Inundaciones de 1989: 30 años después

Aniversario de la gran catástrofe de Málaga

La tromba de agua y granizo que sorprendió a la ciudad el 14 de noviembre de 1989 dejó un panorama desolador, provocando la muerte de ocho personas

Vista de cómo iba el río Guadalmedina en 1989.
Vista de cómo iba el río Guadalmedina en 1989.
Redacción

10 de noviembre 2019 - 06:33

Málaga/Un cielo plomizo que dejaba caer algunas gotas dispersas y la resaca de una noche larga en la que un fuerte temporal de viento mantuvo en vilo a la población hacían presagiar que aquel martes 14 de noviembre de 1989 no iba a ser un día normal. Treinta años después, cuando se cumple un nuevo aniversario de aquella fatídica fecha, este periódico reconstruye lo que sucedió.

La ciudad amanecía recelosa por el mal tiempo que azotaba con fuerza en el litoral y apenas bastaron unas horas para comprobar que la naturaleza la atacaría con toda su furia. Fue poco después del mediodía cuando la catástrofe comenzó a cernirse sobre la capital.

Todo se oscureció de repente y el encendido del alumbrado público en pleno día hacía presagiar lo peor. No fue hasta las 13:00 cuando la lluvia hizo acto de presencia en Málaga. Empezó a caer con moderación, pero la intensidad que alcanzó en sólo unos minutos desbordó cualquier previsión. En poco más de una hora descargaron casi 150 litros por metro cuadrado dejando a la capital de la Costa del Sol sumida en el más absoluto caos. Tras aquella fecha se han sucedido nuevos episodios, pero nunca con tan graves consecuencias.

Un matrimonio fallecido, barriadas enteras incomunicadas, trabajadores encaramados a los tejados de sus naves para no ser arrastrados por la corriente, calles convertidas en improvisados ríos, coches arrastrados y amontonados por la fuerza del agua, casas anegadas, carreteras cortadas, polígonos industriales rodeados por un repentino lago y cultivos engullidos por la riada. Una impresionante tromba de agua y granizo había descargado con una fuerza descomunal sobre una ciudad a la que ahora le tocaba reaccionar. La población había quedado enmudecida por lo que acababa de vivir.

Efectos del agua procedente del arroyo de las Cañas en la Avenida Europa.
Efectos del agua procedente del arroyo de las Cañas en la Avenida Europa.

Nadie sabía por dónde empezar ante el desolador panorama que ofrecía la ciudad. Las comunicaciones telefónicas se volvieron una misión imposible, el suministro eléctrico sólo funcionaba en algunas zonas y el abastecimiento de agua comenzó a escasear. De la incredulidad y el impacto inicial se pasó rápidamente a la desesperación ante una situación que pilló a todos desprevenidos.

Muchas críticas se alzaron entonces contra los responsables de las principales administraciones por no saber predecir una situación de esas características. Pero ni los propios meteorólogos supieron con exactitud dónde iba a descargar la tromba de agua hasta que ya fue demasiado tarde. A Pedro Aparicio, el entonces alcalde de la ciudad, la noticia de la grave tragedia le llegó estando en Japón a donde había viajado junto con el presidente del Gobierno andaluz, José Rodríguez de la Borbolla, para promocionar el Parque Tecnológico de Andalucía.

150 litros

Descargaron en poco más de una hora en Málaga capital, provocando el colapso de la ciudad

Cuando sobrevolaba la capital antes de aterrizar en el aeropuerto pudo comprobar la magnitud de la tragedia. "Cuando entré por primera vez en el Gobierno Civil y salieron a recibirme con velas porque no había luz supe a lo que nos enfrentábamos", recordaba en una entrevista con Málaga Hoy el ex regidor, fallecido en 2014.

Pero lo que fracasó, según Aparicio, en esos momentos "no fue la ciudad ni los equipamientos urbanos, sino el territorio". Todo el mundo se volcó en tratar de rescatar a los que habían quedado aislados en sus casas, en retirar el lodo de las calles y en acoger a los que se habían quedado sin nada. La solidaridad de la ciudad quedó demostrada en un momento difícil en el que hasta el Ejército tuvo que intervenir para evacuar en zodiac a las miles de personas que se habían quedado atrapadas en los polígonos industriales.

