Arquitectos de Málaga en Alfafar: "Había edificios donde el agua alcanzó más de tres metros de altura"

Su tarea principal era analizar cada edificación para determinar si estaba en peligro de colapso o si tenía daños menores

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Equipo de arquitectos de Málaga en Alfafar (Valencia) para determinar riesgos en edificaciones
Equipo de arquitectos de Málaga en Alfafar (Valencia) para determinar riesgos en edificaciones / M. H.

Las lluvias torrenciales que han arrasado la Comunidad Valenciana han dejado un rastro de destrucción y en Alfafar, una de las localidades más afectadas por la DANA, el ambiente entre los vecinos es desolador. Un equipo de arquitectos especializados en emergencias de Málaga se ha desplazado hasta allí para evaluar los daños. Cinco arquitectos, tres aparejadores y un informático llegaron el domingo y trabajaron sin descanso durante tres días para asegurar edificaciones e intentar transmitir algo de tranquilidad a los locales. "El sábado por la tarde, el Ayuntamiento de Alfafar solicitó ayuda urgente a varios ayuntamientos de España, entre los que estaba el de Málaga, y en pocas horas ya estábamos listos para salir", cuenta Gonzalo Martín Benavides, el coordinador del operativo, a este periódico.

El viaje hacia Alfafar fue complicado. "Nos tomó mucho más tiempo llegar porque muchos accesos estaban colapsados, con túneles y pasos bajo nivel completamente inundados", describe Antonio Vargas, uno de los arquitectos. Cuando por fin llegaron al pueblo, que lo asemejan con Churriana o con Huelin en cuanto a tamaño, lo primero que vieron fue caos: coches arrastrados, farolas caídas, contenedores y todo tipo de escombros en las calles. Gonzalo Martín Benavides confirma su primera impresión: "Es tremendo, ver una ciudad arrasada en vivo es muy diferente a ver fotos o vídeos". Allí han tenido que dormir en un colegio habilitado con sacos de dormir.

A su llegada la tarde del domingo, el equipo se reunió con las autoridades locales para organizar el operativo. Les asignaron edificios y zonas para evaluar y les explicaron el nivel de afectación en cada área del municipio. Así, comenzaron el trabajo de campo el lunes por la mañana. "Nuestro encargo principal era analizar cada edificación para determinar si estaba en peligro de colapso o si tenía daños menores", señala Vargas. Según explica él mismo, uno de los desafíos era diferenciar entre el daño estructural y el daño superficial, ya que "había fisuras que solo afectaban el enfoscado, pero otras grietas significaban problemas de seguridad serios".

A medida que recorrieron las calles, se toparon con historias sobrecogedoras que les contaban los vecinos. "Conocimos a una familia que estuvo a punto de perder la vida porque viven en un adosado, todos subieron a la planta de arriba; el padre intentó salvar su coche y quedó atrapado en la riada, tuvo que trepar a un árbol y nadar de regreso a casa, casi no lo cuenta", relata Gonzalo. La experiencia les hizo comprender el riesgo que enfrentaban las personas y la urgencia de evaluar cada edificio rápidamente. Cada casa era una historia y una necesidad urgente.

El uso de una aplicación desarrollada para emergencias facilitó el trabajo de los arquitectos. "Gracias a una herramienta informática creada por Paco Martínez, un informático del ORCA, podíamos registrar y clasificar los daños en cada edificio desde el móvil", cuenta Martín Benvides. Esto les permitió avanzar con rapidez en la evaluación y marcar prioridades para el ayuntamiento. Según Antonio Vargas, fue una herramienta esencial: "En situaciones como esta, cualquier tecnología que ayude a organizar los datos es invaluable".

