El atleta cuantificado

QUANTUM BABYLON

Estamos a las puertas de una revolución en el deporte, donde la Inteligencia Artificial y las simulaciones virtuales nos lleven a diseñar tácticas ganadoras y a descubrir los mejores atletas

¿Ya podemos crear ordenadores con consciencia?

2023: El año de la Inteligencia Artificial

El atleta cuantificado. / M. H.
Juan Pablo Castillo Cubillo

14 de mayo 2023 - 06:15

Málaga/LOS aficionados al baloncesto están de enhorabuena, ya que los Harlem GlobeTrotters traen su espectáculo por estas tierras durante su gira mundial como uno de los referentes más relevantes del deporte de la canasta, entretenido incluso si no eres un amante de este deporte. Porque este equipo de exhibición formado hace casi un siglo (1926) en Illinois ha recorrido todos los rincones del planeta por sus habilidades, conseguido más de una veintena de récords Guinness, hecho disfrutar del deporte en directo a millones de personas en todo el mundo sin necesidad de ganadores ni perdedores, pero sobre todo porque ha roto multitud de barreras culturales y sociales.

Más allá de eso, para mí representa mucho más, acudiré con amistades que nunca lo han visto en directo, personas que gracias a este deporte han formado, forman, y espero que lo hagan en un futuro, una parte muy importante de mi vida. Y es que muchas veces las actividades que elegimos hacer en nuestro tiempo de ocio esconden un universo que desconocemos pero que provocan esa “magia” que sentimos y que muchas veces se relaciona con un proceso complejo de evolución social, científica o matemática que no vemos pero que es el germen de esas sensaciones. Desde practicar una disciplina deportiva, ir a un club de lectura ó simplemente acudir al cine para después hablar sobre el largometraje visto, son meras excusas para poder establecer una conexión con aquellas personas que sentimos más cercanas e iniciar un debate intelectual de manera inconscientemente que atiende a un complejo proceso de derivación o integración que en múltiples ocasiones poco tiene que envidiar a su hermano matemático y que es, en el fondo, el secreto del éxito de un deporte o espectáculo cultural y más allá de nuestra comprensión más inmediata.

Muchas veces las actividades que elegimos hacer en nuestro tiempo de ocio esconden un universo matemático y tecnológico que desconocemos pero que provocan esa “magia” emocional. En muchas disciplinas deportivas este aspecto matemático ha dejado de ser una metáfora o un ente demasiado complejo para cuantificarlo y se ha convertido en uno de los aspectos definitorios de la propia existencia de una práctica determinada. Y no hablamos de cifras económicas vinculadas al carácter comercial de un deporte/espectáculo (que también) si no a como el deporte actual se define en casi todos sus aspectos por la matemática hasta alcanzar una sinergia de alto nivel con la medicina, la física, la psicología o hasta la Inteligencia Artificial, que en muchos casos llegaría a hacer palidecer estudios y proyectos en otros campos de la cultura y el conocimiento humano que han sido propuestos para prestigiosos galardones de la comunidad científica.

He dedicado a lo largo de mi vida gran parte de mi tiempo libre a actividades que tienen al baloncesto como hilo conductor. Esto me ha hecho profundizar en aspectos que puede parecer muy lejanos entre sí, pero no dejan de tener en común la disciplina que creó James Naismith en Massachusetts allá por el año 1891 que si bien puede parecer poco tiempo, si lo comparamos por ejemplo con la lucha greco-romana o la esgrima ha sufrido gracias a la ciencia, la tecnología y el devenir histórico una de las evoluciones más significativas solo comparable a los deportes de motor.

Muchas de las sensaciones que experimentamos en el deporte son el resultado de complejos cálculos, procesamiento de datos y algoritmos que deciden la elección de las mejores jugadas y jugadores para llevar el juego a su máximo nivel de espectáculo y resultados.

Y es que como muchas cosas de la vida, una parte muy importante de esta disciplina se basa en las sensaciones que te transmite la práctica en sí y lo que le rodea, desde el nivel amateur hasta el profesional, desde el jugador de equipo veterano hasta el espectador en un recinto junto a otras diez mil personas… y todo ello es así, gracias a la precisión matemática que hay detrás de cada aspecto sin que nos demos cuenta, de las tácticas a los grandes jugadores, nunca habríamos podido disfrutar de ellos como lo hacemos sin la existencia de una calculadora y después un ordenador.

