El alcalde que transformó la ciudad

Pedro Aparicio modernizó una ciudad caótica, víctima del desarrollismo franquista, en la que el 70% de las calles estaban sin asfaltar, no tenían saneamientos, agua potable o alumbrado público

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Encarna Maldonado Málaga

26 de septiembre 2014 - 01:00

Málaga salía del franquismo en blanco y negro. Calles sin asfaltar, sin aceras, sin alumbrado agua potable o saneamiento. José Asenjo, el primer concejal de Urbanismo del alcalde Pedro Aparicio en el Ayuntamiento recuerda que "el 70% de las calles carecían de todas o parte de las infraestructuras básicas".

El desarrollismo de los años 60 y 70 había provocado que en apenas una década la población de la ciudad se doblara. Pero había sido un crecimiento sin planificación en tres direcciones: masificación en los barrios nuevos, infraviviendas en el centro y autoconstrucción en la periferia.

Los barrios levantados durante el desarrollismo, Carretera de Cádiz y Ciudad Jardín, se caracterizaban por la alta densidad residencial y la ausencia de infraestructuras, mientras que la periferia urbana, desde Jarazmín hasta Campanillas, Churriana y el Puerto de la Torre, se descontrolaban en manos de la autoconstrucción. Se habían levantado casas sin servicios elementales en emplazamientos sin planificar y desconectados del casco urbano, a los que no llegaba un simple autobús.

El centro, en cambio, era el territorio de la infravivienda: Casas en mal estado de El Bulto y corralones en La Trinidad y El Perchel, con cocina y cuarto de baño comunitario "mientras que las familias ocupaban apenas una habitación", recuerda ahora, ya jubilado, Inocencio Fernández, exsecretario de Comisiones de Obreras y entre 1987 y 1995 portavoz municipal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Málaga.

Atraso y pobreza. Esa era la ciudad a la que llegó en 1979 Pedro Aparicio, un cirujano de 35 años, culto, melómano, refractario al populismo y sin experiencia política. La década de los 80 la invirtió en sacar a Málaga de esa fotografía. José Asenjo recuerda que todos los esfuerzos de los primeros años se destinaron precisamente a llevar "la normalidad. Fue un esfuerzo importante pero era justicia social porque las condiciones de vida eran muy malas", subraya.

Esa labor se hizo desde una institución carente del empaque actual como eran los ayuntamientos heredados del franquismo. "El Ayuntamiento al completo estaba en el Paseo del Parque", rememora Asenjo. Manejaba un presupuesto irrisorio y la estructura técnica era mínima. "Solo había una empresa municipal, la EMT, y estaba en bancarrota".

Aquel equipo joven, inexperto y con pocos recursos recurrió "a la imaginación y a la osadía" para acometer el proceso de modernización que propulsó la ciudad hacia el siglo XXI.

Se empezarona pavimentar calles, construir aceras, colocar farolas y ejecutar redes de abastecimiento, saneamiento y transporte urbano. También se abordó la redacción del primer plan general de ordenación urbana que encomendó a tres arquitectos emergentes (Damián Quero, Salvador Moreno Peralta y José Seguí) que conocían de primera mano el descontento popular derivado del urbanismo caótico. La intención era aprovechar el movimiento vecinal de resistencia a la dictadura para planificar la ciudad a partir de las reivindicaciones de la base social. "La gente pedía equipamientos y sacar de la miseria visual y cochanbre de los barrios", indica el arquitecto Damián Quero.

Sobre ese cimiento se construyó uno de los perfiles más singulares de Pedro Aparicio: la popularidad. Encadenó mayorías absolutas y concitó el fervor popular sin caer en el populismo.

Quero subraya la capacidad de aquel alcalde "serio", "profundo" e "ilustrado" para "engancharse" en los aspectos culturales e intelectuales" del día a día. Recuerda que hablaban de "profesional a profesional" de González Edo, el autor del plan urbanístico de Málaga elaborado en 1948 que sirvió, sobre todo, para que apenas se respetara. "Lo incorporamos a nuestras discusiones y Pedro se interesó en seguida por él. Las cosas que descubríamos del urbanismo de la posguerra le engancharon. Era un hombre interesado".