En el instituto de la localidad, el agua llegó casi a dos metros de altura. "Entendemos que se debió de vaciar la calle mucho más rápido que el interior del centro y cuando se quedó sin agua por el lado de la calle, la pared del instituto se vino abajo", señala el arquitecto. Tal y como argumenta, en Alfafar el "siniestro total no ha sido la pauta": "Hay muchos daños, pero hubiera podido ser todavía más grave; por el tipo de edificación que tenían, eso no ha pasado".  Medían si las edificaciones estaban "solamente afectadas por una inundación parcial", es decir, medio metro de agua dentro de una casa que "no supone nada más allá del daño material de muebles" hasta edificaciones que estaban "en riesgo de colapso". Sobre todo, las edificaciones de muros antiguos de tapial, barro y paja, con la presencia de agua "se ha lavado la base y se han caído muros". "Hemos tenido que hacer apeos provisionales y demoliciones selectivas para dar seguridad", detalla el coordinador.

Las condiciones de trabajo eran extremas. "Había edificios donde el agua alcanzó más de tres metros de altura, en algunos sitios, los sótanos seguían inundados y los vecinos aún achicaban agua", dice el coordinador. Uno de los grandes problemas, cuenta, fue la falta de alerta temprana: "La gente en Alfafar está acostumbrada a pequeñas inundaciones, pero no a algo de esta magnitud, muchos pensaron que sería como otras veces y salieron a mover sus coches, sin saber el peligro que corrían realmente". Lo asemeja a un "pequeño tsunami", teniendo en cuenta la magnitud de este, debido al "entaponamiento" de la localidad junto a un barranco.

Coches mezclados con troncos, con restos de farolas, con contenedores, con todo tipo de cosas que uno se puede imaginar. Y con pocas calles practicables porque están todas llenas de barro, de fango y "sin posibilidad de transitar mucho". Durante su intervención, ambos arquitectos trabajaron en conjunto con Protección Civil, bomberos y la UME. "Ahí ayuda todo el mundo, desde los propios vecinos hasta los voluntarios, policías locales, autonómicos y nacionales", dice Vargas. "Por ejemplo, un tejado que se estaba cayendo, echamos mano de ocho jóvenes de la UME, y directamente tiramos abajo un trozo de tejadillo que estaba a punto de caerse", añade el coordinador.

El impacto emocional de su labor también ha sido significativo. Mucha gente les pedía que revisasen sus casas, aunque "solo fuera para tranquilizarse", cuenta Antonio. Había personas que se aterraban al ver una grieta, pensando que su casa se iba a venir abajo. Al evaluar y confirmar la seguridad de las viviendas, los arquitectos lograban calmar a los vecinos y ofrecerles un poco de estabilidad en medio del caos. Su labor ha sido analizar toda la edificación, cerca de mil, en dos días de trabajo de campo. Este análisis se lo han entregado al Ayuntamiento y los edificios más complejos han dado órdenes de demolición y órdenes de apeo a bomberos para que los dejen en situación de estabilidad. 

La destrucción en Alfafar es "inmensa", y la situación todavía es "crítica". En muchos edificios, según relata Marín Benavides, los ascensores están inundados, lo que deja a personas mayores atrapadas sin poder salir de sus pisos. "Cada barrio tiene su propio drama y cada persona tiene una historia de pérdida", lamenta. Antonio Vargas coincide y añade que, a pesar de todo, el apoyo entre los vecinos y la solidaridad de la sociedad española es "impresionante": "Ver la cantidad de ropa, alimentos y ayuda que llega de todos lados te conmueve".

Tras haber cumplido su misión inicial, Antonio Vargas y Gonzalo Martín Benavides regresaron a Málaga la madrugada del martes al miércoles, pero están dispuestos a seguir apoyando en otros municipios afectados. "Tenemos a más de setenta personas listas para ayudar", asegura el coordinador. Antonio Vargas, por su parte, concluye con una reflexión: "Lo importante es estar ahí para brindar un poco de seguridad en momentos tan duros, todos ponemos de nuestra parte para que pueda volver a ponerse de pie".

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