La Baviera Romántica X: Múnich II

Es una de las ciudades más fascinantes de Alemania, y no solo por la combinación de tradición y modernidad, sino muy especialmente porque sigue conservando sus inequívocas raíces bávaras y se respira un ambiente único y relajado

La Baviera Romántica X Múnich I

Neues Rathaus, Munich
Neues Rathaus, Múnich / CHRISTIAN BRUNA/EPA

Aunque el escenario de La montaña mágica es Davos en Suiza, la influencia que Munich tuvo sobre Thomas Mann se palpa en el relato de la novela. No en vano vivió 40 años en la capital bávara. “Múnich no es una ciudad, es una poesía en sí misma”, dejó escrito el premio Nobel. Cita que refleja la importancia literaria de la ciudad, que no solo ha sido, y sigue siendo, un centro cultural, sino una fuente de inspiración para grandes escritores.

Múnich es una de las ciudades más fascinantes de Alemania, y no solo por la combinación de tradición y modernidad que ofrece, o por sus monumentos históricos, sus museos y su vibrante vida cultural, sino muy especialmente porque, conservando sus inequívocas raíces bávaras, se respira un ambiente único, caracterizado por ser cortés y relajado y en el que la gente disfruta de la belleza, la gastronomía, especialmente de las cervezas artesanales, y las largas tardes tertulianas de los “biergartens” (jardín de cerveza), típicos bares bávaros con terrazas ajardinadas donde se sirven cervezas y les está permitido a los clientes llevar la comida. Más o menos lo que se llama en mi querida Valencia “comida de sobaquillo” (o sea llevar la comida envuelta bajo el sobaco). Yo siempre creí que esa alegría que se respira en Baviera es contagiosa a raíz de tomar la primera cerveza cuando llegas.

Comenzamos nuestra visita a la capital en la Marienplatz, antigua plaza del mercado que es el centro y el corazón de la ciudad. Una plaza presidida por la Mariensaule (Columna de María) que se alza en su centro. La columna, de 11 metros de altura, sostiene una imagen de la Virgen Patrona de Baviera que data de 1638. Lucía esplendorosa resaltada sobre un cielo tan azul como el manto de la Inmaculada de Murillo. Nada habitual en Munich donde, según el dramaturgo Bertolt Brecht, “el sol nunca brilla como en otras ciudades”. Bueno, esta observación de Brecht tiene su gracia porque él nació y vivió en Augsburgo que está a 70 Km de Munich, donde no creo que el sol brillara mucho más.

En la plaza se encuentran el Ayuntamiento Antiguo (Altes Rathaus) y a su vera el Ayuntamiento Nuevo (Neues Rathaus). El Altes Rathaus, fue reconstruido en 1470 y, tras el destrozo de la Segunda Guerra Mundial, solo se reconstruyó una parte que alberga el divertido Museo de Juguetes (Spielzeugmuseum). Y el Neues Rathaus, que se acabó de construir en estilo neogótico en 1908, es impresionante y constituye una de las mayores atracciones turísticas de la ciudad, ya que en su torre se ubica el mayor carrillón de Alemania con 43 campanas. A las 11 horas de la mañana y a las 5 de la tarde, se repite diariamente el espectáculo: junto a los toques de las campanas, aparecen una serie de figuras esmaltadas que realizan un torneo medieval y bailan al son de músicas populares. También, en la plaza, se encuentra la iglesia de San Pedro (St. Peter), la más antigua parroquia de Munich que data del siglo XII, aunque tras la Segunda Guerra Mundial fue reconstruida íntegramente. Destaca en ella su gran torre, conocida como Alter Peter, de casi 100 metros de altura. Las naves conservan decoración barroca. El altar mayor está presidido por una estatua de San Pedro que data de 1492 y, junto al presbiterio, se puede contemplar un políptico de Jan Polak del siglo XVI en el que se representan pasajes de la vida de San Pedro.