El aspecto actual de la ciudad responde en gran medida a las reflexiones que se introdujeron aquellos años. Se planificó una actuación para poner fin a las infraviviendas de los barrios históricos del centro, La Trinidad y El Perchel, con la pretensión añadida de mantenerlas fuera de la especulación. El resultado fue el consenso de un plan con la Junta de Andalucía "perfecto sobre el papel, pero con el problema de todo lo que tarda 20 años en desarrollarse", resume Inocencio Fernández.

También se remonta a esa época el plan urbanístico del centro histórico. Las calles del corazón de la ciudad empezaban a despoblarse. Sobraba inseguridad y faltaban servicios. El denominado Pepri centro planteó por primera vez las condiciones de un desarrollo que debía permitir la convivencia residencial y comercial. Una de sus reglas, después olvidada, prohibía destinar más del 50% de un edificio solo a uso terciario. El resto debían destinarse a residencias familiares.

Además, se proyectó el crecimiento futuro de la ciudad hacia el oeste. En respuesta al urbanismo de las décadas precedentes se planificó un barrio de calles amplias y no más de seis alturas más planta baja en Teatinos. Allí se pintó también y enseguida se empezó a ejecutar un gran campus universitario para permitir el crecimiento de una universidad a la que le saltaban las costuras en El Ejido.

La transformación de la ciudad, no obstante, tuvo una ayuda imprevista en forma de desgracia: las inundaciones de 1989. Las débiles infraestructuras de la ciudad sucumbieron a las tres semanas de lluvias torrenciales que comenzaron el 14 de noviembre y provocaron cuatro inundaciones en las que perdieron la vida ocho personas. El Gobierno declaró zona catastrófica y aprobó 8.000 millones de pesetas solo para hacer frente a los daños que habían sufrido las infraestructuras de la ciudad.

Aparicio, apenas dos semanas después de las riadas, lamentaba las condiciones en las que se encontraba "la primera ciudad turística de España. Que el tercer aeropuerto de España y el segundo de la península esté conectado por una carretera tan vulnerable como la 340 es absolutamente intolerable. Que esta ciudad se quede sin agua cada vez que llueve, y digo llueve y no diluvie, es absolutamente intolerable", lamentaba.

El empujón que experimentaron las infraestructuras a partir de ese momento fue considerable. "Se construyeron colectores, se embovedaron arroyos y se hicieron saneamientos", indica José Asenjo. "Se enterró mucho dinero", explica en alusión a la profunda renovación de las infraestructuras que recorren el subsuelo. Pero el empujón fue más allá. Arrancó también el proyecto para encauzar el Guadalhoce, se desdobló la antigua N-340 y se ejecutaron depuradoras de aguas. En 1991, además, se inauguraba la terminal Pablo Ruiz Picasso y al año siguiente la autovía de circunvalación de Málaga.

El impacto urbanístico de las riadas del 1989 también imprimió velocidad en la transformación urbana de la ciudad. Más de 400 viviendas tuvieron que ser demolidas a consecuencia de los desperfectos provocados por las lluvias. Los daños en los barrios históricos y las viejas viviendas del centro fueron cuantiosos. A partir de ahí se planificaron barridas provisionales de viviendas prefabricadas, de las que todavía perviven Los Asperones, para alojar a las familias damnificadas, mientras que El Bulto fue literalmente barrido por las excavadoras.

También fue esta la época en la que se planificó el Parque Tecnológico de Andalucía. Por primera vez un Ayuntamiento, que poco antes había visto cómo los trabajadores de los polígonos industriales se quedaban atrapados en las fábricas durante las inundaciones, formaba parte de la sociedad promotora de una tecnópolis.

La transformación social de los primeros años de Pedro Aparicio también fue significativa. Acometió un plan contra la mendicidad infantil y logró erradicar lo que era una práctica constante: el uso de niños que eran utilizados por sus familias para pedir dinero por las calles.

El siguiente paso fue activar un plan policial contra el absentismo escolar en colaboración con el extinto Juzgado de Menores. Por primera vez la Policía se ocupaba de los niños que permanecían en las calles en horario escolar y sus familias eran puestas a disposición de la autoridad judicial. Desaparecía así el último rastro de la fotografía en blanco y negro que encontró al llegar, joven, culto e inexperto, a la Alcaldía.

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