El 'barrio' de la Alcazaba
De ayer a hoy
La falda sur de este enclave acogió durante dos siglos a decenas de familias que sin apenas recursos se asentaron en los muros colindantes creando La Coracha
Casi dos siglos de historia acumuló el popular barrio que tuvo en la Alcazaba el origen de un conjunto de casas blancas encaramadas en la ladera del monte Gibralfaro y adosadas en la propia muralla aprovechando las piedras del bastión militar y palaciego que daba frente al mar, y en el que se hacinaron en condiciones insalubres decenas de familias malagueñas. Fue a partir de 1786 cuando la Alcazaba comenzó a perder su función militar y a caer en el abandono cuando los cimientos de la muralla empezaron a demolerse y a atraer a personas de baja condición social hasta tal punto, según explica el historiador Javier Noriega, que los periódicos de la época e incluso la propia unión mercantil lamentaron el estado en el que se encontraba "un barrio en el que no había alumbrado, ni higiene, ni vigilancia porque ni el Ayuntamiento se atrevía a imponer su ley y su orden".
Primero se trataba de unas viviendas muy modestas pero con el tiempo, y dada su proximidad al centro histórico, alcanzaron un cierto nivel, pese a la falta de agua y de alcantarillado. Pero, según Manuel Olmedo Checa, miembro de l Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, las edificaciones situadas en primera línea con vistas a la ciudad o al mar "no representaban lo que el interior de la Alcazaba encerraba: un barrio infecto, carente de la más mínima salubridad, que se convirtió en un auténtico gueto". Tanto es así que ya en el año 1821 el municipio se planteó la demolición de todas las edificaciones, que entonces albergaban 431 vecinos, e incluso la del propio cerro para, con los escombros resultantes, acometer la canalización del río Guadalmedina y así proteger la ciudad de sus periódicas avenidas. Además, en la gran explanada resultante, se proyectaba construir nuevas viviendas con lo que se paliaría el gran déficit que entonces existía en la ciudad. El arquitecto Manuel Rivera Valentín llegó a proponer incluso "desmontar el cerro" para que llegase la brisa marina al centro de la ciudad.
A partir de 1931, de la mano del político malagueño Ricardo de Orueta y de los arquitectos Palacios y Torres Balbás se consiguió que la dirección general de Bellas Artes adquiriera las viviendas y los solares para posteriormente restaurar y limpiar de los muros de la Alcazaba las "casas trepadoras" que nacieron de sus ruinas. Las obras recibieron un gran impulso en 1937, dirigidas por Juan Temboury, aunque no fue hasta casi 30 años después cuando se finalizó la labor de recuperación del monumento. Entre las propuestas que se formularon por entonces estuvo la de construir un ascensor que permitiera el acceso a la Alcazaba. Cincuenta años debieron transcurrir hasta que esta importante mejora pudiera entrar en servicio.
El túnel que 'abrió' el centro
Una alternativa a la demolición del cerro de la Alcazaba fue la idea de construir un túnel que permitiera unir la Plaza de la Merced con el Camino de Vélez, por el que llegaban a la capital malagueña los productos agrícolas de la vega. En el siglo XIX al casco urbano de la ciudad era muy difícil acceder y había que hacerlo por Puerta Oscura, buscando Cortina del Muelle y Puerta del Mar. La apertura del túnel de la Alcazaba en el año 1998 constituyó un paso decisivo para que Málaga lograra iniciar una trascendental mejora en su centro histórico.
El origen del símbolo de la ciudad
Desde tiempo inmemorial la Alcazaba ha sido un espacio señero en la geografía urbana malagueña. Aunque apenas quedan huellas de las épocas fenicia, púnica y romana, es obvio que en el cerro de la Alcazaba se asentó el poder. Si el Teatro Romano es muestra del auge de Málaga durante los primeros siglos del Imperio, la villa aparecida hacia el año 1915 en la falda opuesta, precisamente en el espacio que muestra la fotografía de la izquierda, es señal de que pudo haber un amplio asentamiento humano en ella. En siglos posteriores, los árabes erigieron un palacio-fortaleza en el que aprovecharon parte de los elementos constructivos de origen romano, y que estuvo cercado por tres recintos de murallas. En el perímetro que rodeaba el primero de ellos, y que comenzó a demolerse en abril de 1904, se construyeron posteriormente el Rectorado de la Universidad, el Banco de España y el Ayuntamiento.
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