Aurelio “El tercero”
LA MAR DE HISTORIAS
Decidió ofrecer estas zonas de carga cubierta para que meretrices y clientes pudieran tener sus encuentros
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Málaga/De vez en cuando, algunos trabajadores portuarios jubilados me citan para contarme asuntos relacionados con sus múltiples vivencias a pie de muelle. No hace demasiados días, uno de estos amigos se puso en contacto conmigo para charlar un rato y preguntarme si conocía la historia de Aurelio, un estibador que, según me contó, había trabajado en los muelles malagueños entre los años 1940 y 1950. Apodado como el tercero, Aurelio formaba parte de una colla en la que se le había encargado la misión de cubrir y descubrir con lonas las mercancías que, depositadas en los muelles habían sido descargadas o estaban listas para cargarse.
Con este trabajo que en el coloquial portuario malacitano atendía a la denominación de lonero, Aurelio encontró en esta labor una forma de sacar un dinero extra a su misión de poner y quitar lonas. Teniendo bajo su control los rimeros de la carga que gestionaba su colla, además de cuidar que las mercancías estuvieran bien cubiertas él debía vigilarlas, nuestro protagonista de hoy decidió dar una utilidad diferente a los espacios que ocupaban las cajas, barriles o montones de productos que tapados esperaban para subir a los barcos o salir del puerto por vía terrestre.
Teniendo en cuenta que por aquellos años la prostitución portuaria era muy abundante, Aurelio decidió ofrecer estas zonas de carga cubierta para que meretrices y clientes pudieran tener sus encuentros. Establecido este negocio, cuando las chicas de vida alegre de los muelles necesitan un lugar, las lonas se convertían en una primera opción; una posibilidad que, de hacerse efectiva aportaba a nuestro protagonista algunas monedas.
Sin haber oído nunca esta historia y, sin saber lo que pudo tener de cierto aquel negocio de Aurelio, su planificación y puesta en marcha no me pareció una idea nada descabellada, teniendo en cuenta cómo era la vida portuaria malagueña en los años que se enmarca esta reseña. Con el nombre del protagonista y, sobre todo con su apodo, le prometí a mi veterano amigo del puerto que indagaría sobre este personaje; un trabajador que, de ser cierta esta historia, con toda seguridad sería bastante conocido en los muelles malacitanos entre los años 1940 y 1950.
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