Tribuna Económica
Carmen Pérez
Un bitcoin institucionalizado
A los 19 años, José Portillo intentó quitarse la vida. “Mis vecinos del pueblo me socorrieron en contra de mi voluntad. Creía que así terminarían mis problemas. Pero, después comprendí que existe una paz mejor, la que te inunda cuando te quedas, luchas y consigues sentirte útil”.
Hace catorce años, uno de los tres hijos de Consuelo Cuevas se suicidó. “Mi marido y yo creamos una familia con mucho amor. Todo era idílico. José Manuel estaba en el Cuerpo de Policía Nacional, tenía muchos objetivos y una carrera brillante por delante. Yo pensaba que era una persona feliz”.
Según los últimos datos aportados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), hubo 3.941 muertes por suicidio en España en 2020, lo que supone un 7,4% más que en 2019 y el segundo año consecutivo de subida. Son casi 11 de media al día y uno cada poco más de dos horas. En Andalucía, la cifra de fallecidos por esta cauda no natural está en 793 y 163 en la provincia de Málaga, de los que 115 son hombres.
José Portillo y Consuelo Cuevas conocen bien el sufrimiento que hay detrás de esas cifras, por lo que han querido compartir sus historias con Málaga Hoy.
“Es necesario hablar de suicidio, estoy cansado de contar mi historia y que haga el silencio profundo o que la gente empiece a piropearme diciéndome lo inteligente, lo bueno y fantástico que soy para que me calle. Es vital que quienes hemos tenido esa experiencia la aprovechemos para superar otras adversidades y explicarles a las personas que están pasando por esa misma situación en este momento que no están solos ”. Con ese objetivo, Portillo comenzó en 2012 una serie de cursos formativos que lo prepararían para ser voluntario en el Teléfono de la Esperanza.
Tras más de una década recibiendo llamadas de personas con ideas suicidas, este malagueño -residente en Cajiz (Vélez-Málaga)- afirma que “la mayoría de gente no quiere morir, simplemente quiere dejar de sufrir y encuentran en el suicidio una puerta falsa para hacerlo”. Una vorágine de pensamientos destructores en la que él mismo se vio inmerso.
Corría el año 1996 cuando José Portillo se vio sobrepasado. “Por aquel entonces hacía Bachillerato y estudiaba música y mecanografía. Llegó un momento que no podía más y se me cayó el mundo encima”. A esto, cuenta que se le sumó un “duelo sin resolver”, pues hacía ocho años que había fallecido su hermana pequeña, y una discapacidad con la que nació y le dificultó la vida en un pueblo. “No es lo mismo ser ciego en una ciudad que en una aldea pequeña en la que nadie sabe cómo tratarte”.
El día que Portillo decidió arrebatarse la vida, sus vecinos del pueblo corrieron a socorrerlo y lo trasladaron al hospital. Sin embargo, cuando llegó a su casa, nadie habló del tema. “Aunque desapareció misteriosamente todo aquello con lo que yo podía lesionarme, mis padres nunca me preguntaron. No hubo una conversación sobre lo que ocurrió”, recuerda.
Aunque los años han pasado, la catedrática de Psicología de la Universidad de Málaga Berta Moreno asegura que sigue siendo un tema tabú. “Existe todavía un estigma sobre este asunto, por lo que en muchas ocasiones cuesta reconocer que hay un problema y la ayuda se pide tarde o no se pide. Es por eso que a veces los profesionales no llegamos”, explica.
Durante mucho tiempo, los medios de comunicación no abordaron apenas el asunto porque se creía que provocaba efecto contagio. Moreno, aclara que ese fenómeno efectivamente existe, pero "si se informa bien, desde la prevención y ofreciendo ayuda, no es malo, todo lo contrario, puede ayudar a muchas personas”.
Asimismo, la experta insiste en la importancia de las señales. “Hay algunas que son más evidentes que otras, unas son verbales y otras comportamentales, pero siempre hay”. Desde las frases autodestructivas hasta el cambio en el estado de humor o la desconexión con el mundo exterior, la familia y los amigos.
Los recursos son esenciales para prevenir. Con este objetivo, y aprovechando el Día Mundial para la Prevención del Suicidio -que se celebra este sábado 10 de septiembre-, en la Universidad de Málaga se han programado, a lo largo del mes de octubre, diversas Jornadas de Sensibilización dirigidas a los miembros de la comunidad universitaria (PAS, PDI y alumnado) y que tendrán lugar de forma presencial en todas las Facultades. Las acciones consistirán en información básica sobre el suicidio y cuáles son los factores de riesgo y protectores, así como identificar las señales de alerta. También informará acerca de los recursos profesionales disponibles en nuestro entorno más cercano, para la atención a personas en riesgo.
Aunque son diversos los perfiles de personas que se quitan la vida, José Portillo asegura que el Teléfono de la Esperanza recibe "muchas llamadas de jóvenes los fines de semana". Y es que Moreno señala que es este sector de la población es el que más pensamientos suicidas tiene. Si bien, aclara que son las personas mayores las que más se arrebatan la vida.
En cuanto al poder adquisitivo, Portillo añade que "la clase social influye mucho". "Curiosamente la gente cuanto más pobre es más se agarra la vida y, sin embargo, muchos de clase media sufren porque no se conforman con lo que tienen y no encuentran sentido a la vida". Pese a que la psicóloga apunta que no hay información concluyente para afirmar esto, informa de que "muchas veces los suicidios se relacionan con la pérdida de poder adquisitivo y no es real, son multifactoriales".
Los familiares de la persona que se ha suicidado son, detrás los que ya lo han intentado, el segundo grupo con mayor riesgo. Rabia, culpa, sufrimiento, dolor son algunos de los sentimientos con los que lidian estas personas. "Nunca me voy a olvidar de aquel 12 de octubre de 2008. Era un día desapetecible, con mucho viento. Fuimos a un cortijo que teníamos mi marido y yo en Granada. Él ya estaba allí. Cuando llegamos, empezamos a llamarlo, pero no bajaba. Cuando yo subí...", recuerda, sin poder terminar la frase, Consuelo.
El duelo de los seres queridos es un camino largo y cargado de emociones encontradas, por lo que el acompañamiento psicológico en estos casos también es fundamental. "Yo estuve un año sumida en un pozo. Me aconsejaron cambiar de residencia, así que nos vinimos a Málaga y aquí fue donde encontré el Teléfono de la Esperanza", explica. En ese momento, hay dos caminos: "intentar curarse y salir hacia adelante o tirar la toalla", asegura.
Consuelo escogió el camino de la aceptación. "Es terrible la pérdida de un hijo, pero a día de hoy puedo decir que tengo ilusión por la.vida, por continuar y soy feliz", manifiesta. Sin embargo, cuenta que su marido "estaba cansado de luchar". "Empezó a somatizar, enfermó y murió en apenas tres meses", relata.
Para todo ello, Berta Moreno insiste en el acompañamiento psicológico y pide "voluntad política", pues en España hay 11 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, casi cinco veces menos que en Suiza (52) y la mitad que en Francia (23). También faltan psicólogos clínicos, en 2018 eran tres veces menos que la media europea.
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