El campus de Teatinos de la UMA se vacía de alumnos en el primer día de las restricciones

En la Facultad de Ciencias y en el Aulario Severo Ochoa los laboratorios mantienen su actividad práctica y experimental

Las avenidas y edificios se observan extrañamente desiertos en un martes lectivo

Limpiadoras en un aula vacía de la Facultad de Ciencias este martes. / Javier Albiñana

Málaga/Del ajetreo habitual en los alrededores del hospital Clínico Universitario a los bulevares desiertos del campus de Teatinos. En la mañana de un martes lectivo de noviembre no podía ser más atípica la imagen de las calles desprovistas de alumnos, de vehículos buscando aparcamiento, de autobuses recogiendo colas de estudiantes.

Se veía algún personal de mantenimiento pintando barandillas y rejas, otros barriendo, los vigilantes de seguridad solos en la puerta de las facultades, desprovistas de su trasiego diario. El primer día en el que la docencia teórica en la UMA pasa a no presencial tiene su reflejo inequívoco en un campus medio vacío, una especie de regreso al pasado reciente.

Sin embargo, como las actividades prácticas y experimentales siguen siendo presenciales, en la Facultad de Ciencias y en el Aulario Severo Ochoa algunos grupos han desarrollado sus clases como lo llevan haciendo desde que se inició este curso escolar. En uno de los laboratorios de I+D, la profesora e investigadora Dolores Fernández prepara la práctica que tiene con sus alumnos de Biología. Un total de diez alumnos acudirá a su cita con la asignatura Patogénesis microbiana y sistemas de defensa. Todos ellos tienen un puesto individual con todo su material para no tener que compartir instrumental.

“Esta nueva etapa se lleva bien porque ya tenemos la experiencia ganada de marzo, que fue un caos absoluto”, explica la profesora. “La UMA dio cursos de formación para que el docente pudiera dar clases on line y en el fondo tanto alumnos como profesores nos hemos adaptado bien, ahora esto no es nada comparado con el primer confinamiento”, agrega. Para Dolores Fernández en una carrera tan experimental las prácticas tienen que ser presenciales en la medida de lo posible.

La profesora Dolores Fernández prepara su clase en el laboratorio. / Javier Albiñana

“Tenemos un plan b en las guías docentes en caso de otro cierre absoluto en el que están mucho más elaborados los guiones, con supuestos prácticos a través del campus virtual y foros de discusión alumno-profesor, pero mientas puedan ser actividades in situ mucho mejor”, apunta la investigadora. Fernández considera que, si sus estudiantes “no ven en vivo y en directo el hongo, si no pueden observar el microorganismo y la planta, es más complicada de asimilar la materia”.

Antes de la pandemia en el laboratorio serían 20 alumnos que intercambiaría material. Ahora tienen puestos individuales y siguen a rajatabla las normas de seguridad, como el uso constante de mascarilla, el lavado de manos con hidrogel y la ventilación del espacio, además de la posterior desinfección. “Nos tenemos que adaptar, no nos queda otra”, agrega.

Alumnos de Bioquímica en la parte práctica de la asignatura de Enzimología. / Javier Albiñana

En el Aulario Severo Ochoa, el profesor Juan Carlos Aledo imparte Enzimología a alumnos del segundo curso del grado de Bioquímica. La materia tiene 20 horas prácticas en el laboratorio que se van a seguir dando de forma habitual y 60 teóricas que se impartirán por streaming. Desde que comenzó el curso, el grupo se dividió en dos, con 35 alumnos en cada uno. “Yo siempre estaba en el aula para impartir la asignatura y tenía a 35 alumnos presenciales y a otros tantos que me seguían desde casa, ahora los 70 estarán en casa”, indica el docente.

Aunque al profesor Aledo solo le haga falta un ordenador y conexión a internet para dar la clase, considera que “todos sufrimos una merma, la presencialidad aporta en cualquier materia, los contenidos que se cubren son los mismos, pero hay una magia en la presencialidad que facilita la comprensión”. Frente a la pantalla no se recibe, subraya, el mismo feedback que en el aula y se teme no llegar de la misma manera. Pero no cabe otra opción que adecuarse a los nuevos modelos.

Comedor de Ciencias adaptado para el estudio o el seguimiento de clases on line. / Javier Albiñana

En esa adecuación, lo que era el comedor de alumnos de Ciencias se ha transformado en una sala de estudio, de espera para acudir a las prácticas o de conexión a las clases virtuales. Se han instalado mamparas, cada mesa tiene virucida y papel para desinfectarlas y la ventilación es constante.

También la biblioteca se ha preparado frente al Covid. Se abre de 9:00 a 14:00 y de 16:00 a 21:00 y se cierra durante dos horas para higienizar todos los espacios. Los alumnos reservan su plaza mediante la aplicación y su paso por ella queda registrados para posibles rastreos posteriores, innecesarios hasta el momento.

Biblioteca de la Facultad de Ciencias este martes. / Javier Albiñana

“La mañana ha estado muy tranquila, más que ayer, éramos una biblioteca con bastantes alumnos, pero hoy han preferido quedarse en casa, sobre todo, los que no tengan que acudir a ninguna práctica”, explica Ana García, directora de la biblioteca. Unas 31 personas de un aforo de 71 han reservado puesto este martes a lo largo del día.

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