Carlos Navarro: de informático a cinturón negro de 'sushi'
Sirve su cocina en locales como Nosso, Amare, Salduna o La Reserva de Sotogrande
Se hizo con la mención especial del jurado en la Copa del Mundo de Sushi celebrada en Tokio en 2016
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Málaga/Nunca una prueba de fuego resultó tan difícil como la que se le presentó al chef Carlos Navarro. La primera vez que este sushiman de prestigio internacional,sushiman por entonces aún bisoño en el arte de los cuchillos, se enfrentó a unos comensales de manera oficial fue, nada menos, que ante una familia japonesa. La experiencia, no es difícil de imaginar, salió a pedir de boca. "Me contrataron. Dijeron que mi comida les recordaba a cuando vivían en Tokio". Nada mal para ser un informático de profesión que aprendió los secretos de la cocina oriental de manera autodidacta. También porque —y este matiz no sobra— al principio compatibilizaba ambas labores.
Pero, como el propio Navarro hizo hace unos 20 años al más puro estilo nipón, todo a su debido tiempo. Y siempre con constancia. "Al principio lo que más me llamó la atención era eso de comer pescado crudo, me dio curiosidad, aquí todavía era algo que se veía extraño". Un afán de curiosidad que haría extensible a sus amigos. "Ellos eran los que probaban mis creaciones cuando todavía no me salía bien el arroz ni nada", cuenta entre risas. Hasta que, después de patear muchos mercados en busca de productos frescos y hartarse de hacer llamadas de teléfono cuando el comercio electrónico aún no era ni un sueño, su propio círculo lo animó a dar un paso más. Y se lanzó a intentarlo. Porque estaba convencido de que aquello no podía continuar así: "No sabía si era un informático haciendo sushi o un sushiman implantando sistemas".
Aunque el verdadero punto de no retorno de su carrera llegaría en 2016, fecha en que se presentó al Campeonato del Mundo en Japón, donde 50 chefs de 23 países se batieron en duelo culinario para erigirse en el mejor del globo. "Yo iba allí sin ninguna expectativa, simplemente para vivir la experiencia, pero fui pasando de rondas, me metí en la final... y quedé quinto con una mención del jurado". También obtuvo la certificación Kuro Obi, cinturón negro de sushi. Un honor que se labró, además, poniendo en práctica una técnica desarrollada por él mismo llamada Kabanoki; traducción al japonés de su segundo apellido, Björk, de origen sueco. Y como se llama ahora su empresa, con sede en la Cala de Mijas.
Tras aquello le lloverían las ofertas y pasaría por un puñado de restaurantes y clubs de playa de renombre, en unos en un puesto más técnico y en otros directamente en los fogones; tales como The Origin o Aüa Playa, la mayoría en el entorno de Marbella. Pero él tenía claro sus objetivos: "Quería seguir desarrollando mi proyecto personal, continuar difundiendo la cultura del sushi y prestar buenos servicios". Y en ello está volcado en estos momentos, desempeñándose en cuatro líneas de negocio distintas, que además le sirven para expandir su cocina por los puntos más selectos del litoral: asesoría de equipo de cocina, actos privados en casa, servicio para eventos y bufés, y externalización para restaurantes. Muestra de lo último son establecimientos como Nosso, Amare, Salduna o La Reserva de Sotogrande; mientras que facilita sus directrices a otros menos convencionales como el Casino Torrequebrada o Starlite.
No son pocas las veces que le han tentado para que montara una restaurante, sin embargo, y tras alguna intentona en compañía, descubrió que sus derroteros no iban por ahí. Pasado el tiempo, empieza a cambiar de opinión. "Es algo a lo que le estoy dando vueltas". Lo que sí tiene por seguro es que, llegado al caso, estará en la provincia de Málaga. Aunque, al menos por ahora, es sólo un castillo en el aire. O, más acorde a la temática, una pagoda.
De cualquier forma, si la empresa resultase igual de sólida que la de informática que dirigía con un compañero que conoció en la universidad, ya habrá sido un éxito. "Al principio nos dedicábamos al soporte técnico para notarías y demás, pero después acabamos haciendo desarrollo de software dirigido a distintos sectores. Hicimos un programa formativo dirigido al departamento de cardiología que vendimos a 200 hospitales". De ahí, de nuevo, la dificultad de decantarse por portar cada día una chaquetilla y no pasarlo dándole a la tecla con una nómina asegurada. Máxime si se tiene en cuenta que le dedicó unos 15 años y llegó a tener 11 empleados.
Ahora la formación la sigue dando, podría decirse que a modo de sensei, a través de cursos que imparte al personal de cocina de hoteles y locales de restauración. Lugares donde trata de contagiar la pasión por lo que hace a sus alumnos, puesto que, como todo trabajo creativo, necesita no sólo de una buena actitud, sino un estímulo constante para no bajar la guardia. "El estado del cocinero llega perfectamente al cliente a través del plato: si está deprimido, si está enamorado. Esas cosas se notan. Se trata de sentir pasión por lo que haces para conseguir el acabado perfecto". Aunque él ya lo llevaba implementado de fábrica. "Para mí, cada pieza de sushi es una pequeña joyita comestible, y eso intento transmitirlo en cada plato que elaboro". Y así, sea cual sea su próximo proyecto, se prevé que siga siendo.
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