La plaza, después del espectáculo del carrillón, con un ambiente vibrante y alegre, estaba atestada de turistas y muniqueses pululando por tiendas, bares y restaurantes, lo que no nos puso fácil encontrar un sitio donde almorzar. Las famosas cervecerías estaban a reventar, pero conseguimos hacernos un hueco en una de sus largas mesas de madera, dentro de la famosa cervecería Hofbräuhaus München, en la que saciamos nuestro apetito a base de weisswurst (salchichas blancas típicas de Baviera) con pretzels (panecillos salados) y la consiguiente cerveza artesanal de la casa. Una comida (y una cerveza) tan sabrosa y exquisita que nos hizo recordar las alabanzas hechas a este mismo menú por otros ilustres viajeros (quiero decir bastante más ilustres que nosotros), tales como Goethe, que disfrutaba con los pretzels (a los que tenía un especial cariño), o Mark Twain, mayormente inclinado a la cerveza según dejó constancia en su “Guía para viajeros inocentes”, y no digamos de mi admirado y releído Henry James, al que le chiflaban las “sabrosas, reconfortantes y emblemáticas” weisswurst.

No lejos, visitamos la iglesia del Espíritu Santo (Hl. Geist) del siglo XIII con una reconstrucción de época barroca. Y, al final de la calle, nos encontramos con la puerta Isartor, la más antigua de la ciudad, de 1371, a la que se le añadió, en el siglo XIX, un fresco representando la entrada de Ludovico el Bávaro. El centro de Munich es una delicia, se suceden plazas animadas, llenas de vida, como la Viktualienmarkt que es un mercado donde se pueden encontrar todo tipo de alimentos y que tiene en su centro una preciosa fuente dedicada a uno de los humoristas más famosos de Alemania; Karl Valentin Brunnen fue, además de humorista, escritor, actor y productor cinematográfico en la primera mitad del siglo XX (murió en 1948); su humor y filosofía influyeron en autores como Berltot Brecht o Samuel Beckett; o la St. Jakobsplatz (plaza de San Jacobo), llamada así por un convento del siglo XIII, totalmente reconstruido, y en la que se encuentra un palacio gótico, el Zeughaus, de 1520, que acoge al Münchner Stadtmuseum, un divertido museo que, además de estar dedicado a la historia de la ciudad acoge, entre otras colecciones, una de marionetas, otra de instrumentos musicales, una dedicada a la cervecería o la extraordinaria colección de los Bailarines Moros (Moriskentänzer), diez excepcionales y famosas estatuillas jocosas realizadas por E. Grasser en 1480.

Hagamos un inciso para recordar que Baviera es católica y que, en todas sus ciudades, pero especialmente en Munich, el latir de la fe se entrelaza con la brisa del aire que se respira. La ciudad, que como ya hemos dicho, fue fundada por monjes en tiempos de la Edad Media, lleva en su esencia el eco de siglos de devoción. Las iglesias emergen con su arquitectura sublime por cada rincón de la ciudad. Pero todo ese arte sacro no es solo una herencia de mármol y ladrillos, sino una manifestación palpable del alma de su gente. Cada iglesia, cada altar, cada campanario es un susurro de lo divino en medio de la bulliciosa vida moderna, un refugio donde la espiritualidad se hace tangible, palpable, cercana. Pero, además, la riqueza arquitectónica y artística que nos ofrecen los numerosos templos hace que sus visitas sean de obligado cumplimiento.

Preciosa es la iglesia de San Juan Nepomuceno (llamada Asamkische), una obra maestra del rococó bávaro. Cerca hay un parque que tiene su entrada por la iglesia de St. Stephan (de 1578) que fue un antiguo cementerio. La Theatinerkirche (Iglesia de los Teatinos) es otro ejemplo notable del barroco y fue construida en el siglo XVII por el duque Maximiliano. Otra de las iglesias más antiguas de Munich, que data del siglo XIV, es la iglesia de San Nicolás (Nikolaikirche) cuyo estilo gótico tardío se puede admirar tanto en el interior como en el exterior. La Holy Cross Church o Iglesia de la Santa Cruz destaca por su mezcla de estilos arquitectónicos, que incluyen elementos del

Renacimiento y del Barroco. Su interior es hermoso y armonioso, con una serie de frescos y una estructura espaciosa que crea una sensación de serenidad. Terminaremos el santo recorrido, aunque omitamos otras muchas, con San Miguel (St. Michael’s Church), iglesia renacentista famosa por su arquitectura monumental y su vasta nave central. Es uno de los lugares de culto más grandes y una de las iglesias más importantes de Múnich.

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