Santa Rosalía Maqueda está quemada
Barrios
Los vecinos de la barriada viven entre solares de brozas e “incongruencias urbanísticas”. La semana pasada ardió uno de ellos quemando coches y árboles cercanos a las casas
La broza lo inunda todo. Solo necesita ser regada con un poco de abandono. Santa Rosalía Maqueda está rodeada de ambas cosas. De maleza y de abandono. Las brozas han conquistado parques, colegios y hasta una antigua piscina. La administración no se hace cargo ni por las buenas ni por las malas. Por las buenas significa instancias a los organismos y quejas vecinales. Están hartos de la suciedad y las alimañas que ese descontrol genera. Por las malas es que un día salga ardiendo parte de aquello. Espere. Eso ya ocurrió.
Hace dos semanas hasta 11 vehículos del cuerpo de Bomberos apoyados por un helicóptero lucharon contra el fuego que se generó en una ladera cercana a la Travesía de Maqueda, la carretera que cruza la barriada. Justo por donde pasaron los ciclistas de la Vuelta a España.
Los bomberos lograron acabar con las llamas antes de que el asunto pasara a mayores, pero tanto los vecinos como los coches aparcados tuvieron que huir de la zona. Ahora, un manchón negro es la única prueba de esa lucha de los bomberos contra el abandono que sacude Santa Rosalía Maqueda.
Un visitante que atraviese el núcleo urbano por la A-7054 pensará que el barrio no muestra tal desamparo, pues cuenta con jardines y parques infantiles y un pequeño bulevar. No obstante, la calle principal ya muestra carencias propias del “tercer mundo”, describen los vecinos. No hay acera en algunos tramos obligando a los viandantes a ir zigzagueando entre los coches o asomarse por la calzada de la carretera.
La zona de Maqueda, al norte de la A-7054, es un laberinto de calles estrechas flanqueadas por casas de dos plantas. Las calzadas, unas veces parcheadas y otras, agrietadas; se hicieron en el año 1989 y fueron los propios vecinos quienes construyeron sus aceras.
Además de brozas y campos de matorrales, “las incongruencias urbanísticas y las chapuzas publicas” campan a sus anchas a juicio de los vecinos. “Dos días antes de las elecciones limpiaron el cauce del arroyo, sin embargo solo lo hicieron en una zona, si un día llegara una avenida, toda esta vegetación haría desbordar el río. Es una chapuza”, protesta Salvador Gutiérrez, presidente de la Asociación de Vecinos de Santa Rosalía Maqueda.
Una cuarta de barro oculta el fondo del cauce por su paso por la barriada. En cuanto llega a las afueras, una frondosa vegetación reina en el lecho, disimulando la hondonada entre el verde de los juncos y las ramas. Una trampa peligrosa sin ni siquiera vallar. “No quitaron las hierbas, simplemente las cortaron. Todo volverá a crecer en unos meses y el dinero gastado en esto no habrá servido para nada”, apunta otra vecina.
A una rivera del río, en la calle las Flores, una arqueta de aguas residuales no dio más de sí y regaba calzada y acera con el agua que no podía contener. “Cuando llueve, por ahí salen compresas, papeles,...”, se asquea Antonio Martín, presidente de la Asociación Cultural La Copla. “Ya están avisados, pero nada”.
Este núcleo urbano fue repoblado con los habitantes de Peñarrubia en 1971 después de que tuvieran que ser desalojados para construir allí un embalse. Sus casi 2.000 habitantes se mudaron a este barrio de Campanillas. En 2008 comenzaron otros litigios contra la administración: querían volver a echarlos de sus casas para construir un “puerto seco” –una construcción de apoyo logístico al puerto de Málaga–. Una auténtica rebelión vecinal logró parar los planes tras varios años de lucha. Una muestra de su coraje y de la capacidad organizativa de su gente.
Son los propios vecinos los que limpian sus calles o quienes arreglan las acequias de los árboles. Otros, sobreextendiéndose en su autorregulación, han construido muros en mitad de la acera para tener un jardín frente a su casa, invadiendo espacios públicos. “La administración conoce todos estos pormenores y no hace nada”, comentan los vecinos.
Santa Rosalía Maqueda es una población de contrastes. Junto a un recién estrenado parque infantil se alza una zona de brozas. En ella se oculta una arqueta de la luz con la cubierta partida. “Cualquier niño puede caerse dentro. No puede estar al aire libre”, coinciden.
Sin embargo el caso más flagrante de “abandono” es el de la piscina municipal. “Venían de todos los colegios de Málaga a dar clases, era un espacio precioso y muy útil”. La piscina se extendía al lado del actual polideportivo. En 2000 se acabó la concesión que el Ayuntamiento le había otorgado a una empresa privada. Y esta no quiso renovarla. Nadie se hizo cargo de la piscina, por lo que tuvo que cerrar. “Durante ocho años fue deteriorándose, la gente se llevó todo lo que pudo, quedó hecha un desastre. Las pistas deportivas que había al lado sufrieron la misma suerte. Nadie las reparó, ni las limpió”. En 2008, el Ayuntamiento zanjó el problema destruyendo las instalaciones y tapando la piscina. Un campo de brozas es lo único que queda de la antigua piscina de Santa Rosalía. Un símbolo del abandono recibido que ha querido ser tapado bajo toneladas de tierra.
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