Verdiales bajo los olivos
La Fiesta Mayor vuelve a sus orígenes y se traslada al campo. En el parque de La Concepción se cumplió la 51 edición de una tradición heredada de las fiestas de locos, tontos o inocentes de la Edad Media
Dentro del coche, soportando la lenta caravana de vehículos, se podía cuestionar el nuevo lugar elegido para celebrar la Fiesta Mayor de los Verdiales. Pero en cuanto se atravesaban las vallas policiales y se entraba en el parque periurbano de La Concepción se comprendía todo. En mitad del campo, entre olivos, pandas, aficionados y extranjeros boquiabiertos se mezclaban para disfrutar de la vuelta a los orígenes de una tradición proveniente del mundo rural y heredada de las fiestas de locos, tontos o inocentes de la Edad Media.
Sin micrófonos, sin camerinos, sin patio de butacas, a la antigua usanza se celebró ayer el concurso de verdiales que contó este año con 26 pandas de los estilos Montes, Almogía y Comares. La número 51 fue una edición de cambios, porque también se modificó el formato del concurso y se establecieron tres escenarios en los que actuaron simultáneamente cada uno de los estilos. Luego se pasaba a una cuarta carpa en la que todas las pandas tocaban dos luchas ante el público, esta vez sin jurado, como una pequeña exhibición.
El día invitaba a la fiesta. Los asistentes llevaron sillas y mesas portátiles, botas de vino, orzas de lomo en manteca, chorizos y tortillas para bailar, tocar y escuchar los cantes hasta la caída de la tarde. "Ésta es una fiesta popular y éste un lugar idílico para celebrarla, aquí en los montes, con las pandas ensayando bajo un olivo, es una manera de recuperar la fiesta", comentó ayer el concejal de Cultura, Damián Caneda, que destacó la satisfacción de los fiesteros.
También destacó las ventajas que suponía la nueva fórmula para el público. "Pueden irse de un escenario a otro, ver los diferentes estilos, es muy enriquecedor", agregó y subrayó la alta participación del público. "Hace un día magnífico y a la gente le gusta mucho, participan de ello y los extranjeros están alucinados ", añadió junto a José Gómez Santiago, presidente de la Federación de Pandas de Verdiales, orgulloso de que las escuelas atiendan a más de 1.400 alumnos y que el relevo generacional esté más que garantizado.
"Sobre el escenario tenemos a la Panda Primera del Puerto de la Torre, del estilo Montes, la gran mayoría de sus componentes tienen menos de 35 años, en esta y en todas", aseguraba ayer José Gómez. Desde los años 90 funcionan las escuelas de verdiales, que actualmente llegan a las 23 entre la provincia y Málaga capital. Estos centros formativos acoge a alumnos desde los 4 ó 5 años de edad que hacen sus primeros pinitos en el baile hasta jubilados "que se acercan a la escuela para mantenerse activos, para echar un rato de fiesta y divertirse", explicó el presidente de la Federación de Pandas.
De estas escuelas salieron Nerea Muñoz y las hermanas Martín, María José y Jéssica. Estas últimas bailan en la panda Raíces de Álora, de estilo Almogía. Tienen 17 y 19 años y aseguraban ayer que lo que más les gusta de los verdiales es "el ambiente". Sus abuelos eran fiesteros pero la tradición se perdió en la generación de sus padres y sus tíos. Ahora, de una veintena de primos, tan sólo ellas son las que se han embarcado nuevamente en la fiesta. Nerea toca los platillos, el pandero, la guitarra y canta en la panda Santa Catalina. Tampoco entienden algunos de sus amigos cómo le pueden gustar los verdiales, pero su afición está por encima de las críticas. "Pasamos el rato con los amibos, nos divertimos tocando y bailando", dijo María José.
Para el presidente de la Federación de Pandas de Verdiales, siempre hay una conexión especial entre los verdialeros. "Siempre digo que enseñamos a tocar, a cantar y a bailar y a ser buenas personas", explicó e incidió en lo "sano" del ambiente que rodea esta fiesta, ya totalmente igualitaria entre ambos sexos pero en la que "no estaba bien visto" que participaran las mujeres hasta después de los años 60. "Antes había un bailaor, que llevaba normalmente la bandera, y lo rifaban los padres y los pretendientes de las chicas para que bailara con ellas", relataba José Gómez.
La fiesta de los tontos, como era conocida en el mundo rural, era el momento del cortejo, de poder observar y acercarse, de invitar a bailar y sentar las bases de futuros noviazgos. En tiempos de redes sociales y conversaciones a través de Whatsapp, ese matiz se ha perdido, pero el resto permanece casi intacto. La panda Santón Pitar, de estilo Montes, descansaba bajo un olivo, con los sombreros de cintas de colores, espejos y cuentas colgados de las ramas retorcidas. Pepe Molina toca el violín en esta formación nacida hace 30 años. También ha dedicado tiempo al estudio de la fiesta.
"La esencia de la fiesta es ésta, la que estamos viviendo, que es lo contrario al espectáculo", apuntó y agregó que "la fiesta estaba fuera de su razón de ser, con un escenario, en un barrio de la capital, aquí estamos en pleno campo, como cuando se hacía en la Venta El Túnel o en Venta Nueva, en Los Montes". Sólo un día lluvioso, aseguraba Pepe Molina, hubiera estropeado la organización del evento, a la que únicamente pedía para el próximo año una carpa vacía para el refugio en caso de mal tiempo, "por lo demás está perfecto", declaró.
Para Pepe y su panda, el pasar todo el día en el campo era uno de los mayores alicientes, el poder tocar y cantar allí mismo, "antes no sabíamos ni dónde nos podíamos poner, no teníamos sitio", consideró, muy satisfecho del cambio de escenario y de formato, "decisión de los propios fiesteros", apuntó.
Los verdiales pertenecen, según destacó Pepe Molina, al conjunto de fiestas conocidas como fiestas de locos, tontos o inocentes de la Edad Media, y que tenía el 28 de diciembre como día grande. Se ha perpetuado en el tiempo en los territorios del Reino de Granada, en Murcia y Albacete, aunque con distintos nombres, aquí pandas, allí cuadrillas y rondas. Las letras hablan, sobre todo, del amor, ensalzan la belleza femenina y cantan a sus enamorados. "Vienen desde épocas inmemoriales", comentó Molina. Los temas no se actualizan, "esto no son carnavales", aunque de vez en cuando alguien compone una letra y se introduce en la fiesta si "cae bien".
Sobre el escenario una voz aguda repetía las palabras que ya cantaron decenas de generaciones anteriores. Y sonaba totalmente distinto a cualquier otra melodía. Eso es lo que atrajo más a Juan José Camacho, procedente de San Sebastián, en su primer acercamiento a la Fiesta Mayor. "El ambiente, la música tan peculiar, su colorido", dijo poco después de posar junto a un verdialero con su sombrero puesto. "Son otros sonidos, otra música, una fiesta muy autóctona y diferente" y el sitio, destacó su mujer, "es ideal".
El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, se retrasó de la hora prevista atrapado en un atasco. Pero sí que disfrutaron de la fiesta otras autoridades como el presidente de la Diputación Provincial, Elías Bendodo y la concejala del distrito de Ciudad Jardín, Mariví Romero.
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