Carnaval de Málaga: El gran desfile inunda las calles de confeti y diversión

Una mujer se divierte en el Carnaval.
Una mujer se divierte en el Carnaval. / Carlos Guerrero

Málaga/No habían pasado más que unos minutos del inicio oficial del recorrido, en la explanada de Santo Domingo, cuando la comitiva carnavalera ya desfilaba por las calles más céntricas de la ciudad formando un tren de colores, confeti e ilusión que desembocaría en la plaza de la Merced. No sin antes, eso sí, poner todo lo necesario para que al personal congregado, cumpliendo el tópico verdadero de ser de todas las edades, disfrutase al máximo.

Prendía así la mecha de la fiesta en las calles, tras un concurso del COAC finalizado la noche anterior con victoria doblemente malagueña, amortizando uno de los actos más importantes y multitudinarios de toda la festividad. Recorrió, pues, las avenidas un cortejo muy nutrido de disfraces a ritmo de tambores, pitidos, y coreografías, y haciendo sonar todo lo que sonase, fuese viento, madera o plástico (nadie dijo que para pasar un buen rato hubiera que gastar en exceso), que es al final de lo que se trata.

De esta forma, a lo largo de la comitiva fue posible ver a todo tipo de personajes de ficción, de ayer y hoy, que combinaban sus funciones originales con las propias del carnaval; como piratas que dejaron la botella de ron a un lado para convertirse en tamborileros, Super Marios que parecían seguir correteando en busca de la princesa Peach más allá de la última pantalla e, incluso, un zancudo tratando de no pegársela que, quién sabe, quizá no dejó a un lado la botella antes de calzarse los zancos.

Tampoco desmereció un grupo de vaqueros, portando incluso las polainas, que resucitó artísticamente a Coyote Dax bailando country, un grupito de impolutos pinochos infantiles rebosantes de ilusión, o un regimiento de mujeres vestidas de mariposa realizando pasos prohibitivos. Todo, con un despliegue musical de lo más ecléctico (de Raphael a King África) que animó a todo tipo de oídos.

Piratas abonados a la percusión.
Piratas abonados a la percusión. / Carlos Guerrero

Al tiempo, a los bordes de las calles, se encontraba la que viene a ser la otra mitad de este gran festejo: el público, que en algunos sectores llegó quizá a entregarse demasiado, estrechando el cerco. Suceso que no importunó en absoluto a uno de los mimos que iban desparramados a lo largo de la comitiva que, a la altura del Mercado de Atarazanas, y sin romper en ningún momento el papel, actuaba como agente de la ley, haciendo el carril más ancho con las manos y esparciendo el personal. No sin antes despedirse escanciando unos cuantos papelillos al aire.

Aunque sin lugar a dudas los que mejor se lo pasaron fueron los pequeños, acompañando a sus padres de la mano, sentados sobre sus hombros, e incluso alguno desde el carrito. Muchos de ellos con caras de ilusión, vivieron una tarde para el recuerdo. Elevando un poco la edad, no faltaron quienes, pese a no desfilar, demostraron sus dotes más juerguistas, disfrazándose de uno de los maestros de colarse en lo no propio, al menos en lo visual, como el Mocito Feliz.

Estampas de un carnaval que, como marca la tradición, no sólo se vive sobre las tablas del Cervantes; sino también a la vista de todos.

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