Susana Guerrero: “Cuando insultamos a un hombre en femenino, lo insultamos doblemente”
Susana Guerrero | Profesora de Filología Hispánica de la UMA
Dice que quiere viajar por todo el mundo pero regresar siempre a Málaga, una ciudad que se ha colocado en el mapa y con una calidad de vida que no hay en ningún sitio
Málaga/Es una fiel enamorada de Málaga y le cuesta decir algo negativo de la ciudad que la vio nacer. Susana Guerrero (1969) lanza cada argumento con fuerza, segura de lo que está diciendo y con un poder de convicción admirable. Afirma que la sociedad ha sido históricamente sexista y que el sesgo de género está en cada rincón: “Las mujeres hemos estado poco y mal representadas”. Su esperanza es que las nuevas generaciones hagan que los cambios se produzcan más rápido. “Más me gustaría”.
La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, propuso hace unos días que el Congreso de los Diputados pasara a denominarse simplemente Congreso, ¿qué le parece la medida?
Bien, es una acción económica. Si pones simplemente Congreso en la puerta, hay un contexto que te permite entender a qué te refieres. Es cierto que el masculino genérico es correcto pero también es verdad que cada vez a más mujeres nos convence menos. Hace unos años, los diputados, los médicos o los deportistas eran todos hombres y no había ambigüedad, pero hoy está la posibilidad de preguntarnos si con el masculino se está hablando solo de hombres o hay mujeres detrás. Ante esa ambigüedad, esas falta de representatividad, ¿por qué no?
¿Es positiva la economización del lenguaje?
Es lo que está premiando hoy día al calor de las redes sociales. Hemos aprendido a escribir de una manera distinta y somos capaces de manejar dos lenguas paralelas: la coloquial y la que utilizamos en redes. La economía lingüística es algo que se nos ha impuesto en el tipo de vida que tenemos, negativo sería si este nuevo lenguaje no fuera funcional pero nos permite comunicarnos, ¿cuál es el problema entonces? Además, no hay interferencias: se siguen escribiendo magnificas novelas. Es decir, sabemos dónde nos movemos: una cosa es cómo escribimos en Whatsapp y otra cómo lo hacemos para un examen. Mientras estén clara las fronteras, no hay ningún problema.
La RAE ha rechazado adaptar la Constitución al lenguaje inclusivo, ¿lo esperaba?
No me llamó la atención, daba por hecho que sería así porque lo que mantiene es que la Constitución está redactada en el masculino genérico y este es correcto. Pero hay que diferenciar la corrección de entender que existe un colectivo que no se siente incluido en este masculino genérico. La Academia se posiciona muy en contra de utilizar sistemáticamente las formas desdobladas pero un lenguaje inclusivo no tiene por qué significar desdoblarlo. Hay que buscar un equilibrio entre un uso igualitario del lenguaje y el estilo.
¿Lenguaje igualitario es decir “ministros y ministras”?
Eso es utilizar la forma desdoblada, que es una estrategia, la menos recomendada precisamente, de las que hay para utilizar un lenguaje igualitario. La propia Academia la reconoce para, por ejemplo, los encabezamientos de los emails o el comienzo de los discursos, pero conviene no abusar de ella.
¿Puede estar relacionada esta posición con la poca presencia de mujeres que hay en la entidad?
Posiblemente, pero también obedece a una postura tradicional. En vez de estar respondiendo ante preguntas, la Academia debería haber hecho un documento poniendo orden y sentido común al respecto. Se ha limitado a decir que como estamos bien pero hay una demanda social que ve que lo que se ha hecho siempre, aunque es correcto, no satisface. Su respuesta está siendo muy lenta y lo poco que ha cambiado responde a la presión social. Por ejemplo, a la campaña en redes sociales que lanzó una chica sobre el adjetivo fácil, “dicho específicamente de una mujer”. Al principio, la Academia dijo que no lo iba a cambiar y luego lo hizo, sustituyéndolo por “de una persona”. Los últimos cambios se ha rendido a una evidencia.
¿Qué poder tiene el lenguaje?
El lenguaje tiene mucho poder porque a través de él surge todo: las ideas, la forma de concebir el mundo y nuestra definición como seres humanos.
