Voluntarios contra el sufrimiento

Cerca de 700 personas colaboran de forma altruista con la ONG Cudeca para ofrecer cuidados paliativos a personas con enfermedades en estado avanzado y sin posibilidad de cura

Una voluntaria de Cudeca da masajes a una paciente.
Julio Aparicio

28 de septiembre 2014 - 01:00

"Vengo una vez a la semana a cuidarlos: hablo con ellos y con sus familias, les doy masajes, besos y todo el cariño que puedo; escucho sus inquietudes, nos sinceramos, y eso hace maravillas, noto cómo se renueva su ánimo y veo que se sienten mucho mejor. La sensación es grandiosa". Una viva llama de emoción fulgura en los ojos de María del Mar mientras lo relata. Ella es una de los cerca de 700 voluntarios que colaboran con la Fundación Cudeca, una ONG establecida en Benalmádena y fundada por la ya célebre Joan Hunt, dedicada a dispensar cuidados paliativos sin coste a personas que padecen cáncer y otras enfermedades en fase avanzada, sin posibilidad de curación, y que ofrece asimismo apoyo emocional y psicológico tanto a los pacientes como a sus familias. Esta organización está dando respuesta al dilema humano planteado por las enfermedades sin cura, muy propio de nuestro tiempo, que obligan a quien las padece y a sus allegados a forjar una conducta ante el final de la vida.

María del Mar, como muchos otros de sus compañeros voluntarios, conoció Cudeca cuando un ser querido enfermó de cáncer, en este caso su hermano, y tuvo que enfrentarse a la descarnada certeza de que no existía tratamiento alguno que pudiera sanarlo. En esta situación extrema, encarando a la muerte y experimentando la rabia y desamparo producidos por un golpe tan fulminante, María del Mar y su hermano encontraron solaz en los médicos y voluntarios que la asociación envió a su domicilio para ofrecerles los cuidados, asesoramiento, empatía y calidez tan necesarios en semejante lance.

"Fue formidable, cuando vi cómo se entregaban y ayudaban a mi hermano, el bien que a él le hacía y lo que nos aliviaba, me dije a mí misma que yo tenía que formar parte de eso, que tenía que contribuir a mitigar el sufrimiento y dolor de las personas que atraviesan tal situación. Vi que con voluntad y dándoles mi cariño podía cambiar el mundo, hacerlo mejor y más humano", explica conmovida.

Tras esta experiencia, inició su andadura en Cudeca: realizó un curso de voluntariado asistencial a cargo de la fundación -sobre lo cual ella ya tenía conocimientos, pues es auxiliar de enfermería- y empezó a acudir en sus días libres a la unidad de ingresos en la sede de la ONG, en Benalmádena, donde cuentan con nueve habitaciones individuales para pacientes que necesitan una asistencia 24 horas. "Soy como una confidente, para los pacientes y para sus familiares. Tienen una confianza total conmigo, me hablan con completa honestidad y sacan todas sus preocupaciones, se liberan, y la mejoría que experimentan con ello es notoria. Muchas veces, con tal de no hacerse daño, los pacientes y los familiares evitan conversar sobre el trance en que están sumidos, por eso un intermediario 'neutro' con el que se sientan cómodos es tan beneficioso", manifiesta. Con este son ya tres años los que lleva colaborando con la fundación, y afirma convencida que seguirá haciéndolo.

El caso de Juan Frías, un hostelero ya retirado, tiene bastante en común con el de María del Mar. Su cuñado cayó enfermo y Cudeca lo asistió -junto a su familia-, médica y psicológicamente. "El trato fue fantástico, e inmediatamente quise hacer lo mismo por otras personas que estuviesen pasando por lo mismo", comenta. Juan, que ya lleva seis años involucrado, acompaña a los pacientes en la unidad de estancia diurna, y hace todo lo que está en su mano para que se sientan mejor. "Les preparo el desayuno, les lavo la cabeza si lo necesitan, charlo con ellos, incluso hice un curso de tres meses para aprender a dar masajes. Se establece entre nosotros una relación de muchísima confianza", expresa. Maribel Moya, compañera de Juan en la unidad de día, se enteró de la existencia de Cudeca a través de las noticias, y sintió que deseaba dedicar su energía a ayudar a otros. "Cuando vienen aquí salen de su entorno habitual, y eso les permite relegar la enfermedad a un segundo plano, se les suaviza el carácter y vuelven a sentirse vivos", manifiesta.

Pero no todos los voluntarios tratan con los pacientes; otros muchos contribuyen en la organización de los eventos de recaudación de fondos para mantener la ONG en marcha, colaboran en las 13 tiendas benéficas repartidas por la provincia -donde se venden artículos de segunda mano-, e incluso llevan a cabo tareas de administración. Tal es el caso de Ramón Álvarez -al que sus compañeros llaman cariñosamente Súper Ramón-, un agente inmobiliario jubilado que desde hace dos años hace portes de material entre las tiendas de Torremolinos, el centro de Málaga y El Palo.

Marisa Martín, actual gerente de Cudeca, insiste, convencida, en que estos voluntarios son una de las piedras angulares de la fundación, y que gracias a ellos y a los socios el proyecto puede sobrevivir y seguir ofreciendo humanidad y calidez en el final del camino.

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