Vidas en el EXILIO
Los inmigrantes saharauis en Málaga, entre 150 y 200, claman contra la "injusticia" que está sufriendo su pueblo · "Esto es un SOS, un sálvese quien pueda", afirman
Mrabih Ahmed sirve el té saharaui mientras Abdalahe Jalil se conecta a internet para informarse de las últimas noticias sobre la expulsión de Marruecos de los tres periodistas españoles de la Cadena Ser. Como ellos, entre 150 y 200 saharauis residen en Málaga. La toma del campamento el pasado domingo de madrugada en el Sáhara Occidental, ejecutada por las fuerzas de seguridad marroquíes, y la violenta batalla campal desatada en El Aaiún han atizado a la diáspora saharaui que vive en Málaga.
Jalil es el delegado saharaui en Andalucía. Su discurso, marcado por la rabia, sólo se interrumpe cuando suena su teléfono. Ayer partió hacia Madrid para participar en la manifestación de apoyo al pueblo saharaui y contra la "represión marroquí" convocada por la Coordinadora Estatal de Asociaciones de Amistad y Solidaridad con el Pueblo Saharaui (CEAS-Sáhara). Lleva siete años en Andalucía y en el salón de su casa, rodeado de varios ciudadanos del pueblo saharaui, como a él le gusta decir, clama contra la "injusticia" que está sufriendo su gente. "Esto solo ha sido la gota que ha colmado el vaso. La represión la hemos padecido desde hace más de 35 años y nunca, desgraciadamente, ha cesado", defiende Jalil, que hace un llamamiento a la comunidad internacional y, sobre todo, al Gobierno español. "Esto es un SOS. Un sálvese quien pueda. ¿Por qué Marruecos, con su actitud cobarde y salvaje, no deja entrar a los periodistas? ¿Por qué han expulsado a Angels Barceló y a su equipo? Marruecos no quiere testigos y esto es un tragedia de un valor incalculable", se lamenta el delegado saharaui en Andalucía.
Mientras sus compañeros describen la situación que están sufriendo sus familiares, Jalil se conecta otra vez a internet. Está en contacto con el resto de delegados saharauis en España y está ultimando los preparativos de la manifestación de hoy. "Para nosotros el apoyo del pueblo español es fundamental. Siguen matándonos. Tenemos que responder", resume resignado.
Mrabih Ahmed es otro nómada en Málaga. Otra vida en el exilio. Sus tíos viven en El Aaiún y cada día intenta hablar con ellos. Como Warda Haimed, que mientras sostiene a su bebé de sólo 48 días describe la situación que están viviendo sus familiares. "Los niños tienen miedo, sus padres están muriendo y nadie nos ayuda", asegura Haimed, que por culpa de la crisis se ha quedado sin trabajo. Pese a su rabia, no levanta en ningún momento la voz y sus ojos se le iluminan cuando se le pregunta si tiene previsto regresar a su tierra. "En eso estamos. Nosotros luchamos por volver a ella", señala Haimed, que en los últimos días ha percibido un cambio de actitud en sus vecinos. "La gente de Málaga se está portando muy bien con nosotros. Es más, le puedo decir que sentimos su cariño. La impunidad de Marruecos es tal que la gente se ha dado cuenta de lo que estamos sufriendo en estos últimos días".
Ahmed Bladila sólo tiene 19 años. Pese a su juventud demuestra una madurez exquisita. Como el resto de sus compañeros tampoco tiene trabajo: "Son las cosas de la crisis", señala con cierta amargura que se transforma en ira cuando se le pregunta por el conflicto que mantienen Marruecos con el Frente Polisario. "Ahora mismo la gente está muriendo. Mis tíos también viven en El Aaiún y cuando hablo por teléfono con ellos me dicen que están fatal. Están destruyendo las casas. ¿Qué más quiere que le diga?".
Hamed tiene 25 años y es hijo de Mrabih Ahmed. Al igual que su padre, es parco en palabras. Tampoco trabaja: "Hay pocas oportunidades ahora", asegura mientras apura el último sorbo de su taza. "El secreto del té es que tenga espuma como la cerveza", bromea en ese momento Jalil. Cuando las sonrisas se van apagando, Hamed recupera el discurso: "La gente está sufriendo muchísimo y nadie nos ayuda. ¿El porqué? No lo sé. ¿Qué pasaría si fuéramos otro pueblo?", se pregunta Hamed.
Batta Nafda lleva cuatro años en Málaga y hace unos meses perdió su puesto de trabajo. En un más que correcto español asegura que está viviendo "con una enorme preocupación" el conflicto que se está produciendo a miles de kilómetros de Santa Cristina, barriada en la que reside desde hace unos meses. Pese a que tiene prisa su voz transmite cierta serenidad. "Mis tíos y mis abuelos también viven en El Aaiún. La cosa está muy mal y nosotros lo estamos pasando muy mal porque desde aquí no podemos hacer nada", mantiene Nafda.
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