¿Y qué importancia tiene hacerlo inclusivo para la mujer o para las personas con alguna discapacidad?
Para cambiarlo en el terreno de la discapacidad, por ejemplo, hemos tenido que escuchar a unas personas que durante mucho tiempo nos han repetido que, ante todo, son personas. Y nos han enseñado a no hablar con victimismo, como si fueran infelices y estuviéramos en una situación de superioridad. “Yo soy feliz y tú no porque tienes una discapacidad”. La felicidad no se mide por eso y el lenguaje es importantísimo.
Dice que nos define, pero a la mujer más que definirla la ha invisivilizado, ¿no?
El lenguaje nos ha situado a las mujeres en una situación de inferioridad y nos ha demostrado que lo femenino es secundario. Lo masculino está privilegiado en lo lingüístico y no solo porque hayamos decidido que sea el género que represente a todo el mundo sino por muchas otras cosas. Cuando insultamos a un hombre en femenino, por ejemplo, lo insultamos doblemente: “eres una tonta”, “eres una cotilla”, “eres una guarra”, “eres una nenaza”. Ese poder no se da al revés, no podemos insultar a una mujer doblemente porque lo hagamos en masculino.
Además, que el masculino haya tenido ese privilegio ha hecho que muchas mujeres rechazasen denominarse con las fórmulas femeninas porque, antes, cuando se feminizaba significaba “mujer de” o se aludía a profesiones socialmente desprestigiadas. Las profesiones importantes eran masculinas y por eso hay muchas mujeres que dicen “soy médico”. No, eres médica, que es lo correcto según la regla morfológica del español. Es el prestigio de lo masculino con respecto al desprestigio de lo femenino.
¿Por qué genera tanto rechazo el lenguaje igualitario?
Partimos de que todo lo que tenga que ver con el lenguaje levanta pasiones, solo hay que pensar en los independentismos. La lengua se siente como algo muy cercano y el lenguaje es poder: conforme más identidad marcas con tu lengua más posibilidades tienes de crecerte en el poder y de querer, como los independentistas, desmarcarte. Por eso hay miedo de que la gente reivindique algo relacionado con el lenguaje, como con el tema del feminismo. Hay una parte que siente que va a perder privilegios, como si esto viniera a arrebatar algo o a hacer un lenguaje nuevo. Esto es un equivoco porque estamos hablando de los mismo que ocurre con las tecnologías. Las redes han generado una revolución y las mujeres hemos generado otra. Antes estábamos en el ámbito privado y ahora estamos en el público, hemos cambiado la estructura social y algo que cambia la estructura social no puede dejar al margen el lenguaje.
¿Se trata de una destrucción del lenguaje?
A mucha gente le preocupa eso, pero el lenguaje no se destruye, es como la energía, se transforma. Y hay gente que tiene miedo a las transformaciones. Yo, como lingüista, he visto cómo del latín vulgar, que parecía una aberración respecto al latín culto, se creó la lengua española, una maravilla.
¿Están las palabras más cargadas de ideología que antes?
Las palabras tienen la ideología de cada época y cada cultura. La ideología acompaña al lenguaje, no se puede separar.
En la UMA, donde trabaja, las universitarias son mayoría y sacan mejores notas pero lo masculino sigue sobrerrepresentado en la docencia.
Son datos que se pueden extrapolar a casi todos los ámbitos. Las mujeres llegamos en masa a muchos sitios pero tenemos un techo que nos sigue pesando y nos hace desaparecer cuando ascendemos en la escala social. Hay muchas razones pero la fundamental es la conciliación. Si analizamos la sociedad, aún quedan parejas en las que el sesgo de género persiste: ¿quién renuncia al trabajo para llevar a los niños al médico? ¿Quién asiste a las reuniones del colegio?
¿Hablan los adolescentes peor que hace unos años?
Hay un mensaje catastrofista. No se puede generalizar pero existe una clave: la lectura. Además, en España hay poca cultura de hablar oralmente y nuestro sistema docente carece de eso. Hay que fomentarlo porque quien maneja bien el lenguaje tiene un plus en la vida.
