La Concepción es un jardín
Calle Larios
Era sólo cuestión de tiempo que la transformación de Málaga en espectáculo campara bastante más allá de la calle Larios
La cuestión es el valor que se otorga a lo que sí tenemos
Uno de los rincones favoritos de muchos malagueños, entre los que se incluye un servidor, es el Jardín Botánico-Histórico de La Concepción. Cada visita al enclave se salda con la acrecentada convicción de que la ciudad tiene aquí un tesoro único, un verdadero milagro, un paraíso al que siempre apetece volver. La metamorfosis que el jardín experimenta en cada estación entraña para los sentidos una ocasión alucinante. Y es un gustazo reencontrarse en cada escapada con la memoria de la Málaga del último siglo, no sólo la que atañe a la burguesía industrial que hizo posible el regalo, también de todos los que, desde entonces, muy a pesar de las dificultades, han contribuido no sólo a mantener la hermosura del entorno sino a acrecentarla. Digamos que Málaga tiene en La Concepción la demostración de lo que el acuerdo entre partes adversas y el compromiso común por hacer las cosas bien pueden dar de sí. En sus senderos y cuestas, en la arquitectura de sus edificios, en los testimonios de la colección loringiana y especialmente en la belleza de sus miles de especies hay una historia de éxito que merece ser compartida, proyectada, divulgada, celebrada y también preservada. Ahora, la intención del Ayuntamiento de convertir el jardín en sede de un espectáculo navideño de luces y sonido invita a hacer algunas reflexiones. A tenor de los detalles que las fuentes municipales han dado a conocer, no se trataría de una mera decoración navideña al uso sino de una intervención a fondo que convertiría el área en un parque temático navideño, con todos los ingredientes a lo grande, en una composición espectacular destinada, claro, a ejercer de reclamo turístico. Es muy cierto que, si se trata de crear un espectáculo navideño atractivo, La Concepción, por la belleza natural que aporta, es el lugar indicado. Los promotores de la idea ponen como ejemplo el alumbrado navideño del Jardín Botánico de Madrid a la hora de justificar las bondades del proyecto, a la vez que apuntan ya soluciones a inconvenientes como las escasas plazas de aparcamiento para que la respuesta del público sea masiva, lo que, desde luego, parece más que cantado. Digamos que, en términos de rentabilidad (todo apunta, de paso, a que el acceso al espectáculo no sería gratuito, como tampoco lo es el acceso al jardín salvo las excepciones horarias de turno), la jugada promete ser redonda. Pero también merece alguna consideración.
Sería absurdo poner objeciones a una ambientación navideña en La Concepción, igual que en cualquier otra parte. Y si el Ayuntamiento considera oportuno realzarla, sus motivos tendrá. Pero otra cosa muy distinta es si el quid de la cuestión pasa por un ejercicio de sustitución o, incluso, de suplantación. Es decir, habría que distinguir si la finalidad es adornar el Jardín Botánico de La Concepción para hacerlo más atractivo o emplearlo como depósito de un espectáculo navideño de luces, sonido, muñecos de nieve gigantes y una parafernalia de pelotazo, que es a lo que apunta la historia. La referencia al Jardín Botánico de Madrid es muy razonable, pero cabe sospechar que quienes acuden cada año a disfrutar su despliegue navideño van a ver el Botánico de Madrid adornado de manera especial, no a ver un espectáculo de masas puesto allí. Si, por el contrario, se trata de ocupar La Concepción para emplearlo como recinto de un no va más al que, dada la proyección que ha ganado Málaga en los últimos años gracias a sus luces navideñas, seguro irá mucha gente dispuesta a pagar su entrada, tendremos la suplantación a la que esta ciudad se ha abonado sin mucho miramiento en los últimos años. Porque no se trata de ver la calle Larios iluminada en Navidad, que sería lo suyo (y seguramente pocas calles admiten tantas posibilidades al respecto en España como la calle Larios), sino de encajar un espectáculo deslumbrante y atronador en una calle Larios que queda irremediablemente reemplazada. Si el objetivo es trasladar el modelo a La Concepción, tenemos un problema. Seguramente, esta inclinación a insertar la espectacularización más vulgar en lugares sensibles delata cierto complejo por parte de nuestros responsables municipales, dispuestos a aceptar que esos lugares sensibles tampoco son para tanto, o que al menos son merecedores de ser sustituidos por otra cosa. O, quizá, lo que se delata es su resistencia a ver y valorar lo que sí tenemos como lo que es. Quién sabe: a lo mejor eso que sí tenemos merece que presumamos de ello, no lo que tapemos con un atrezzo saludado con palmas y chunda-chunda.
Mientras tanto, insistiremos en que La Concepción es un jardín, no un recinto para parques temáticos que fácilmente pueden ponerse en otro sitio. Un jardín que ya acoge a lo largo del año una notable agenda de conciertos, exposiciones, representaciones y actividades culturales que cuentan cada vez con más adeptos. Pero no es un lugar para eventos masivos. Es un bello jardín, ya está. Trátenlo como tal.
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