La capital en las afueras
Levantado a consecuencia del éxodo rural del pasado siglo y marcado a fuego por los talleres del entramado ferroviario, este barrio es un poso de tradición y convivencia en el que la vecindad aún constituye un grado
La línea 24 de la EMT conduce cada mañana desde el Muelle Heredia a un gran número de trabajadores de los polígonos La Estrella y San Luis a sus puestos, así como a los del taller ferroviario de Los Prados. Por eso, cada día, la refriega empieza aquí un poco antes. Mientras el centro de Málaga todavía se despereza, el autobús es ya a las seis de la mañana un hervidero de ojos legañosos, auriculares al oído con la radio puesta y algunas conversaciones con el regusto del primer café en los labios. Este cinturón industrial constituye la primera frontera natural de Los Prados; la segunda la propicia la misma vía del tren, con el tráfico exhaustivo que generan la entrada y salida a la ciudad de la mayor parte de los vagones de mercancías y pasajeros y las paradas que, gracias a los talleres y a la estación del barrio, tienen aquí su sede. De esta forma, Los Prados funciona casi como una isla, con una idiosincrasia propia que ha mantenido a salvo determinadas tradiciones y costumbres sociales y que también ha favorecido un sentido más hondo y preclaro de la vecindad que el que puede constatarse en la mayoría de los barrios de Málaga. Los Prados es uno de esos enclaves considerados periféricos que muchos malagueños no han pisado jamás, o como mucho han visto desde el tren. Pero, más allá de su nomenclatura tremendamente popularizada incluso a nivel nacional por los talleres, Los Prados es también una de las realidades de la capital en las que la crisis ha golpeado más fuerte y que, sin embargo, de una manera más ilustrativa se ha movido entre el inmovilismo, el olvido municipal y la transformación: en los últimos años, por ejemplo, han crecido las zonas verdes y de esparcimiento y se han abierto parques infantiles, pero acceder aquí desde el centro sigue siendo una tarea complicada (el estado de algunos carriles requiere al conductor una experiencia cuanto menos solvente) y el perfil humano y económico del barrio se ha mantenido en sus constantes, si bien éstas oscilan también en el contraste y la paradoja más notoria. Desde su atalaya del distrito Cruz de Humilladero, Los Prados es un experimento urbano, social y hasta histórico nada desdeñable, en el que las mejores historias, como en todas partes, son las que protagonizan personas de carne y hueso.
El barrio de Los Prados nació, como otros muchos de la capital, a expensas del éxodo rural que a mediados del siglo pasado condujo a la capital malagueña a numerosas poblaciones del interior, atraídas por el desarrollo del turismo y la construcción como alternativas a una producción agrícola que había condenado a la ruina a miles de familias de la provincia y de diversas comarcas de Andalucía. El origen de Los Prados entronca así con el de otros barrios malagueños, como buena parte de los que conforman el distrito de Ciudad Jardín y el Puerto de la Torre. El paisaje urbano es común a éstos: a los primeros colonos que se instalaron aquí en los años 60 se les permitió levantar sus casas sin orden ni concierto, donde buenamente pudieran y con apenas algunos acuerdos mínimos entre vecinos como premisa. La fisonomía actual del barrio responde a esta conquista, con calles paralelas a un lado y otro del Camino de los Prados de trazado estricto en el que conviven viviendas unifamiliares y edificios de viviendas de escasa altura sin mucho respeto al equilibrio: el ladrillo visto, la fachada encalada andaluza y el bloque funcional comparten acera con naturalidad pasmosa. Sólo los chalets adosados y las urbanizaciones más recientes han configurado cierta uniformidad en el terreno.
En su mayor parte, los habitantes de Los Prados proceden de antiguas comunidades oriundas de los Montes de Málaga. Por ello se mantienen aquí algunas de las expresiones culturales, estéticas y antropológicas más señeras de esta extensión, como el verdial, que goza en estos lares de notable popularidad con varias pandas y una afición sobresaliente. El registro social predominante es el del trabajador por cuenta ajena y el del pequeño y mediano empresario; por eso la crisis se ha dejado notar aquí especialmente, con muchas familias en paro y negocios clausurados. De cualquier forma, Los Prados sigue siendo lo más parecido a un municipio independiente y autosuficiente, con comercios, bares, restaurantes, ventas, pensiones, bazares y demás servicios a granel. La proximidad de los polígonos ha resultado determinante para que en sus calles se instalen varias industrias, y también para que los camiones sean protagonistas perennes del tráfico diario. Las consecuencias de la crisis pueden comprobarse de otro modo bastante elocuente: en los últimos años han aparecido en el barrio verdaderas mansiones que, en algunos tramos del mismo Camino de los Prados, despiertan en el paseante la sensación de que está paseando por un puerto deportivo de los más in. Y es que el estallido inmobiliario elevó el poder adquisitivo de no pocos trabajadores de la construcción hasta porcentajes multiplicados, lo que se tradujo a menudo en cierta ostentación no precisamente discreta. Hoy, algunas de esas enormes casas están en venta. De cualquier forma, no pocos matrimonios jóvenes siguen instalándose aquí con sus hijos y contribuyendo a la causa contra el envejecimiento del barrio, gracias en parte al precio de la vivienda, más ventajoso que en otras zonas de Málaga. En cuanto a la transformación urbanística, sorprende encontrar áreas verdes de reciente factura bien cerca de descampados vírgenes que recuerdan que todo esto es terreno ganado al campo. El Colegio Público Los Prados, en la calle Joseíto de Málaga, constituye en su cima una frontera singular en este sentido entre extensiones de muy diferente ánimo ecológico.
Pero si algo caracteriza a Los Prados, precisamente como expresión de esa idiosincrasia común, es la complicidad de sus vecinos en el sostenimiento de sus señas de identidad. La Asociación de Vecinos 13 de Noviembre es una de las más activas de Málaga y tiene un calendario lleno de eventos, convocatorias, talleres y experiencias durante todo el año, con citas importantes como la feria que celebra el barrio en junio y el carnaval. Peñas, clubes instalaciones deportivas y el centro ciudadano municipal contribuyen de manera decisiva a hacer de Los Prados el fenómeno tan distinto como amable que es: a pesar de su crecimiento exponencial, la cercanía y el trato afable que se dispensa en cafeterías, tiendas y cualquier lugar en que el encuentro ocurra parece remitir a otras épocas. En Los Prados la vida transcurre despacio. Pero no por ello pelea menos.
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