Pero es que los índices de lectura son catastróficos.
Yo creo que la persona que adquiere el hábito de la lectura puede ser más feliz. Regala un mundo de sensaciones y tiene un poder curativo. Es una pena que no se lea o que no se lea de esa manera porque, en realidad, estamos continuamente leyendo pero de una forma rápida y poco reflexiva.
¿Cómo se fomenta la lectura en un niño?
Lo primero: tienen que verlo en casa porque de pequeños lo que hacen es copiar. Segundo, tienen que tener libros a su alcance, que puedan romperlos y cogerlos. Y tercero, que sea el libro adecuado porque, por muy fantástico que sea El Quijote si lo das a una edad que no corresponde se convierte en algo imbebible que hace aborrecer la lectura para el resto de la vida. Hay que darles lo que les apetezca porque lo importante es el hábito. Lo que ocurre hoy en día es que si a un bebé le das un móvil, que con un dedo mueven imágenes, antes que un libro, que exige más de su parte y es menos atractivo, es difícil que vuelva al libro. No se puede competir.
¿Qué opina sobre el veto parental?
Me preocupa mucho y tengo un conflicto. Creo que es una consecuencia de no tener una ley de educación clara que esboce lo que los niños van a aprender en un centro y, por eso, la solución es un pacto de estado por la educación. Es cierto que hay contenidos que atañen a la moral y hay que ser respetuosos, así que no estoy de acuerdo ni con lo que hay ni con el pin parental.
¿Cómo ve la evolución de Málaga?
Estoy contentísima porque al viajar veo que la marca Málaga es magnifica. Hace unos años decía que era de Málaga y tenía que explicarlo porque fuera solo conocían Marbella y Torremolinos. Ahora, sienten envidia de que viva aquí y quieren venir. Málaga atrae un turismo cultural, más allá del turismo de playa de Torremolinos. Eso me encanta.
¿Hay algo que le siga dando envidia de otras ciudades?
Hay una cosa que siempre admiro: la limpieza en los barrios. Se está haciendo un esfuerzo por tener el centro de la ciudad limpio pero en los barrios falta belleza, deberían estar mas cuidados. Parte de culpa la tenemos la ciudadanía, porque sigo viendo pipas en el suelos. Tenemos poca conciencia de que la calle es nuestra y la pagamos con nuestros impuestos.
¿Qué fortaleza tienen Málaga como ciudad?
En Málaga tenemos una situación geográfica, un clima, una gente y una belleza que es admirable. Yo no querría vivir en ninguna otra ciudad. Quiero viajar a todas y quedarme en Málaga. La calidad de vida que hay aquí no la hay en ningún sitio.
Una mujer hecha a sí misma
“Soy cada vez más malagueña porque aunque me encanta viajar siempre quiero volver”. Es lo primero que dice cuando se le pregunta por ella. Susana Guerrero es una de las tantas hijas enamoradas de la ciudad.
Nació en 1969, estudió aquí –siempre ha sido una “una empollona”, reconoce– y le pagan por hacer lo que haría pagando. Estudió Filología Hispánica, se diplomó en Filología Inglesa y se doctoró en la primera. Siempre le gustó la docencia y, tras un periodo en un instituto –por donde “debería ser obligatorio” pasar–, consiguió primero una plaza de asociada en la Universidad de Málaga y, unos años después, la titularidad.
Durante esos años se ha ido especializando en el español en los medios de comunicación, en el léxico y el análisis del discurso. Todo, y en paralelo, con perspectiva de género.
De adolescente, estaba federada en atletismo de fondo. “No es cuestión de fortaleza física sino mental. Siempre he sido muy cabezota y voluntariosa. Soy de aguantar”. En la pista y en la vida. Se casó, tuvo tres hijos y se quedó viuda muy joven: “Ha sido difícil, he tenido que hace encaje de bolillos para ser madre, padre y profesora”. Pero no se arrepiente de nada. Como lo que reivindica, es una mujer hecha a sí misma.
También te puede interesar
Contenido ofrecido por Aguas de Torremolinos
Contenido ofrecido por Cervezas Alhambra
Contenido ofrecido por Osborne