La segunda vida de Rafa
15 aniversario Málaga Hoy | Trasplantes
Un trasplantado de riñón desde hace 15 años agradece el tiempo disfrutado gracias a una donación
Tras la operación logró un trabajo, un amor y 13 medallas
Málaga/Era el verano del 2000. Entonces Rafael Reyes tenía 24 años y cursaba segundo de Informática. Estaba, como muchos estudiantes, enclaustrado estudiando para los exámenes. Mitigaba con fármacos un inusual dolor de cabeza. Su madre comprendió que aquello no era normal. Fueron al Clínico. Tenía la tensión disparada y lo ingresaron. Le dieron el alta con su correspondiente medicación. Pero algo no iba bien. Volvieron al hospital y otra vez lo encamaron. Una biopsia de los riñones confirmó que tenía insuficiencia renal crónica. Su única opción era un trasplante.
“Fue un golpe muy duro. Siempre me había esforzado. Tenía una beca y debía aprobar sí o sí”, reconoce. Pero los estudios se fueron al garete porque no tuvo más remedio que entrar en diálisis. Estuvo encadenado a la máquina tres años y tres meses.
Tenía 28 años cuando llegó el trasplante. Fue el 8 de abril de 2004. Recuerda la fecha sin titubeos porque a partir de ahí empezó la segunda vida de Rafa. Desde entonces –como Málaga Hoy– lleva 15 años vividos. Aunque nunca terminó la carrera, una donación le ha regalado todo este tiempo en el que ha logrado un empleo, un amor y 13 medallas de paddle.
“Son momentos que no debería haber vivido, pero gracias a la sanidad pública y a la solidaridad de personas que dijeron sí a la donación, yo he podido tener una segunda vida”, reflexiona emocionado. Y añade:“La de cosas que he vivido gracias a un trasplante. En otros países no habría tenido esta oportunidad. Por eso me duele cuando critican a la sanidad pública. Porque funciona, porque hay especialistas que se dejan la piel para que puedas seguir viviendo”.
Rafa valora mucho la libertad y la calidad de vida que le regaló aquella operación. Antes tenía que llevar una dieta estrictísima para sobrevivir con unos riñones que no le funcionaban y estaba atado a la diálisis tres veces por semana durante cuatro horas cada día.
“El trasplante me ha permitido tener una calidad de vida maravillosa. Tengo un trabajo, hago deportes, me voy de viaje, asisto a conciertos... Siempre estaré eternamente agradecido a quienes en un momento tan difícil toman la decisión de la donación. La solidaridad es tan grande que te quedas asombrado”, añade.
Cuenta que desde entonces valora cada instante que vive, por rutinario que parezca. “Soy feliz de levantarme a trabajar porque esas cosas cotidianas te dan momentos que pensaba que no iba a vivir”, confiesa.
En estos 15 años ha vivido y mucho. Por ejemplo, el amor con Carolina. La conoció cuando todavía estaba en diálisis. A pesar de saber la grave patología que padecía Rafael, ella no salió corriendo. Se quedó a su lado. Afrontó con él la diálisis y luego el trasplante. Y a día de hoy, siguen juntos.
También consiguió un empleo. No era fácil. Salvo algunos trabajos esporádicos para ayudarse con la carrera cuando era un veinteañero, Rafa no se había aventurado en el mundo laboral. Luego la diálisis le puso más difícil las cosas. Pero un año después del trasplante empezó a repartir curriculums como loco. Hasta que un día vio una cola muy larga para una bolsa de trabajo de Correos. Echó los papeles. Lo empezaron a llamar y consiguió una plaza fija. En la actualidad reparte paquetería por el centro. Con los recientes comicios ha entregado mucho papeleo electoral. Se enorgullece de que es un trabajo normal, no adaptado.
Su donante también le ha permitido disfrutar de otros logros. Como las 13 medallas de paddle que ha conseguido en distintas competiciones para trasplantados. Explica que participar en estas pruebas es una forma de hacer deporte y a la vez agradecer a los donantes y a sus familiares por la vida que le han regalado.
De vez en cuando, ofrece charlas con el Club Deportivo Trasplante Andaluz para dar testimonio de la importancia de la donación. A sus 43 años se lo ve feliz. Una vena desmesuradamente gruesa en su brazo izquierdo –típica de los que han pasado por la diálisis– y sus recuerdos son los únicos vestigios de aquella mala racha. Por eso, cada día agradece la donación que recibió y saborea con optimismo existencial cada instante de su segunda vida.
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