Los artistas del Rubik del puerto de Málaga: "En la ciudad de los museos tenemos que pintar en los espigones"
Germán e Iris Duarte, padre e hija, reivindican la autoría de la llamativa obra
Málaga/Cae la tarde en el espigón del final de muelle del Puerto de Málaga entre el sonido de las olas, olor a pintura y colores que resaltan entre toda una paleta de tonos grises. Germán e Iris Duarte, padre e hija, ambos artistas, han pasado el día dando unos retoques a su obra, el cubo de Rubik instalado en una de las construcciones de hormigón que protegen la entrada al puerto deportivo de el Club Mediterráneo. Esta pareja comenzó a realizar dicha creación artística en agosto de 2021, aunque hasta el momento la autoría era desconocida. "A mí me gustaría que este espacio estuviera más cuidado y bonito y como nadie lo tiene en cuenta, pues lo decoramos nosotros”, explica la artista Iris Duarte. Su padre le da la razón y continúan con su labor altruista con la que cargan de color y vida los recovecos pálidos de esta zona alejada del área de ocio.
Viandantes, deportistas que entrenan en el mar, bañistas de la playa y cualquier persona que se acerque a la zona puede contemplar esta gigantesca pieza propia del Pop Art, como la denominan ellos, que llama la atención. Los ciudadanos contemplan el objeto surrealista a gran escala y se preguntan por qué está ahí, quién lo habrá hecho y cómo, mientras Iris y Germán se llenan de orgullo al acercar el arte a la calle. "El objetivo del arte es despertar sensaciones e interpretaciones, nosotros solo lo hemos aproximado a los ciudadanos", afirma Germán, a la vez que continúa rellenando uno de los cuadrados de la cara más trabajosa del cubo, la que se encuentra pegada al mar y exige que los pintores ejecuten la labor a escasos metros del agua.
"En la ciudad de los museos estamos los artistas locales pintando espigones", bromean padre e hija. El cuadrado acoge cierto afán reivindicativo que provoca que los artistas estén dispuestos a asumir la sanción económica en caso de que sean multados. “Si tenemos que pagar por contribuir al disfrute, pagaremos, es injusto, pero calculamos que la cantidad no es muy elevada y sabíamos ante lo que nos enfrentábamos”, explica Iris. "No hay galerías de arte públicas y existe una gran burocracia para exponer en la calle”, afirma Germán quien añade que esta es la única manera de acercar su obra al público, “creando un monumento en algo que no tiene valor".
A golpe de brochetazo y al compás de la marea los artistas continúan mejorando la "obra infinita", tal y como ellos dicen. “Hemos venido más de cuatro veces, primero tuvimos que medirlo, después lo pintamos de blanco, dejamos que se secara y a partir de ahí hemos venido varias veces para darle color, aunque siempre habrá que mejorarlo”, explica Iris.
Los artistas escogieron botes de pintura ecológica para no impactar en el enclave y comentan, entre risas que "será mejor no calcular a cuánto asciende la cantidad invertida”. “Si pensara diferente no podría trabajar de esto", explica Germán mientras ambos aluden a la satisfacción de estar trabajando en un enclave paradisiaco que sienten como propio. “Veníamos aquí antes de la pandemia y no había tanta basura”, explica el padre. Los artistas dicen que arrancaron con la idea de transformar uno de esos cubos en un objeto llamativo porque frecuentaban la zona en verano, “nos solemos bañar aquí y nos gusta cuidar y revalorizar un lugar en el que pasamos tiempo. A mi me gustaría ver esto si no lo hubiera pintado yo”, explica Iris.
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