Una buena sombra para la tertulia

A pesar de las rebajas por la crisis, la Navidad ya ha llegado a Málaga, como siempre antes del Adviento, y con la boca pequeña l El árbol de la Plaza de la Constitución así lo certifica l Hasta que caigan los polvorones, los corrillos que se forman en la base del monolito no tienen desperdicio

¿Y si el coloso navideño del Ayuntamiento es un vigía que envía información a los extraterrestres sobre los malagueños?
¿Y si el coloso navideño del Ayuntamiento es un vigía que envía información a los extraterrestres sobre los malagueños?

21 de noviembre 2008 - 01:00

A falta de las luces y adornitos que habrán de convertirlo en rey prematuro del Carnaval, el árbol navideño de la Plaza de la Constitución ya luce enterito y en toda su asombrosa dimensión. A pesar de que las tiendas de justo al lado han decidido rebajar los precios para estimular el consumo, el gordísimo ciprés (¿no?) no se ha resentido por la crisis. Ahí luce, tan alto, tan sublime, apenas mecido por el viento. Una referencia tan poco natural a la naturaleza, levantada entre la pasividad absoluta de los viandantes (la curiosidad que antaño suscitara el monstruo ya pasó a los rincones más fríos de los corazones, los menos ávidos a las sorpresas) tiene algo de religioso, de terapéutico. Su copa, o su cima, parece indicar la presencia del Todopoderoso, allá en los cielos. En el silencio que reclama su frondosidad, San Juan de la Cruz habría buscado la presencia del Amado, rebosante de noche oscura. Ya terminado, uno se acuerda del monolito del 2001 de Stanley Kubrick, con el que el árbol comparte su solemne invocación a lo sagrado, e imagina, casi sin remedio, que este artefacto del Ayuntamiento también es un vigía, un testigo que emite señales a civilizaciones extraterrestres, puntuales mensajes a través de los que informa a los innombrables sobre la evolución de la especie humana, y por qué no, el taxón malagueño, el homo malacitanus, sus especímenes llevan casi 3.000 años en el mismo sitio y todavía no han encontrado una solución para el Guadalmedina, los extraterrestres divinos se aburrirían sin remedio. En fin, en algo hay que entretenerse, la Navidad ya sabe de lucecitas en la Alameda y, frente a la iglesia de Los Mártires, la pastelería Aparicio ya presenta en su escaparate un riquísimo panorama de sabores, bendito anís; todavía no es Adviento y ya están los pastores en marcha, no importa, hace tiempo que el calendario litúrgico entregó las cucharas frente al turismo y las cajas registradoras. Por tener, ya tenemos hasta una corrida de toros en Sábado Santo, merecerá la pena cantar La minifalda. La piedad nunca ha sido el fuerte de esta ciudad, más aún cuando este año la Navidad entra con la boca pequeña, por si acaso: en cuanto a sustos económicos, 2009 se presenta todavía con peores augurios.

Mientras tanto, lo mejor es dejarse caer por los dominios del árbol, especialmente por la mañana, cuando a su vera, bajo su sombra, se monta una tertulia en la que participan jubilados y aficionados al palique de la más diversa calaña. La tertulia, claro, existía antes del árbol, pero ahora está más ambientada, por lo que gana en acierto e intensidad. Ya se sabe que basta un atrezzo para convertir la cotidianidad en espectáculo. Lo mejor es plantarse por allí cerca con cara de distraído, como si se estuviera esperando a alguien, y hacer caso al effetá evangélico. Allí se habla del alcalde, del Málaga, de ETA y de los farmacéuticos con entera libertad. Ayer mismo, un señor de labia entregada y frenética expresividad manual contaba sus aventuras con una señora que se le acercó de buenas a primeras en plena calle, con un folleto extraño como estandarte, "y me preguntó si creía en Nuestro Señor Jesucristo. Y yo le dije que yo que sé, señora, hace ya mucho tiempo que dejé de acompañar a mi mujer a misa, pero antes sí iba, ¿eso no vale?" Sus compañeros reían, cómplices, esperando el remate. "Y va y me dice que las misas no cuentan, que los curas no dicen la verdad, y entonces me invita a que vaya con ella a un Salón del Reino. Pero, ¿qué hago con mi mujer? Y me dice la tía que la puedo dejar en misa". Como en una Navidad cualquiera de noviembre.

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