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Málaga/Pocas veces tenemos la suerte de contar con la presencia de una invitada tan involucrada con la gastronomía, y muy especialmente con el mundo de la cocina, de los guisanderos, como a ella le gusta denominar a los hombres y mujeres que trabajan un montón de horas cada día alrededor de los fogones. Pero mucho antes de comenzar a desarrollar esta actividad, Toñi Sánchez fue una de las primeras mujeres ejecutivas que tuvo nuestra ciudad, nuestro país. Su vida fue un continuo torbellino que nunca se ha detenido. Hoy la vamos a conocer un poco más. Bienvenidos.
Para la ocasión seleccionamos un restaurante de reconocido prestigio especialmente por su cocina tradicional malagueña: El Figón de Montemar, con casi treinta años de presencia en Torremolinos, elogiado por su “cocina de cuchara” y de estación y la experimentada elaboración de todos sus platos.
Fuimos recibido por Daniel Garrido, maitre del establecimiento e hijo de Isabelo Garrido y Manoli Espartal, los “alma mater” de la cocina, y propietarios de este prestigioso establecimiento. Casi tres décadas deleitando el paladar a los amantes de la buena cocina. Sus reconocidos guisos y especialidades así lo avalan. Cuatro personas entre fogones y cinco bajos las ordenes de Dani Garrido conforman el resto del personal. Entre todos consiguieron que pasásemos unos horas de inolvidable charla y gastronomía. No se lo pierdan.
Como decía al principio de esta crónica, Toñi Sánchez es el modelo de mujer que ha vivido la vida con una pasión tal que solo con verla – todos sus sentimientos se reflejan en su cara– , y más tarde oírla –el entusiasmo y la vehemencia con que describe cualquier situación de su vida– le hace a uno presagiar la mujer que tiene delante. Y le pregunté quién es Toñi Sanchez.“Soy una ama de casa, apasionada de su familia y de esta Málaga nuestra que tanto quiero. De la cultura en todas sus vertientes y como no, de la gastronomía”.
Malagueña, paleña, para más precisión, su familia, conocida en el barrio como “los rosillas”, eran paleños de varias generaciones. Su bisabuelo tenía dos jábegas: “Mari Carmen” –que se encuentra en el museo marítimo de Barcelona– y la “Mercedes; un sardinal y una barquilla pequeñita. “ Guardo en mi memoria mi Palo de los años sesenta y setenta; de los merenderos y las casitas blancas”. Su marido, Pedro Cantalejo, y sus hijos Estefania y Alejandro, conforman el pilar básico de su vida, aunque aclara. “He tenido la fortuna de encontrarme con personas excepcionales a lo largo de mi existencia. La gente que te rodean en la vida son muy importantes”. Habla con nostalgia de su familia ya fallecida: “Mi madre falleció muy joven, con 57 años, y luego, se fueron marchando todos. Mi familia está enterrada en el cementerio del Palo”. Lectora empedernida -en casa tiene casi dos mil volúmenes - , ama la cultura y todo lo que ella rodea. Y sentencia: “ Cuando se me olvide quien soy, búscame en el mar; si me pierdo búscame en un museo o en una biblioteca”. Muy pronto sumará a sus casi dos mil recetas un nuevo libro que adelantamos como exclusiva: Cefalópodos. 50 recetas indispensables en la cocina, prologado por el distinguido gastronomo Fernando Sánchez. Aún no hay fecha exacta para su presentación. Estaremos atentos. A pesar del tiempo transcurrido, Toñi Sánchez me dejó entrever a aquella niña que con dos o tres años se sentaba a jugar en las templadas tardes de verano, con la arena y los chinos del rebalaje, frente a Casa Pedro...” Hasta siempre; ha sido un honor.
–Usted procede el mundo de la empresa...
–[Silencio] Comencé desde muy joven, en los años setenta, siendo prácticamente una niña, a trabajar en una importante empresa, referente nacional en el mundo de la relojería: Orient. En el año 1978, en una época en que las mujeres no ocupaban habitualmente cargos directivos o ejecutivos, fui nombrada jefe de ventas. Aquello fue para mi todo un reto. En ese cargo permanecí diez años y más tarde accedí a la dirección comercial donde estuve otros tantos. En realidad hacía un poco de todo. Viajé por muchos países, hubo momentos complicados y otros llenos de satisfacción, pero sobre todo me formé como persona”.
–¿Cómo se llevaba todo eso en un mundo de hombres?
–Como he dicho antes, fue todo un reto. Recuerdo la primera vez que me entrevisté con el director de compras de El Corte Ingles, en Madrid, todavía era prácticamente una niña. Me imponía aquel ambiente. Luego viajé a Japón, una cultura totalmente distinta donde tenía que ceder el paso continuamente a los hombres. Era otro mundo para mí. Y muy duro. No eran pocos los hombres a los que les gustaba el “sillón” que yo ocupaba, pero la familia Balani –propietarios de la empresa– confiaba plenamente en mi. Se marchaban a Estados Unidos o a cualquier otro sitio, y me dejaban al frente de la empresa”.
