Santa Julia resiste a (muy) duras penas
Humedades, cables colgando de las paredes, portales sin luz o ventanas rotas sin reparación son comunes
El Pleno instó a la propiedad a devolver la salubridad a las viviendas
Málaga/Humedades, cables por las paredes, ventanas rotas, casas tapiadas, puertas que no cierran, tuberías por reparar, instalaciones por terminar, ausencia de comunidad y luz en los portales. Este es el estado que muestran las mayoría de viviendas y descansillos de Santa Julia.
El barrio que se levantó junto a la antigua cárcel de Cruz de Humilladero en el tardofranquismo de los años 60, aguanta a duras penas las inclemencias del clima, el paso del tiempo y la falta de rehabilitación.
Con muchos de sus vecinos en el umbral de la pobreza y casi todas las casas de alquiler, los inquilinos denuncian, junto a las fuerzas políticas de la oposición, que el puñado de propietarios de la mayoría de las viviendas del barrio están llevando a cabo una estrategia de desgaste para que los vecinos se vayan de los inmuebles, cansados por las condiciones de insalubridad.
Durante el Pleno del Ayuntamiento del mes de marzo, se reconoció por parte del Ayuntamiento que la barriada no pasaba las Inspecciones Técnicas desde 2014 y se instó a la propiedad a devolver las condiciones de seguridad, salubridad, funcionalidad, accesibilidad universal, eficiencia energética y ornato público precisos para conservar los edificios.
Una de las administradores de una serie de viviendas, Catalina Ruiz, aseguró en llamada telefónica con este medio que “Santa Julia no está en venta y la situación no es la misma que la de El Perchel”, en respuesta a las alusiones de los partidos políticos de la oposición.
Pese a ello, no negó el mal estado de algunas viviendas, afirmando que hacen falta reformas que “se irán haciendo poco a poco”.
Ruiz es la administradora de la propiedad de Abdelghafour, a quien el pasado lunes se le concedió una prórroga del alzamiento de su vivienda hasta el 16 de junio, con la intención de renegociar la deuda que tiene con la propiedad.
Asegura Abdelghafour que el anterior administrador acordó con él que lo invertido en hacer reformas en su vivienda se le descontaría de las mensualidades. Antes de acordar el aplazamiento, Abdelghafour abonó los 5.075 euros que debía en el momento de la demanda, para lo que tuvo que pedir un préstamo al banco. Sin embargo, había acumulado unos 4.000 euros más desde que se produjese la demanda. Abdelghafour asegura que ha invertido en reformar la vivienda “más de 6.500 euros”, aunque no tiene factura de todos los servicios.
En el portal de Abdelghafour no hace falta porterillo, la puerta no cierra. En el interior tampoco hay luz, hay menos contadores que viviendas, cables colgando de las paredes y los que salen de ellas parecen un peligro. Sí hay humedades, muchas, y el olor se deja sentir desde que pones el primer pie dentro.
La tónica es la misma al acceder a su casa. Sus hijos de 13, 11, 9 y 5 años y su mujer duermen en el salón porque en el interior de las habitaciones no pueden hacerlo, él no puede dormir si no abre la ventana para que ventile, da igual si es invierno o verano. En el interior del baño no pueden estar mucho tiempo a causa de las humedades y, por mucho que la arregle, la pared del pasillo se le cae a desconchones con sólo tocarla. Una trabajadora del Instituto Municipal de la Vivienda le dijo que su casa necesita “una reforma integral, lo que podría costar entre 25 y 30.000 euros”.
Un par de calles más allá, en el bajo vive José desde hace 59 años. Ya vivía en el inmueble su padre cuatro años antes. Su mujer tiene una minusvalía por la que “no puede vivir en cualquier sitio”. A José no le permiten siquiera reformar él la vivienda “y es obligación de la propiedad”.
Hace cuatro años falleció su padre, que pagaba 23 euros de piso por renta antigua. Asegura que José que en ese momento se reunió con Catalina Ruiz, que le aseguró que no le era favorable la subrogación del contrato, si no firmar uno nuevo por 150 euros. José aceptó. Tres años más tarde, recibió un burofax en el que le exigía comprar la vivienda por 70.000 euros o que se fuera del piso, a lo que se negó. Ahora, su caso está en la vía judicial. La casa de José también está llena de deficiencias, humedades o ventanas rotas cubiertas con cartón. La vivienda contigua a la suya está tapiada “para que no entren a okuaparla”.
Como estas son las historias de Santi, Ascensión o tantos otros vecinos y vecinas del barrio. En casi todos los portales se puede comprobar que Santa Julia resiste, muy a duras penas.
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