El abogado indómito
El abogado Pedro Apalategui, al que los letrados rinden homenaje por sus 45 años de ejercicio, advierte de las amenazas que acechan los derechos consolidados
Indómito, osado, incómodo e irreductible. Bajo esta bandera ha construido el penalista malagueño Pedro Apalategui 45 años de carrera profesional que ayer fueron reconocidos con la medalla al mérito en el servicio a la abogacía. Independiente, ajeno al establishment y a las obediencias, debidas sus compañeros subrayaron la personalidad y el perfil profesional de un letrado que nunca ha eludido fajarse en un pulso contra el aparato del Estado.
Su amigo y en otros tiempos compañero de despacho Santiago Jiménez recordaba cómo "batalló obstinadamente" por el reconocimiento de derechos hoy tan consolidados como la asistencia a los detenidos en las comisarías o la posibilidad de interrogar a los arrestados. Hizo también causa por el divorcio, el aborto o el jurado. Eran tiempos pardos y difíciles en los que un juez le llegó a espetar: "Ese panfleto revolucionario que usted tanto utiliza no entrará ni aquí ni en los cuarteles", en alusión a la Constitución.
Minutos antes del acto formal de imposición de la medalla, mientras se escurría de las declaraciones a la prensa y trataba de hacer lo propio con las fotografías, subrayaba uno de los episodios más gratificantes de su carrera: su defensa de un grupo de montoneros argentinos cuya extradición solicitaba Francia por su implicación en el secuestro del director de FIAT. Era 1977 y aquel letrado jovencísimo logró una gran victoria porque se reconoció que las extradiciones no podían acordarse por motivos políticos. Aquella decisión salvaguardaba los derechos de los refugiados de la dictadura argentina afincados en España.
Apalategui confesó ayer que acumuló "un montón de frustraciones" durante aquellos años de lucha por los derechos y las libertades. Recordó por ejemplo cómo un juez en una sala de Málaga decía sin ocultar la mofa: "Que pasen los presuntos", en alusión a los acusados.
Su independencia de criterio le llegó hasta el propio Colegio de Abogados de Málaga, el mismo que propuso al Consejo de la Abogacía que se le otorgara la medalla al mérito. Él mismo mostraba ayer su sorpresa y también su agradecimiento por un reconocimiento que le ha roto los clichés a alguien con sus "antecedentes", porque ha sido muy reivindicativo "con temas especialmente molestos" como la colegiación obligatoria, la mutualidad o la necesidad de hacer determinados cursos para acceder al ejercicio de la profesión.
El acto formal de imposición de la medalla alcanzó ayer uno de sus momentos más emocionales cuando el decano de honor del Colegio de Abogados de Málaga, Fernando Guerrero García-Strachan, una personalidad venerada por los letrados malagueños, afirmó que Apalategui es "uno de los mejores abogados penalistas que hay en España". "Tiene el alma de la toga", dijo.
El homenajeado, no obstante, no dejó escapar una ocasión que se suponía reservada solo a la glosa para advertir de los "puntos de alarma" que amenazan con "licuar" algunas garantías ya consolidadas. Demostró por qué sus compañeros le definieron como indómito, osado, incómodo e irreductible. Criticó que el Código Penal haya introducido la cadena perpetua revisable, terminología que en su opinión no es más que una manera de edulcorar la cadena perpetua.
También compartió la inquietud que le produce que la Ley de Seguridad Ciudadana haya recogido la expresión "el que perturbe". Desde su punto de vista, esta Ley no es más que una mera norma de orden público. Criticó el uso político del derecho penal que conduce a legislar a golpe de telediario con el único objetivo de la rentabilidad electoral y, finalmente, advirtió de la politización del poder judicial.
Explicó, por ejemplo, cómo ayer se ponía de relieve en los medios de comunicación el aforamiento de la ex alcaldesa de Valencia, Rita Barberá. "¿Qué lectura puede hacer el ciudadano? ¿Que el Supremo es más cómodo? Se hace un flaco favor con este sistema de aforamiento".
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