–Tengo entendido que también es buceadora. ¿Cómo es el mar por dentro?
–[Risas] Sí, me encanta. El mar es otra dimensión, otro mundo. Es lo más bello que se pueda imaginar, aunque hay que tenerle mucho respeto. Actualmente apenas buceo con botella. Solo lo hago en apnea, pero sí, me encanta.
–Y de pronto surge la gastronomía.
–No, de pronto no. Han sido catorce años escribiendo, publicando, compartiendo día a día. Comencé a escribir sobre cocina porque cuando murió mi madre decidí transcribir todas las recetas que ella guardaba, de generaciones. Pero no me defino como cocinera, soy bloguera gastronómica. Cocinero o cocinera son palabras mayores, aunque a mí me gusta llamarlos guisanderos o guisanderas. Guisandero es quien guisa con amor y con pasión para sus comensales, no aquella persona que sencillamente trabaja en la cocina. En Málaga tenemos grandes ejemplos de guisanderos: Juanjo Carmona, Dani Carnero, Mario Rosado, Charo Carmona… Cuando voy a un restaurante no voy exclusivamente a comer, para eso me quedo en casa, voy a disfrutar. Desde que entro hasta que salgo disfruto de ese trabajo, de ese arte que han desarrollado. La cocina, como la vida, está llena de pequeños fracasos y grandes éxitos, y yo me los aplico.
Como experimentada gastrónoma, Toñi estaba deseando comenzar a disfrutar de los platos que en seguida comenzó a presentarnos, personalmente, Isabelo Garrido. Comenzó por unas sencillas croquetas de jamón al estilo del Figon, que hacía honor a aquello tan famoso de que lo sencillo es lo más acertado. Para acompañar a este plato y a los posteriores, Dani Garrido nos descorchó una botella de Quelias rose, realmente bueno, selección de bodegas Lara.
–¿En el mundo de la cocina hay muchos hombres?
–Si te refieres a más que a mujeres, sí. Siempre ha habido mujeres en las cocinas, pero los grandes de la cocina, tradicionalmente, han sido hombres. Influencias claras de Francia, del País Vasco… Por supuesto, en Málaga hay mujeres muy destacadas en la cocina, pero todavía son muy pocas. Se avanza poco a poco, día a día, pero queda mucho camino por recorrer”.
Y de nuevo nos vimos sorprendido por otro plato tradicional, sencillo y magníficamente elaborado: salmorejo con laminas de aguacate, huevo y delicias de jamón ibérico. Magnifico.
–¿Cual es su plato favorito?
–Hay uno que me alimenta el alma y el espíritu y que lo llevo en el corazón: el pimentón. Es una sopa muy especial. Durante mucho tiempo pensé que era de mi familia, pero más tarde descubrí que no era así. Es cierto que se hacía y se hace en muchas casas en El Palo. Se elaboraba con chanquetes, cuando se podían consumir. En la actualidad se hace con boquerones victorianos. Mi padre enfermó, y los últimos meses de su vida me lo pedía constantemente. Me quedó marcado para siempre”.
–Habla mucho de productos malagueños, de cocina malagueña.
–Claro, porque entiendo que hay que darles su sitio. Ahí está ”Sabor a Málaga”, defendiendo y promocionando todo lo nuestro”. Tras degustar el fresco y sabroso salmorejo, Isabelo nos sorprendió con otro de los platos de la casa: bacalao al pil pil hecho al estilo tradicional, plato que maridó a la perfección con el vino que degustábamos.
–¿Con quién le gustaría cocinar?
–Con Dani García. Lo quiero, lo admiro, para mí, dentro de la cocina tradicional, es un genio. Lo sigo desde que comenzó en La Consula. Voy a pecar de pasión malagueña, pero para mí es el mejor del mundo”. El descorche de una botella de Abadia Retuerta, nos preparó para el plato que vendría a continuación: rabo de toro. Y para culminar el extraordinario recorrido gastronómico, Isabelo nos presentó dos postres: arroz con leche con cubierta de caramelo, y tarta de queso con helado de de moras, laminas de fresas y galleta desmigada. Quiero expresar mi agradecimiento a todo el equipo del Figón de Montemar, con Dani Garrido al frente, por sus atenciones y dedicación durante todo nuestro encuentro. Hasta pronto. Nos vemos en el Figón de Montemar.
Rosado: Quelias Rosé. Sorprendente rosado de las bodegas Sinforiano. Un vino fresco y elegante, desde su color asalmonado hasta sus toques delicados a fresa y melocotón. Toda una experiencia.
Tinto: Abadia Retuerta. Magnífico vino de la D.O . V.T. Castilla y León. Vino sabroso con intenso toque a frutos rojos. Maridó a la perfección con el guiso de carne.
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