Arqueólogos reclaman que se excave la cueva de La Araña para determinar su protección
Patrimonio en Málaga
Los responsables del Complejo del Humo recuerdan que todas las grutas de la zona fueron habitadas en la Prehistoria
Málaga/Pocas personas revisten la autoridad a la hora de hablar sobre las cuevas de La Araña a nivel arqueológico e histórico de Julián Ramos, el hombre que desde 1979 dirige las excavaciones del yacimiento del Complejo del Humo. Su investigación ha convertido el enclave en un centro de atención internacional por las muchas revelaciones aportadas a una de las cuestiones más polémicas que atañen a la paleontología: la transición del neandertal al homo sapiens en la cronología de las especies humanas. Preguntado por Málaga Hoy sobre la posibilidad de que la nueva cueva hallada recientemente en la cantera explotada en el entorno por la cementera FYM-Heidelberg pudiera haber sido habitada, Ramos muestra la cautela propia del científico: afirma que no ha tenido ocasión de ver el interior de la cueva, cuyo acceso se cegó (tal y como estipula la ley) tras la inspección requerida por la Junta de Andalucía, con lo que no puede formular una opinión sobre hechos probados. Pero su experiencia y su conocimiento del entorno invitan a tener muy cuenta sus criterios. El primero, y fundamental, llega formulado por Ramos de manera taxativa: si la Junta de Andalucía espera a conocer el resultado de un informe de expertos que sí se han internado en la cueva para determinar el grado de protección arqueológica (la protección geológica y medioambiental parece arrojar menos dudas dada la calidad de la cueva como entorno vivo, con sus procesos de sedimentación intactos) que corresponde aplicar al recinto, el arqueólogo afirma que “no se puede comprobar ni descartar que la cueva haya sido habitada hasta que no se lleve a cabo una excavación en todas y cada una de las salas y hasta el mismo fondo de la cueva”. Es decir: de la inspección realizada estos días por los responsables de redactar el informe será imposible determinar los datos necesarios para justificar el nivel más apropiado de protección arqueológica.
Más aún, Ramos señala esta evidencia como “una cuestión elemental en la arqueología. Hablamos de una cueva viva, un entorno kárstico que se sigue construyendo y destruyendo. Una mera observación revelará por tanto, con la mayor probabilidad, la existencia de una cobertura de calcita, con una costra de cristales y estalagmitas en la que tal vez no se perciban restos de actividad humana. Pero esa costra se habrá ido depositando ahí durante siglos: si haces las catas convenientes y retiras sólo unos centímetros, es posible que aparezcan hallazgos arqueológicos que de otra manera permanecerían invisibles. Pero para eso hace falta excavar. No basta con observar durante unos días”. Ramos admite que durante estos días ha recibido fotos de supuestos hallazgos localizados en el interior de la cueva ahora descubierta, entre ellos unas lámparas de grasa que delatarían una posible ocupación humana, pero sigue optando por la cautela: “En el Abrigo 6 encontramos una lámpara de grasa cuya datación es muy difícil de fijar, pero, por lo que hemos podido investigar, podemos asociarla a la primera fase de la presencia del homo sapiens en La Araña; es decir, a hace más de 25.000 años. Sería fácil hacer una asociación, pero, sin el estudio oportuno, no podemos concluir que las lámparas halladas en la nueva cueva sean de origen prehistórico”. Lo que sí recuerda Julián Ramos es que en todas y cada una de las cuevas investigadas en la zona, “desde el Complejo del Humo hasta la Cueva del Tesoro en el Rincón de la Victoria pasando por las del Arroyo Totalán, se han descubierto restos arqueológicos que delatan presencia humana desde la Prehistoria. En algunas cuevas, como las de los Abrigos 3, 4 y 6 del Complejo del Humo, esa presencia ha demostrado ser continuada a lo largo de más de cien mil años: es decir, en un continuo que comienza con el neandertal y continúa con el homo sapiens, el Neolítico, la Edad de Cobre, los fenicios que también habitaron estas cuevas y hasta la Edad Media”. De este modo, la condición de isla deshabitada de la cueva ahora encontrada, situada en pleno epicentro de un conglomerado de cuevas habitadas durante milenios, significaría un revés para la lógica fundamental. Ramos, eso sí, invoca la certeza científica: “Hasta que no tengamos datos que corroboren esa presencia humana en la cueva, no se puede concluir nada. El problema es que para confirmarlo o para descartarlo hace falta excavar a fondo. No basta con mirar”.
Apunta Ramos al respecto una cuestión interesante: la cueva que acaba de sacar a la luz la actividad de la cementera se sitúa en una elevación superior a la del Complejo del Humo en La Araña y está asociada a un conjunto conocido precisamente como Complejo de la Cantera, un entramado de cuevas que en su mayor parte desaparecieron por la misma actividad de la cementera. “Lo que hoy es un tajo propio de una cantera, hace unas décadas era una meseta en la que había varias cuevas. Una de ellas era la cueva de la Cantera, que daba nombre al complejo y que desapareció, como casi todas las demás. Antes, sin embargo, el arquéologo Miguel Such las estudió a fondo y publicó un libro en 1917 que para nosotros, los arqueólogos de la zona, ha sido fundamental y en el que daba cuenta de sus hallazgos de enterramientos neolíticos en esas cuevas hoy inexistentes. A finales de los años 60, unos espeleólogos encontraron unas vasijas que extrayeron y que llevaron al Museo de Málaga, donde todavía se conservan. Aquellas vasijas pertenecían también al Neolítico, al momento exacto en que las comunidades pobladoras comenzaron a vivir en chozas colindantes y reservaron a las cuevas en las que habían residido hasta hacía poco tiempo un uso exclusivamente funerario. No sabemos, de momento, si en la cueva recién descubierta hubo presencia humana o no; pero sí está documentado que la hubo en otras cuevas que formaron parte del mismo complejo”.
El patrimonio histórico malagueño vuelve a pedir, por tanto, paciencia y estudio. Y tal vez se lo haya ganado a estas alturas.
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