En los deportes a motor esta sinergia que propicia las emociones resultantes de la velocidad fue evidente desde el minuto uno, poco después de la invención del motor de combustión interna alimentado con gasolina en la década de 1880, porque las carreras de coches eran la quinta esencia que expresaba sin explicaciones racionales las maravillas tecnológicas de la revolución industrial, así que en 1895, los 1.178 kilómetros recorridos desde París a Burdeos a la increíble velocidad de 24 Km/h dejó al público con el corazón en un puño y el orgullo de los primeros ingenieros de automóviles en el altar de los dioses.

Actualmente las acciones de un jugador o las decisiones técnicas son traducidas a complejas tablas de datos, comparables a alguien ajeno a la especialidad, con los resultados de una colisión de átomos en el CERN.

Aunque en los deportes olímpicos la ciencia y la matemática fueron de la mano, nunca fue accesible al escrutinio de la sociedad ni alcanzó la cotas de las disciplinas con máquinas, sin embargo, hace un años, gracias en parte a la gran evolución digital de principios de siglo XXI, surgió una forma distinta de ver los eventos deportivos humanos; nos estamos refiriendo, como no, a la extrapolación de dicha práctica a una visión numérica y cuantificadora ¿Ahora no resulta extraño verdad? Ver las acciones de un jugador o las decisiones técnicas de un cuerpo técnico traducidas a números en complejas tablas de datos, que para alguien ajeno a la especialidad sería como ver los resultados de una colisión de átomos en el CERN. Pues así ocurrió.

Aunque no les guste el deporte, les aconsejo encarecidamente ver la magnífica película Moneyball (Bennett Miller, 2011) protagonizada por Brad Pitt, Phillip Seymour Hoffman o Chris Pratt entre otros, donde se relataba la reconstrucción de un equipo profesional de béisbol utilizando los ordenadores y la estadística a su favor, a falta de presupuesto para competir contra otros equipos. Desde entonces y tras el éxito demoledor, se ha sucedido un apoyo vertiginoso a las acciones cuantificables en todos los deportes, pero muy especialmente en el de la canasta, dejando de lado lo que una dinámica deportiva te puede transmitir cuando lo experimentas en directo, quedando parametrizado cualquier acto, movimiento o resultado a unos niveles que serian equivalentes a los empleados en las pruebas de seguridad de un automóvil o un producto alimentario.

Y como suele suceder en la vida, ni todo es blanco, ni todo es negro, ello ha llevado actualmente a revisar muchas decisiones basadas en datos numéricos debido a que la naturaleza es sabia y ha sabido sobreponerse al afán por controlar algo tan humano como los sentimientos (miedo, rabia, ambición…) surgiendo jugadores capaces de hacer cada vez más cosas impredecibles a priori en una cancha baloncesto, resultando imposible poder clasificarlos como se venía haciendo en la última década. Pero una vez más un nuevo reto ha surgido en el horizonte que podría volver a cambiarlo todo.

Hablamos de los espacios inmersivos de simulación virtual y la Inteligencia Artificial. Porque estos podrían ahora llegar a analizar todos los datos y parámetros de una manera capaz de comprender donde está el secreto de un jugador o una victoria realmente.

No basta con llegar a la meta y comenzar de cero en otro sitio, sino tanto si ganamos como si perdemos debemos poder integrar todos los datos de lo sucedido para procesarlo y utilizarlo de cara a la siguiente etapa. Así es como no habrá que retroceder y reconfigurarlo todo, -algo que ha ocurrido en el baloncesto-, surgiendo actores en los últimos años que han roto los esquemas establecidos y que parecían pilares eternos de este deporte.

Esa época en la que se configuraban plantillas utilizando las estadísticas oficiales de jugadores irá quedando poco a poco relegada y puede que sea retomada por la percepción humana pero condicionada por la Inteligencia Artificial y las nuevas tecnologías que nos harán ver las jugadas y resultados desde puntos de vista que no imaginábamos, donde solo la frialdad de los algoritmos y las complejas redes neuronales revelen la quintaesencia de un jugador o una táctica. Estamos a las puertas de una revolución deportiva que tomará decisiones en fracciones de segundo.

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