El espectacular cauce del Guadalmedina.
El espectacular cauce del Guadalmedina.

Los que vivieron aquellos dramáticos momentos recuerdan con horror que fue lo que más les impactó. Francisco Rodríguez Caracuel, que era el gobernador civil de Málaga, recordaba en otra entrevista con este periódico emocionado la colaboración que hubo para afrontar unos momentos tan trágicos tanto en la primera respuesta que se produjo a la emergencia producida con las inundaciones como en la etapa posterior de reconstrucción y reparación de las infraestructuras que habían resultado dañadas.

La intensidad de las precipitaciones y la magnitud de aquella riada fue tan desmedida que Rodríguez Caracuel señalaba que era "difícil imaginar y comprender a quien no las vivió y las sufrió de forma personal". El mal tiempo no daba tregua a una ciudad sumida cada vez más en la más absoluta desolación.

Llovía sobre mojado día tras día sin tiempo apenas para poder volver a la normalidad. Cuando el temporal parecía alejarse, un nuevo azote sacudió ésta vez a la zona este de la capital. La historia se repetía otra vez, pero con distintos protagonistas. El entonces presidente de la extinta Confederación Hidrográfica del Sur, Manuel Conde, relataba en otro reportaje con motivo del vigésimo aniversario de la tromba el nerviosismo que reinaba porque "nos cogió a todos completamente desprevenidos". Ocho personas fallecidas, cuantiosos daños materiales valorados en más de 115.000 millones de pesetas y miles de personas sin hogar fue el balance.

Un día negro en el que el clima jugó en contra

Treinta años después de la catástrofe, muchos son los que siguen preguntándose por qué ocurrió. Los meteorólogos lo calificaron técnicamente como un sistema convictivo mesa escalar o, lo que es lo mismo, una situación de depresión aislada en niveles altos de la atmósfera llamada Dana, que traducido a un lenguaje más llano fue un cúmulo de condiciones meteorológicas que juntas desataron la catástrofe.

Desde el día anterior a aquel 14 de noviembre de 1989, el fuerte viento de levante había sido el gran protagonista. Se llegaron a alcanzar rachas de más de 100 kilómetros por hora en el entorno del aeropuerto de la capital malagueña. Pero fue la conjunción de ese virulento temporal con la depresión aislada en niveles altos que se acercaba por el Golfo de Cádiz lo que hizo que se formara ese fenómeno sin precedentes en los anales más recientes.

El alto nivel de humedad que había aquel día a unos 3.000 metros de altitud unido al viento de levante en las capas bajas de la atmósfera constituyeron un caldo de cultivo para la impresionante tromba de agua y granizo que descargó en apenas una hora y media sobre la capital y buena parte de la comarca del Guadalhorce. El día 11 de noviembre, el Centro Meteorológico de Málaga ya advirtió la presencia de esa vaguada en altura procedente del Atlántico y sólo dos días después ya se había formado lo que los expertos conocen como Dana.

A la provincia comenzó a entrar sobre las 9:00 y pasado el mediodía ya descargaba toda su furia. La cantidad de agua que se recogió en sólo unas horas de forma torrencial aún sobrecoge a los meteorólogos. El ex jefe de predicción el Centro de Málaga Fausto Polvorinos llegó a asegurar que hubo algunas estaciones de la provincia donde se recogieron más de 290 litros por metro cuadrado ese día.

En Cártama, por ejemplo, fueron 230 litros por metro cuadrado hasta las 19:00 de aquel fatídico martes de 1989. En Álora fueron 230 litros por metro cuadrado, mientras que en Málaga capital se sobrepasaron los 140. Pero lo peor fue lo que se sucedió en las semanas siguientes y que hizo que las estadísticas que había hasta entonces en cuanto a precipitaciones se superaran sin precedentes. Fue el mes de noviembre más lluvioso de la historia, ya que llovió casi lo mismo que lo que suele caer en Málaga durante un año normal. Sólo en la capital se registraron 497,4 litros por metro cuadrado ese mes cuando la media anual es de 534. Los datos dan una idea de la catástrofe.

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