Los bomberos de Málaga a la vuelta del terremoto de Marruecos: "La gente lo poco que tiene lo da"
Indican que en adelante "los esfuerzos deben centrarse en dar cobijo a las personas"
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Málaga/El terremoto que agitó Marruecos la noche del pasado viernes no sólo deja tras de sí un rastro devastador, también una inmensa ola de solidaridad por parte de los equipos de rescate de varios países. Labores a las que se unió un contingente de seis efectivos del Consorcio Provincial de Bomberos (CPB) de Málaga que, sin dudarlo un solo segundo, acudieron prestos a asistir a la población en todo lo que pudiesen.
Aún con las botas manchadas de arena y enfundados en sus uniformes reglamentarios, afirman a este periódico que, pese a la "terrible situación" que han visto al otro lado del Mediterráneo durante estos días, donde no han podido encontrar supervivientes, llegan a la provincia con la "satisfacción" de haber hecho lo que estaba en sus manos por auxiliar a la población. Y también "sorprendidos" por la repuesta de la población civil, que "se volcó por completo".
Estos bomberos, pertenecientes además a las organizaciones Bomberos para el Mundo y Bomberos Sin Fronteras, emprendieron el viaje hacia la zona cero de la catástrofe poco después de que se produjese aunque, finalmente, pudieron acceder el domingo, día en que el gobierno marroquí les permitió la entrada. Lo que vivieron, no obstante, les corresponde contarlo a ellos mismos.
Al respecto, Lorenzo Álvarez, perteneciente a este dispositivo, explica que las labores de rescate fueron desde un principio "muy complejas" por distintos motivos. El primordial, la precariedad de las estructuras, construidas con adobe, arcilla o madera y que rápidamente colapsaron dejando sepultados a los que permanecían en su interior. "Aquello es como estar bajo de una montaña de arena", ejemplifica.
Motivo principal por el que encontrar supervivientes, incluso con los perros de rescate que les acompañaban, era "muy improbable", sin embargo, "siempre queda una mínima posibilidad". El otro escollo fue la precariedad de las conexiones por carretera, que los obligó a hacer "muchas horas de viaje", sobre todo porque "estaban colapsadas de vehículos" y porque "se producían desprendimientos continuos". A esto se unieron los imprevistos, sobre todo en cuanto a labores logísticas se refiere. "Encontramos un camión averiado que transportaba ayuda humanitaria, lo cargamos en el nuestro y lo repartimos por la ciudades que la necesitaban", detalla.
María García, por su lado, indica que se encontraron con escenarios muy complejos, como "una aldea de 150 habitantes donde 112 murieron"; y testimonios desgarradores, como el de un chico "que nos dijo que perdió a 24 miembros de su familia". Asimismo, García afirma que ahora llega un período de climatología adversa en la zona por lo que "los esfuerzos deben centrarse ahora en dar cobijo a las personas y en el control de menores", puesto que muchas personas se han quedado sin casa ni ropa.
Otro de ellos, Jorge Marín, se queda con "el trato de la gente" en referencia al auxilio prestado tanto a sus semejantes como a la cordialidad con la que nos recibieron. "Lo poco que tienen te lo dan: se levantan de donde estén sentados para atenderte, te ofrecen su comida, su agua... Nos llamaban hermanos", relata. Algo que refrenda su compañero Tomás Fidalgo, quien cuenta que los locales llevaban "coches repletos de víveres, mantas y tiendas de campaña" para aquellos que los necesitasen.
Ambos, además, reconocen sentirse impactados por la capacidad de la población para sobreponerse. “Dos días después del terremoto había menores jugando al fútbol en un descampado, eso te da una idea de lo fuertes que son”. Piensa igual Jair Pereira, quien explica haber encontrado una población “atenta” pese a la gravedad del suceso y que “siempre ha tenido palabras agradables y sonrisas” para ellos.
Aunque lo que más ha chocado a todos es la actitud de los niños. "Muchos se han quedado huérfanos e, incluso habiendo vivido una situación tan injusta se les ofrece una libreta para colorear o un balón para jugar y vuelven a ser niños; una tirita emocional a la que hemos intentado contribuir", concluyen.
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