qué debe hacer el médico o el enfermero. Y si no hacen lo que pretenden, se violentan y nos insultan”. Aclara que la mayoría de las agresiones verbales no las denuncian “porque supone una alteración de nuestro bienestar emocional. A veces tenemos que ir en nuestro saliente de guardia, en nuestro tiempo libre y encima después te expones a represalias...” Dice que se sienten “abandonados” por la Administración que no siempre se persona en los procesos judiciales que se inician tras las denuncias. “Vivir una agresión genera un trauma en quien que la sufre. Y los profesionales no tenemos la culpa de las listas de espera y de las demoras. Pero la gente viene muy irritada”, acota.

Juan Ramírez ya está jubilado. Era celador en el Hospital Civil. Cuenta que un día, sobre la 1:00 de la madrugada, un hombre llegó a Urgencias. Cuando se acercó a preguntarle que le ocurría, sin mediar palabra, le atacó con un cúter. Le hizo cortes en la cara, el pecho y el cuello. Tuvieron que operarlo de urgencia en el mismo hospital. “Porque me dio en la yugular. Me metieron corriendo en el quirófano para cortar la hemorragia. Si no llego a estar en un hospital, no lo cuento”, relata. Luego tuvieron que hacerle una segunda intervención. Juan recuerda que su atacante fue un enfermo mental en pleno brote. “Pero hay otros granujas que están en todos sus cabales y no tienen respeto por nadie u otros a los que se les va la calma con la cocaína”, señala.

Los testimonios de los profesionales reflejan más determinación a la hora de denunciar, pero también miedo por las posibles represalias de sus agresores y hartazgo, mucho hartazgo porque la situación no parece ir a menos.

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