Diez años iluminando la Costa del Sol
Cualquiera que haya viajado por la autovía A-7 a su paso por Benalmádena se ha tenido que fijar en un gran cono dorado que aparece a la altura del pueblo. Un vértice de oro que en los días de sol se asemeja a la luz de un faro en medio de la montaña y con vistas al mar. Ésta es la cúspide de la stupa de la Iluminación, uno de los monumentos budistas más grandes del mundo occidental, que ahora cumple su décimo aniversario.
Corría el año 1995 cuando María José Llorente, la que fuera presidenta de la Asociación Cultural Karma Kagyu, comenzó a tener contacto con personas relacionadas con el budismo. Entonces conoció a Lopou Tsechu Rinpoche, uno de los grandes maestros budistas del siglo XX y figura clave para entender la stupa benalmadense. Durante una visita al municipio, según recordó Llorente, coincidieron con el ex regidor Enrique Bolín y así, poco a poco, surgió la idea de crear el monumento budista más grande de esta parte del mundo.
"Bolín quería convertir Benalmádena en una ciudad multiconfesional. Por eso, Rinpoche fue por todo el municipio y así detectó una parcela donde la energía era muy positiva, que es donde se sitúa ahora la stupa", afirmó. Era un terreno municipal situado en la zona de Retamar con unas increíbles vistas al mar, aunque con un problema y es que era bastante poroso por lo que fue necesario tratarlo antes de empezar las obras.
En el año 2000 se puso la primera piedra con Bolín como regidor y Rinpoche como guía espiritual. Antes de que comenzara la construcción se constituyó la asociación y el Ayuntamiento de Benalmádena cedió el terreno durante un periodo de 75 años. "Nuestra asociación tiene como fin desarrollar y propagar la cultura, filosofía y religión de los países del Himalaya", explicó Margarita Lehnert- Kossowski, actual presidenta de la entidad.
No obstante, la asociación se encontró con el gran obstáculo para construir el monumento: la falta de financiación. Poco a poco fueron recaudando fondos de particulares e incluso una colaboradora llegó a donar un millón de euros para hacer el proyecto realidad. En total, la iniciativa costó aproximadamente un millón y medio de euros, aunque lo más curioso del proceso constructivo es que todo, además de técnica, está lleno de aspectos espirituales.
Cada paso, cada material, tiene un significado, es una metáfora y se tiene que hacer siguiendo unas pautas definidas, en este caso las de la Escuela de XV Karmapa, el gran maestro tibetano. Pero también hubo otro problema y fue la muerte de Rinpoche justo cuatro meses antes de su inauguración, por lo que no pudo ver su gran proyecto terminado.
El arquitecto que la diseñó, Wojtek Kossowski, explicó que la estructura tiene algunas aportaciones "occidentales", como es el caso del portal y las barandillas. Incluso los materiales y el color blanco se han usado en referencia a los pueblos andaluces, ya que las stupas habituales suelen ser más coloridas. En la mitad se creó un canal donde se situó el conocido como Árbol de la Vida, mientras que los anillos que coronan la cúspide son de acero inoxidable y están chapados en oro para que se conserven mejor. En total, 33 metros de altura y una sala interior de unos 100 metros cuadrados para meditación.
"La stupa es una construcción simbólica, donde la forma es muy importante y las partes internas tienen significado. Sobre la sala central hay 18 cámaras llenas de pequeñas estatuas Tsa-Tsa, alrededor de 7.000", detalló. Los cinco elementos del budismo (fuego, aire, tierra, agua y mente) están presentes en el monumento, sobre todo, en las singulares formas del edificio al tratarse del máximo exponente por la paz y la sabiduría. Cada escalón y esquina presentes tienen su simbología, porque como dice el arquitecto "la mente ilumina el Universo".
Ahora, diez años después de su construcción, la stupa se ha convertido, además de un lugar donde tener un contacto directo con el budismo, en un punto de atracción turística. No resulta raro ver en sus alrededores visitantes que cámara en mano se retratan en la escalinata central o en el mirador donde se divisa gran parte de la costa de Fuengirola y del municipio. "Hasta hoy he construido 21 stupas por todo el mundo. Pero tengo muchísimo respeto por los españoles, porque son abiertos y tolerantes. Nunca ha habido ningún problema", concluyó Kossowski.
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