Voluntarios europeos, el confinamiento de jóvenes malagueños a miles de kilómetros

Menores de 30 años que participaban en el Cuerpo Europeo de la Solidaridad gracias a la asociación Arrabal AID relatan sus experiencias en Portugal, Polonia, Italia y Francia

Cristian Romero en su voluntariado europeo en Pescara, Italia, antes del confinamiento.
Cristian Romero en su voluntariado europeo en Pescara, Italia, antes del confinamiento.

Málaga/Son jóvenes, tienen ganas de viajar, conocer otras culturas, fortalecer su inglés y, sobre todo esto, ayudar. Y la forma que mejor encaja en sus expectativas es el Cuerpo Europeo de la Solidaridad. La asociación Arrabal-AID los ayuda a preparar sus currículum, buscar vacantes, preparar el proceso de selección y emprender una experiencia que a muchos les ha servido para tener sus primeros contratos. En 2019 se marcharon 23 personas. A algunos de ellos, les ha pillado el confinamiento a miles de kilómetros de casa.

Justo un día antes de que se "cerrasen las puertas en Polonia", el 14 de marzo, llegó Ainhoa Morales desde Málaga. Esta joven de 23 años iba a comenzar justo antes del encierro a trabajar en la fundación FREE, que apoya a los educadores en su trabajo con niños de necesidades educativas especiales. Pero se vieron obligados a recluirse en casa y la perspectiva ha cambiado. "Damos algunas clases on line, pero es bastante difícil porque hay niños que tienen asperger, autismo, y muchos no saben inglés", comenta.

Sin embargo, su inquietud no la deja quedarse quieta y todas las mañanas participa en un voluntariado para repartir mascarillas y guantes a los mayores de la ciudad polaca de Opole, donde reside. "Aquí estamos bien, la verdad es que la situación no es tan complicada como la que se ve en España", comenta y señala que hay ciertos vecinos que desconfían de su salud solo por ser española.

"Estoy intentando disfrutar todo lo que pueda del confinamiento y esperando que todo acabe para empezar mi proyecto que es de un año de duración", agrega. También está realizando un curso on line de polaco, mejorando el inglés, "conociendo a la gente de mi organización y de otras, tenemos la oportunidad de ayudar, es una experiencia única que le recomiendo a todo el mundo", concluye y manda ánimos para España.

Ainhoa Morales en Polonia.
Ainhoa Morales en Polonia.

También en Polonia, en Starogard Gdanski, están Javier Soto y Juan Cruz. Juan ya estuvo de voluntario un año y ha sido contratado justo en marzo, cuando acabó el proyecto. Y Javier empezó en octubre de 2019. En Sports Club Beniaminek 03 organizan e imparten clases deportivas para niños y jóvenes. Además, preparan intercambios internacionales de jóvenes sobre deporte, cultura y arte y desarrollan proyectos en torno a la vida saludable, la promoción de la movilidad y creando tejido social en la ciudad.

En Francia, en Rennes, está Ana Gómez. Después de diez meses inmersa en un proyecto en la entidad Etudes et Chantiers sobre la tolerancia entre las personas acabó el periodo en marzo y su situación se complicó con la alarma sanitaria. Fue aceptada en una beca para jóvenes solidarios pero la incertidumbre del momento mantiene congelado su presente más inmediato.

Mario Fortes, de 20 años, empezó en enero un proyecto de un año para apoyar el desarrollo de actividades para jóvenes en Olhâo, Portugal. "Mi voluntariado es sobre educación social y antes del coronavirus mi trabajo consistían en ayudar a los niños a hacer sus actividades escolares y proponer actividades extraescolares dentro del aula y fuera, actividades deportivas y lúdicas que les ayudaran a crear vínculos entre ellos", explica.

"Ahora la situación es de precaución, estamos en casa, mantenemos activa la cuenta de redes sociales y procuramos que hagan cosas además de los deberes", desgrana Mario. "Nosotros, los voluntarios, hacemos deporte, bailamos, intentamos mantenernos activos, hacemos recetas de cocina nuevas, vemos series, películas, solo salimos a lo necesario, a comprar y tirar la basura", concluye.

A Pescara, en Italia, llegó Cristian Romero en diciembre del año pasado. "Desde ese momento habíamos llevado a cabo un proyecto que versaba sobre la reconstrucción de la memoria de los terremotos que sucedieron hace varios años en Italia", relata. Compañeros de Francia, Hungría y España conformaban el equipo.

"Justo cuando comenzábamos con la elaboración de la web que queríamos hacer y el montaje del vídeo con las entrevistas que habíamos realizado surgió el brote de coronavirus en Milán", comenta. "Tras el decreto del estado de alarma del 9 o 10 de marzo, nuestras asociaciones nos recomendaron que volviéramos a nuestros países, pero nosotros no pudimos porque sacamos los vuelos el día 11 y el Gobierno español cerró las comunicaciones aéreas con Italia", relata.

Juan Cruz y Javier Soto en Polonia.
Juan Cruz y Javier Soto en Polonia.

El 12 de marzo comenzaron las medidas de confinamiento y desde entonces "nuestro encierro ha sido como el de cualquier otra persona", dice. Deporte, series y películas, cocina y lectura, mucha lectura, para aprovechar el tiempo. "Seguimos con el teletrabajo, pero como lo nuestro era principalmente trabajo de campo estamos haciendo poco", asegura.

Cristian añora no tener cerca a los suyos en esta crisis pero la distancia le ha dado una perspectiva diferente de la situación española. "Desde la lejanía sentimos vergüenza cuando ves que a diferencia de lo que pueda ocurrir en Francia, Portugal o Italia, donde la sociedad civil y la clase política se une para afrontar esta crisis, allí más que remar todos en la misma dirección, tenemos un extracto político que lo que quieren es sacar rédito y lo utilizan como arma política, es muy triste ver que nada puede unir a la clase política española", considera.

Como todos, lo que espera es que esto acabe cuanto antes para poder regresar a la ansiada normalidad. Aunque es consciente de que tardará, tanto en España, en lo alto de la tabla de los más afectados por el coronavirus, como en el resto del mundo.

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